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miércoles, 15 de abril de 2020


CUENTO N°4: LA CARTA ROBADA
(“The Purloined Letter”, 1844)
                                                                                                   


Nil sapientiae odiosius acumine nimio.(Séneca)

Me hallaba en París en el otoño de 18… Una noche, después de una tarde ventosa, gozaba del doble placer de la meditación y de una pipa de espuma de mar, en compañía de mi amigo C. Auguste Dupin, en su pequeña biblioteca o gabinete de estudios del n.° 33, rue Dunot, au troisième, Faubourg Saint-Germain. Llevábamos más de una hora en profundo silencio, y cualquier observador casual nos hubiera creído exclusiva y profundamente dedicados a estudiar las onduladas capas de humo que llenaban la atmósfera de la sala. Por mi parte, me había entregado a la discusión mental de ciertos tópicos sobre los cuales habíamos departido al comienzo de la velada; me refiero al caso de la rue Morgue y al misterio del asesinato de Marie Rogêt. No dejé de pensar, pues, en una coincidencia, cuando vi abrirse la puerta para dejar paso a nuestro viejo conocido G…, el prefecto de la policía de París.

       Lo recibimos cordialmente, pues en aquel hombre había tanto de despreciable como de divertido, y llevábamos varios años sin verlo. Como habíamos estado sentados en la oscuridad, Dupin se levantó para encender una lámpara, pero volvió a su asiento sin hacerlo cuando G… nos hizo saber que venía a consultarnos, o, mejor dicho, a pedir la opinión de mi amigo sobre cierto asunto oficial que lo preocupaba grandemente.
       —Si se trata de algo que requiere reflexión —observó Dupin, absteniéndose de dar fuego a la mecha— será mejor examinarlo en la oscuridad.
       —He aquí una de sus ideas raras —dijo el prefecto, para quien todo lo que excedía su comprensión era «raro», por lo cual vivía rodeado de una verdadera legión de «rarezas».
       —Muy cierto —repuso Dupin, entregando una pipa a nuestro visitante y ofreciéndole un confortable asiento.
       —¿Y cuál es la dificultad? —pregunté—. Espero que no sea otro asesinato.
       —¡Oh, no, nada de eso! Por cierto que es un asunto muy sencillo y no dudo de que podremos resolverlo perfectamente bien por nuestra cuenta; de todos modos pensé que a Dupin le gustaría conocer los detalles, puesto que es un caso muy raro.
       —Sencillo y raro —dijo Dupin.
       —Justamente. Pero tampoco es completamente eso. A decir verdad, todos estamos bastante confundidos, ya que la cosa es sencillísima y, sin embargo, nos deja perplejos.
       —Quizá lo que los induce a error sea precisamente la sencillez del asunto —observó mi amigo.
       —¡Qué absurdos dice usted! —repuso el prefecto, riendo a carcajadas.
       —Quizá el misterio es un poco demasiado sencillo —dijo Dupin.
       —¡Oh, Dios mío! ¿Cómo se le puede ocurrir semejante idea?
       —Un poco demasiado evidente.
       —¡Ja, ja! ¡Oh, oh! —reía el prefecto, divertido hasta más no poder—. Dupin, usted acabará por hacerme morir de risa.
       —Veamos, ¿de qué se trata? —pregunté.
       —Pues bien, voy a decírselo —repuso el prefecto, aspirando profundamente una bocanada de humo e instalándose en un sillón—. Puedo explicarlo en pocas palabras, pero antes debo advertirles que el asunto exige el mayor secreto, pues si se supiera que lo he confiado a otras personas podría costarme mi actual posición.
       —Hable usted —dije.
       —O no hable —dijo Dupin.
       —Está bien. He sido informado personalmente, por alguien que ocupa un altísimo puesto, de que cierto documento de la mayor importancia ha sido robado en las cámaras reales. Se sabe quién es la persona que lo ha robado, pues fue vista cuando se apoderaba de él. También se sabe que el documento continúa en su poder.
       —¿Cómo se sabe eso? —preguntó Dupin.
       —Se deduce claramente —repuso el prefecto— de la naturaleza del documento y de que no se hayan producido ciertas consecuencias que tendrían lugar inmediatamente después que aquél pasara a otras manos; vale decir, en caso de que fuera empleado en la forma en que el ladrón ha de pretender hacerlo al final.
       —Sea un poco más explícito —dije.
       —Pues bien, puedo afirmar que dicho papel da a su poseedor cierto poder en cierto lugar donde dicho poder es inmensamente valioso.
       El prefecto estaba encantado de su jerga diplomática.
       —Pues sigo sin entender nada —dijo Dupin.
       —¿No? Veamos: la presentación del documento a una tercera persona que no nombraremos pondría sobre el tapete el honor de un personaje de las más altas esferas y ello da al poseedor del documento un dominio sobre el ilustre personaje cuyo honor y tranquilidad se ven de tal modo amenazados.
       —Pero ese dominio —interrumpí— dependerá de que el ladrón supiera que dicho personaje lo conoce como tal. ¿Y quién osaría…?
       —El ladrón —dijo G…— es el ministro D…, que se atreve a todo, tanto en lo que es digno como lo que es indigno de un hombre. La forma en que cometió el robo es tan ingeniosa como audaz. El documento en cuestión —una carta, para ser francos— fue recibido por la persona robada mientras se hallaba a solas en el boudoir real. Mientras la leía, se vio repentinamente interrumpida por la entrada de la otra eminente persona, a la cual la primera deseaba ocultar especialmente la carta. Después de una apresurada y vana tentativa de esconderla en un cajón, debió dejarla, abierta como estaba, sobre una mesa. Como el sobrescrito había quedado hacia arriba y no se veía el contenido, la carta podía pasar sin ser vista. Pero en ese momento aparece el ministro D… Sus ojos de lince perciben inmediatamente el papel, reconoce la escritura del sobrescrito, observa la confusión de la persona en cuestión y adivina su secreto. Luego de tratar algunos asuntos en la forma expeditiva que le es usual, extrae una carta parecida a la que nos ocupa, la abre, finge leerla y la coloca luego exactamente al lado de la otra. Vuelve entonces a departir sobre las cuestiones públicas durante un cuarto de hora. Se levanta, finalmente, y, al despedirse, toma la carta que no le pertenece. La persona robada ve la maniobra, pero no se atreve a llamarle la atención en presencia de la tercera, que no se mueve de su lado. El ministro se marcha, dejando sobre la mesa la otra carta sin importancia.
       —Pues bien —dijo Dupin, dirigiéndose a mí—, ahí tiene usted lo que se requería para que el dominio del ladrón fuera completo: éste sabe que la persona robada lo conoce como el ladrón.
       —En efecto —dijo el prefecto—, y el poder así obtenido ha sido usado en estos últimos meses para fines políticos, hasta un punto sumamente peligroso. La persona robada está cada vez más convencida de la necesidad de recobrar su carta. Pero, claro está, una cosa así no puede hacerse abiertamente. Por fin, arrastrada por la desesperación, dicha persona me ha encargado de la tarea.
       —Para la cual —dijo Dupin, envuelto en un perfecto torbellino de humo— no podía haberse deseado, o siquiera imaginado, agente más sagaz.
       —Me halaga usted —repuso el prefecto—, pero no es imposible que, en efecto, se tenga de mi tal opinión.
       —Como hace usted notar —dije—, es evidente que la carta sigue en posesión del ministro, pues lo que le confiere su poder es dicha posesión y no su empleo. Apenas empleada la carta, el poder cesaría.
       Muy cierto —convino G…—. Mis pesquisas se basan en esa convicción. Lo primero que hice fue registrar cuidadosamente la mansión del ministro, aunque la mayor dificultad residía en evitar que llegara a enterarse. Se me ha prevenido que, por sobre todo, debo impedir que sospeche nuestras intenciones, lo cual sería muy peligroso.
       —Pero usted tiene todas las facilidades para ese tipo de investigaciones —dije—. No es la primera vez que la policía parisiense las practica.
       —¡Oh, naturalmente! Por eso no me preocupé demasiado. Las costumbres del ministro me daban, además, una gran ventaja. Con frecuencia pasa la noche fuera de su casa. Los sirvientes no son muchos y duermen alejados de los aposentos de su amo; como casi todos son napolitanos, es muy fácil inducirlos a beber copiosamente. Bien saben ustedes que poseo llaves con las cuales puedo abrir cualquier habitación de París. Durante estos tres meses no ha pasado una noche sin que me dedicara personalmente a registrar la casa de D… Mi honor está en juego y, para confiarles un gran secreto, la recompensa prometida es enorme. Por eso no abandoné la búsqueda hasta no tener seguridad completa de que el ladrón es más astuto que yo. Estoy seguro de haber mirado en cada rincón posible de la casa donde la carta podría haber sido escondida.
       —¿No sería posible —pregunté— que si bien la carta se halla en posesión del ministro, como parece incuestionable, éste la haya escondido en otra parte que en su casa?
       —Es muy poco probable —dijo Dupin—. El especial giro de los asuntos actuales en la corte, y especialmente de las intrigas en las cuales se halla envuelto D…, exigen que el documento esté a mano y que pueda ser exhibido en cualquier momento; esto último es tan importante como el hecho mismo de su posesión.
       —¿Que el documento pueda ser exhibido? —pregunte.
       —Si lo prefiere, que pueda ser destruido —dijo Dupin.
       —Pues bien —convine—, el papel tiene entonces que estar en la casa. Supongo que podemos descartar toda idea de que el ministro lo lleve consigo.
       —Por supuesto —dijo el prefecto—. He mandado detenerlo dos veces por falsos salteadores de caminos y he visto personalmente cómo le registraban.
       —Pudo usted ahorrarse esa molestia —dijo Dupin—. Supongo que D… no es completamente loco y que ha debido prever esos falsos asaltos como una consecuencia lógica.
       —No es completamente loco —dijo G…—, pero es un poeta, lo que en mi opinión viene a ser más o menos lo mismo.
       —Cierto —dijo Dupin, después de aspirar una profunda bocanada de su pipa de espuma de mar—, aunque, por mi parte, me confieso culpable de algunas malas rimas.
       —¿Por qué no nos da detalles de su requisición? —pregunté.
       —Pues bien; como disponíamos del tiempo necesario, buscamos en todas partes. Tengo una larga experiencia en estos casos. Revisé íntegramente la mansión, cuarto por cuarto, dedicando las noches de toda una semana a cada aposento. Primero examiné el moblaje. Abrimos todos los cajones; supongo que no ignoran ustedes que, para un agente de policía bien adiestrado, no hay cajón secreto que pueda escapársele. En una búsqueda de esta especie, el hombre que deja sin ver un cajón secreto es un imbécil. ¡Son tan evidentes! En cada mueble hay una cierta masa, un cierto espacio que debe ser explicado. Para eso tenemos reglas muy precisas. No se nos escaparía ni la quincuagésima parte de una línea.
       »Terminada la inspección de armarios pasamos a las sillas. Atravesamos los almohadones con esas largas y finas agujas que me han visto ustedes emplear. Levantamos las tablas de las mesas».
       —¿Porqué?
       —Con frecuencia, la persona que desea esconder algo levanta la tapa de una mesa o de un mueble similar, hace un orificio en cada una de las patas, esconde el objeto en cuestión y vuelve a poner la tabla en su sitio. Lo mismo suele hacerse en las cabeceras y postes de las camas.
       —Pero, ¿no puede localizarse la cavidad por el sonido? —pregunté.
       —De ninguna manera si, luego de haberse depositado el objeto, se lo rodea con una capa de algodón. Además, en este caso estábamos forzados a proceder sin hacer ruido.
       —Pero es imposible que hayan ustedes revisado y desarmado todos los muebles donde pudo ser escondida la carta en la forma que menciona. Una carta puede ser reducida a un delgadísimo rollo, casi igual en volumen al de una aguja larga de tejer, y en esa forma se la puede insertar, por ejemplo, en el travesaño de una silla. ¿Supongo que no desarmaron todas las sillas?
       —Por supuesto que no, pero hicimos algo mejor: examinamos los travesaños de todas las sillas de la casa y las junturas de todos los muebles con ayuda de un poderoso microscopio. Si hubiera habido la menor señal de un reciente cambio, no habríamos dejado de advertirlo instantáneamente. Un simple grano de polvo producido por un barreno nos hubiera saltado a los ojos como si fuera una manzana. La menor diferencia en la encoladura, la más mínima apertura en los ensamblajes, hubiera bastado para orientarnos.
       —Supongo que miraron en los espejos, entre los marcos y el cristal, y que examinaron las camas y la ropa de la cama, así como los cortinados y alfombras.
       —Naturalmente, y luego que hubimos revisado todo el moblaje en la misma forma minuciosa, pasamos a la casa misma. Dividimos su superficie en compartimentos que numeramos, a fin de que no se nos escapara ninguno; luego escrutamos cada pulgada cuadrada, incluyendo las dos casas adyacentes, siempre ayudados por el microscopio.
       —¿Las dos casas adyacentes? —exclamé—. ¡Habrán tenido toda clase de dificultades!
       —Sí. Pero la recompensa ofrecida es enorme.
       —¿Incluían ustedes el terreno contiguo a las casas?
       —Dicho terreno está pavimentado con ladrillos. No nos dio demasiado trabajo comparativamente, pues examinamos el musgo entre los ladrillos y lo encontramos intacto.
       —¿Miraron entre los papeles de D…, naturalmente, y en los libros de la biblioteca?
       —Claro está. Abrimos todos los paquetes, y no sólo examinamos cada libro, sino que lo hojeamos cuidadosamente, sin conformarnos con una mera sacudida, como suelen hacerlo nuestros oficiales de policía. Medimos asimismo el espesor de cada encuadernación, escrutándola luego de la manera más detallada con el microscopio. Si se hubiera insertado un papel en una de esas encuadernaciones, resultaría imposible que pasara inadvertido. Cinco o seis volúmenes que salían de manos del encuadernador fueron probados longitudinalmente con las agujas.
       —¿Exploraron los pisos debajo de las alfombras?
       —Sin duda. Levantamos todas las alfombras y examinamos las planchas con el microscopio.
       —¿Y el papel de las paredes?
       —Lo mismo.
       —¿Miraron en los sótanos?
       —Miramos.
       —Pues entonces —declaré— se ha equivocado usted en sus cálculos y la carta no está en la casa del ministro.
       —Me temo que tenga razón —dijo el prefecto—. Pues bien, Dupin, ¿qué me aconseja usted?
       —Revisar de nuevo completamente la casa.
       —¡Pero es inútil! —replicó G…—. Tan seguro estoy de que respiro como de que la carta no está en la casa.
       —No tengo mejor consejo que darle —dijo Dupin—. Supongo que posee usted una descripción precisa de la carta.
       —¡Oh, sí!
       Luego de extraer una libreta, el prefecto procedió a leernos una minuciosa descripción del aspecto interior de la carta, y especialmente del exterior. Poco después de terminar su lectura se despidió de nosotros, desanimado como jamás lo había visto antes.
       Un mes más tarde nos hizo otra visita y nos encontró ocupados casi en la misma forma que la primera vez. Tomó posesión de una pipa y un sillón y se puso a charlar de cosas triviales. Al cabo de un rato le dije:
       —Veamos, G…, ¿qué pasó con la carta robada? Supongo que, por lo menos, se habrá convencido de que no es cosa fácil sobrepujar en astucia al ministro.
       —¡El diablo se lo lleve! Volví a revisar su casa, como me lo había aconsejado Dupin, pero fue tiempo perdido. Ya lo sabía yo de antemano.
       —¿A cuánto dijo usted que ascendía la recompensa ofrecida? —preguntó Dupin.
       —Pues… a mucho dinero… muchísimo. No quiero decir exactamente cuánto, pero eso sí, afirmo que estaría dispuesto a firmar un cheque por cincuenta mil francos a cualquiera que me consiguiese esa carta. El asunto va adquiriendo día a día más importancia, y la recompensa ha sido recientemente doblada. Pero, aunque ofrecieran tres voces esa suma, no podría hacer más de lo que he hecho.
       —Pues… la verdad… —dijo Dupin, arrastrando las palabras entre bocanadas de humo—, me parece a mí, G…, que usted no ha hecho… todo lo que podía hacerse. ¿No cree que… aún podría hacer algo más, eh?
       —¿Cómo? ¿En qué sentido?
       —Pues… puf… podría usted… puf, puf… pedir consejo en este asunto… puf, puf, puf… ¿Se acuerda de la historia que cuentan de Abernethy?
       —No. ¡Al diablo con Abernethy!
       —De acuerdo. ¡Al diablo, pero bienvenido! Érase una vez cierto avaro que tuvo la idea de obtener gratis el consejo médico de Abernethy. Aprovechó una reunión y una conversación corrientes para explicar un caso personal como si se tratara del de otra persona. «Supongamos que los síntomas del enfermo son tales y cuales —dijo—. Ahora bien, doctor: ¿qué le aconsejaría usted hacer?» «Lo que yo le aconsejaría —repuso Abernethy— es que consultara a un médico».
       —¡Vamos! —exclamó el prefecto, bastante desconcertado—. Estoy plenamente dispuesto a pedir consejo y a pagar por él. De verdad, daría cincuenta mil francos a quienquiera me ayudara en este asunto.
       —En ese caso —replicó Dupin, abriendo un cajón y sacando una libreta de cheques—, bien puede usted llenarme un cheque por la suma mencionada. Cuando lo haya firmado le entregaré la carta.
       Me quedé estupefacto. En cuanto al prefecto, parecía fulminado. Durante algunos minutos fue incapaz de hablar y de moverse, mientras contemplaba a mi amigo con ojos que parecían salírsele de las órbitas y con la boca abierta. Recobrándose un tanto, tomó una pluma y, después de varias pausas y abstraídas contemplaciones, llenó y firmó un cheque por cincuenta mil francos, extendiéndolo por encima de la mesa a Dupin. Éste lo examinó cuidadosamente y lo guardo en su cartera; luego, abriendo un escritorio, sacó una carta y la entregó al prefecto. Nuestro funcionario la tomó en una convulsión de alegría, la abrió con manos trémulas, lanzó una ojeada a su contenido y luego, lanzándose vacilante hacia la puerta, desapareció bruscamente del cuarto y de la casa, sin haber pronunciado una sílaba desde el momento en que Dupin le pidió que llenara el cheque.
       Una vez que se hubo marchado, mi amigo consintió en darme algunas explicaciones.
       —La policía parisiense es sumamente hábil a su manera —dijo—. Es perseverante, ingeniosa, astuta y muy versada en los conocimientos que sus deberes exigen. Así, cuando G… nos explicó su manera de registrar la mansión de D…, tuve plena confianza en que había cumplido una investigación satisfactoria, hasta donde podía alcanzar.
       —¿Hasta donde podía alcanzar? —repetí.
       —Sí —dijo Dupin—. Las medidas adoptadas no solamente eran las mejores en su género, sino que habían sido llevadas a la más absoluta perfección. Si la carta hubiera estado dentro del ámbito de su búsqueda, no cabe la menor duda de que los policías la hubieran encontrado.
       Me eché a reír, pero Dupin parecía hablar muy en serio.
       —Las medidas —continuó— eran excelentes en su género, y fueron bien ejecutadas; su defecto residía en que eran inaplicables al caso y al hombre en cuestión. Una cierta cantidad de recursos altamente ingeniosos constituyen para el prefecto una especie de lecho de Procusto, en el cual quiere meter a la fuerza sus designios. Continuamente se equivoca por ser demasiado profundo o demasiado superficial para el caso, y más de un colegial razonaría mejor que él. Conocí a uno que tenía ocho años y cuyos triunfos en el juego de «par e impar» atraían la admiración general. El juego es muy sencillo y se juega con bolitas. Uno de los contendientes oculta en la mano cierta cantidad de bolitas y pregunta al otro: «¿Par o impar?». Si éste adivina correctamente, gana una bolita; si se equivoca, pierde una. El niño de quien hablo ganaba todas las bolitas de la escuela. Naturalmente, tenía un método de adivinación que consistía en la simple observación y en el cálculo de la astucia de sus adversarios. Supongamos que uno de éstos sea un perfecto tonto y que, levantando la mano cerrada, le pregunta: «¿Par o impar?». Nuestro colegial responde: «Impar», y pierde, pero a la segunda vez gana, por cuanto se ha dicho a sí mismo: «El tonto tenía pares la primera vez, y su astucia no va más allá de preparar impares para la segunda vez. Por lo tanto, diré impar». Lo dice, y gana. Ahora bien, si le toca jugar con un tonto ligeramente superior al anterior, razonará en la siguiente forma: «Este muchacho sabe que la primera vez elegí impar, y en la segunda se le ocurrirá como primer impulso pasar de par a impar, pero entonces un nuevo impulso le sugerirá que la variación es demasiado sencilla, y finalmente se decidirá a poner bolitas pares como la primera vez. Por lo tanto, diré pares». Así lo hace, y gana. Ahora bien, esta manera de razonar del colegial, a quien sus camaradas llaman «afortunado», ¿en qué consiste si se la analiza con cuidado?
       —Consiste —repuse— en la identificación del intelecto del razonador con el de su oponente.
       —Exactamente —dijo Dupin—. Cuando pregunté al muchacho de qué manera lograba esa total identificación en la cual residían sus triunfos, me contestó: «Si quiero averiguar si alguien es inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles son sus pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la expresión de mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o sentimientos surgen en mi mente o en mi corazón, coincidentes con la expresión de mi cara». Esta respuesta del colegial está en la base de toda la falsa profundidad atribuida a La Rochefoucauld, La Bruyère, Maquiavelo y Campanella.
       —Si comprendo bien —dije— la identificación del intelecto del razonador con el de su oponente depende de la precisión con que se mida la inteligencia de este último.
       —Depende de ello para sus resultados prácticos —replicó Dupin—, y el prefecto y sus cohortes fracasan con tanta frecuencia, primero por no lograr dicha identificación y segundo por medir mal —o, mejor dicho, por no medir— el intelecto con el cual se miden. Sólo tienen en cuenta sus propias ideas ingeniosas y, al buscar alguna cosa oculta, se fijan solamente en los métodos que ellos hubieran empleado para ocultarla. Tienen mucha razón en la medida en que su propio ingenio es fiel representante del de la masa; pero, cuando la astucia del malhechor posee un carácter distinto de la suya, aquél los derrota, como es natural. Esto ocurre siempre cuando se trata de una astucia superior a la suya y, muy frecuentemente, cuando está por debajo. Los policías no admiten variación de principio en sus investigaciones; a lo sumo, si se ven apurados por algún caso insólito, o movidos por una recompensa extraordinaria, extienden o exageran sus viejas modalidades rutinarias, pero sin tocar los principios. Por ejemplo, en este asunto de D…, ¿qué se ha hecho para modificar el principio de acción? ¿Qué son esas perforaciones, esos escrutinios con el microscopio, esa división de la superficie del edificio en pulgadas cuadradas numeradas? ¿Qué representan sino la aplicación exagerada del principio o la serie de principios que rigen una búsqueda, y que se basan a su vez en una serie de nociones sobre el ingenio humano, a las cuales se ha acostumbrado el prefecto en la prolongada rutina de su tarea? ¿No ha advertido que G… da por sentado que todo hombre esconde una carta, si no exactamente en un agujero practicado en la pata de una silla, por lo menos en algún agujero o rincón sugerido por la misma línea de pensamiento que inspira la idea de esconderla en un agujero hecho en la pata de una silla? Observe asimismo que esos escondrijos rebuscados sólo se utilizan en ocasiones ordinarias, y sólo serán elegidos por inteligencias igualmente ordinarias; vale decir que en todos los casos de ocultamiento cabe presumir, en primer término, que se lo ha efectuado dentro de esas líneas; por lo tanto, su descubrimiento no depende en absoluto de la perspicacia, sino del cuidado, la paciencia y la obstinación de los buscadores; y si el caso es de importancia (o la recompensa magnifica, lo cual equivale a la misma cosa a los ojos de los policías), las cualidades aludidas no fracasan jamás. Comprenderá usted ahora lo que quiero decir cuando sostengo que si la carta robada hubiese estado escondida en cualquier parte dentro de los límites de la perquisición del prefecto (en otras palabras, si el principio rector de su ocultamiento hubiera estado comprendido dentro de los principios del prefecto) hubiera sido descubierta sin la más mínima duda. Pero nuestro funcionario ha sido mistificado por completo, y la remota fuente de su derrota yace en su suposición de que el ministro es un loco porque ha logrado renombre como poeta. Todos los locos son poetas en el pensamiento del prefecto, de donde cabe considerarlo culpable de un non distributio medii por inferir de lo anterior que todos los poetas son locos.
       —¿Pero se trata realmente del poeta? —pregunté—. Sé que D… tiene un hermano, y que ambos han logrado reputación en el campo de las letras. Creo que el ministro ha escrito una obra notable sobre el cálculo diferencial. Es un matemático y no un poeta.
       —Se equivoca usted. Lo conozco bien, y sé que es ambas cosas. Como poeta y matemático es capaz de razonar bien, en tanto que como mero matemático hubiera sido capaz de hacerlo y habría quedado a merced del prefecto.
       —Me sorprenden esas opiniones —dije—, que el consenso universal contradice. Supongo que no pretende usted aniquilar nociones que tienen siglos de existencia sancionada. La razón matemática fue considerada siempre como la razón por excelencia.
       —Il y a à parier —replicó Dupin, citando a Chamfort— que toute idée publique, toute convention reçue est une sottise, car elle a convenu au plus grand nombre. Le aseguro que los matemáticos han sido los primeros en difundir el error popular al cual alude usted, y que no por difundido deja de ser un error. Con arte digno de mejor causa han introducido, por ejemplo, el término «análisis» en las operaciones algebraicas. Los franceses son los causantes de este engaño, pero si un término tiene alguna importancia, si las palabras derivan su valor de su aplicación, entonces concedo que «análisis» abarca «álgebra», tanto como en latín ambitus implica «ambición»; religio, «religión», u homines honesti, la clase de las gentes honorables.
       —Me temo que se malquiste usted con algunos de los algebristas de París. Pero continúe.
       —Niego la validez y, por tanto, los resultados de una razón cultivada por cualquier procedimiento especial que no sea el lógico abstracto. Niego, en particular, la razón extraída del estudio matemático. Las matemáticas constituyen la ciencia de la forma y la cantidad; el razonamiento matemático es simplemente la lógica aplicada a la observación de la forma y la cantidad. El gran error está en suponer que incluso las verdades de lo que se denomina álgebra pura constituyen verdades abstractas o generales. Y este error es tan enorme que me asombra se lo haya aceptado universalmente. Los axiomas matemáticos no son axiomas de validez general. Lo que es cierto de la relación (de la forma y la cantidad) resulta con frecuencia erróneo aplicado, por ejemplo, a la moral. En esta última ciencia suele no ser cierto que el todo sea igual a la suma de las partes. También en química este axioma no se cumple. En la consideración de los móviles falla igualmente, pues dos móviles de un valor dado no alcanzan necesariamente al sumarse un valor equivalente a la suma de sus valores. Hay muchas otras verdades matemáticas que sólo son tales dentro de los límites de la relación. Pero el matemático, llevado por el hábito, arguye, basándose en sus verdades finitas, como si tuvieran una aplicación general, cosa que por lo demás la gente acepta y cree. En su erudita Mitología, Bryant alude a una análoga fuente de error cuando señala que, «aunque no se cree en las fábulas paganas, solemos olvidarnos de ello y extraemos consecuencias como si fueran realidades existentes». Pero, para los algebristas, que son realmente paganos, las «fábulas paganas» constituyen materia de credulidad, y las inferencias que de ellas extraen no nacen de un descuido de la memoria sino de un inexplicable reblandecimiento mental. Para resumir: jamás he encontrado a un matemático en quien se pudiera confiar fuera de sus raíces y sus ecuaciones, o que no tuviera por artículo de fe que x² +px es absoluta e incondicionalmente igual a q. Por vía de experimento, diga a uno de esos caballeros que, en su opinión, podrían darse casos en que x² +px no fuera absolutamente igual a q; pero, una vez que le haya hecho comprender lo que quiere decir, sálgase de su camino lo antes posible, porque es seguro que tratará de golpearlo.
       »Lo que busco indicar —agregó Dupin, mientras yo reía de sus últimas observaciones— es que, si el ministro hubiera sido sólo un matemático, el prefecto no se habría visto en la necesidad de extenderme este cheque. Pero sé que es tanto matemático como poeta, y mis medidas se han adaptado a sus capacidades, teniendo en cuenta las circunstancias que lo rodeaban. Sabía que es un cortesano y un audaz intrigant. Pensé que un hombre semejante no dejaría de estar al tanto de los métodos policiales ordinarios. Imposible que no anticipara (y los hechos lo han probado así) los falsos asaltos a que fue sometido. Reflexioné que igualmente habría previsto las pesquisiciones secretas en su casa. Sus frecuentes ausencias nocturnas, que el prefecto consideraba una excelente ayuda para su triunfo, me parecieron simplemente astucias destinadas a brindar oportunidades a la perquisición y convencer lo antes posible a la policía de que la carta no se hallaba en la casa, como G… terminó finalmente por creer. Me pareció asimismo que toda la serie de pensamientos que con algún trabajo acabo de exponerle y que se refieren al principio invariable de la acción policial en sus búsquedas de objetos ocultos, no podía dejar de ocurrírsele al ministro. Ello debía conducirlo inflexiblemente a desdeñar todos los escondrijos vulgares. Reflexioné que ese hombre no podía ser tan simple como para no comprender que el rincón más remoto e inaccesible de su morada estaría tan abierto como el más vulgar de los armarios a los ojos, las sondas, los barrenos y los microscopios del prefecto. Vi, por último, que D… terminaría necesariamente en la simplicidad, si es que no la adoptaba por una cuestión de gusto personal. Quizá recuerde usted con qué ganas rió el prefecto cuando, en nuestra primera entrevista, sugerí que acaso el misterio lo perturbaba por su absoluta evidencia.
       —Me acuerdo muy bien —respondí—. Por un momento pensé que iban a darle convulsiones.
       —El mundo material —continuó Dupin— abunda en estrictas analogías con el inmaterial, y ello tiñe de verdad el dogma retórico según el cual la metáfora o el símil sirven tanto para reforzar un argumento como para embellecer una descripción. El principio de la vis inertiæ, por ejemplo, parece idéntico en la física y en la metafísica. Si en la primera es cierto que resulta más difícil poner en movimiento un cuerpo grande que uno pequeño, y que el impulso o cantidad de movimiento subsecuente se hallará en relación con la dificultad, no menos cierto es en metafísica que los intelectos de máxima capacidad, aunque más vigorosos, constantes y eficaces en sus avances que los de grado inferior, son más lentos en iniciar dicho avance y se muestran más embarazados y vacilantes en los primeros pasos. Otra cosa: ¿Ha observado usted alguna vez, entre las muestras de las tiendas, cuáles atraen la atención en mayor grado?
       —Jamás se me ocurrió pensarlo —dije.
       —Hay un juego de adivinación —continuó Dupin— que se juega con un mapa. Uno de los participantes pide al otro que encuentre una palabra dada: el nombre de una ciudad, un río, un Estado o un imperio; en suma, cualquier palabra que figure en la abigarrada y complicada superficie del mapa. Por lo regular, un novato en el juego busca confundir a su oponente proponiéndole los nombres escritos con los caracteres más pequeños, mientras que el buen jugador escogerá aquellos que se extienden con grandes letras de una parte a otra del mapa. Estos últimos, al igual que las muestras y carteles excesivamente grandes, escapan a la atención a fuerza de ser evidentes, y en esto la desatención ocular resulta análoga al descuido que lleva al intelecto a no tomar en cuenta consideraciones excesivas y palpablemente evidentes. De todos modos, es éste un asunto que se halla por encima o por debajo del entendimiento del prefecto. Jamás se le ocurrió como probable o posible que el ministro hubiera dejado la carta delante de las narices del mundo entero, a fin de impedir mejor que una parte de ese mundo pudiera verla.
       »Cuanto más pensaba en el audaz, decidido y característico ingenio de D…, en que el documento debía hallarse siempre a mano si pretendía servirse de él para sus fines, y en la absoluta seguridad proporcionada por el prefecto de que el documento no se hallaba oculto dentro de los límites de las búsquedas ordinarias de dicho funcionario, más seguro me sentía de que, para esconder la carta, el ministro había acudido al más amplio y sagaz de los expedientes: el no ocultarla.
       »Compenetrado de estas ideas, me puse un par de anteojos verdes, y una hermosa mañana acudí como por casualidad a la mansión ministerial. Hallé a D… en casa, bostezando, paseándose sin hacer nada y pretendiendo hallarse en el colmo del ennui. Probablemente se trataba del más activo y enérgico de los seres vivientes, pero eso tan sólo cuando nadie lo ve.
       »Para no ser menos, me quejé del mal estado de mi vista y de la necesidad de usar anteojos, bajo cuya protección pude observar cautelosa pero detalladamente el aposento, mientras en apariencia seguía con toda atención las palabras de mi huésped.
       »Dediqué especial cuidado a una gran mesa-escritorio junto a la cual se sentaba D…, y en la que aparecían mezcladas algunas cartas y papeles, juntamente con un par de instrumentos musicales y unos pocos libros. Pero, después de un prolongado y atento escrutinio, no vi nada que procurara mis sospechas.
       »Dando la vuelta al aposento, mis ojos cayeron por fin sobre un insignificante tarjetero de cartón recortado que colgaba, sujeto por una sucia cinta azul, de una pequeña perilla de bronce en mitad de la repisa de la chimenea. En este tarjetero, que estaba dividido en tres o cuatro compartimentos, vi cinco o seis tarjetas de visitantes y una sola carta. Esta última parecía muy arrugada y manchada. Estaba rota casi por la mitad, como si a una primera intención de destruirla por inútil hubiera sucedido otra. Ostentaba un gran sello negro, con el monograma de D… muy visible, y el sobrescrito, dirigido al mismo ministro revelaba una letra menuda y femenina. La carta había sido arrojada con descuido, casi se diría que desdeñosamente, en uno de los compartimentos superiores del tarjetero.
       »Tan pronto hube visto dicha carta, me di cuenta de que era la que buscaba. Por cierto que su apariencia difería completamente de la minuciosa descripción que nos había leído el prefecto. En este caso el sello era grande y negro, con el monograma de D…; en el otro, era pequeño y rojo, con las armas ducales de la familia S… El sobrescrito de la presente carta mostraba una letra menuda y femenina, mientras que el otro, dirigido a cierta persona real, había sido trazado con caracteres firmes y decididos. Sólo el tamaño mostraba analogía. Pero, en cambio, lo radical de unas diferencias que resultaban excesivas; la suciedad, el papel arrugado y roto en parte, tan inconciliables con los verdaderos hábitos metódicos de D…, y tan sugestivos de la intención de engañar sobre el verdadero valor del documento, todo ello, digo sumado a la ubicación de la carta, insolentemente colocada bajo los ojos de cualquier visitante, y coincidente, por tanto, con las conclusiones a las que ya había arribado, corroboraron decididamente las sospechas de alguien que había ido allá con intenciones de sospechar.
       »Prolongué lo más posible mi visita y, mientras discutía animadamente con el ministro acerca de un tema que jamás ha dejado de interesarle y apasionarlo, mantuve mi atención clavada en la carta. Confiaba así a mi memoria los detalles de su apariencia exterior y de su colocación en el tarjetero; pero terminé además por descubrir algo que disipó las últimas dudas que podía haber abrigado. Al mirar atentamente los bordes del papel, noté que estaban más ajados de lo necesario. Presentaban el aspecto típico de todo papel grueso que ha sido doblado y aplastado con una plegadera, y que luego es vuelto en sentido contrario, usando los mismos pliegues formados la primera vez. Este descubrimiento me bastó. Era evidente que la carta había sido dada vuelta como un guante, a fin de ponerle un nuevo sobrescrito y un nuevo sello. Me despedí del ministro y me marché en seguida, dejando sobre la mesa una tabaquera de oro.
       »A la mañana siguiente volví en busca de la tabaquera, y reanudamos placenteramente la conversación del día anterior. Pero, mientras departíamos, oyose justo debajo de las ventanas un disparo como de pistola, seguido por una serie de gritos espantosos y las voces de una multitud aterrorizada. D… corrió a una ventana, la abrió de par en par y miró hacia afuera. Por mi parte, me acerqué al tarjetero, saqué la carta, guardándola en el bolsillo, y la reemplacé por un facsímil (por lo menos en el aspecto exterior) que había preparado cuidadosamente en casa, imitando el monograma de D… con ayuda de un sello de miga de pan.
       »La causa del alboroto callejero había sido la extravagante conducta de un hombre armado de un fusil, quien acababa de disparar el arma contra un grupo de mujeres y niños. Comprobose, sin embargo, que el arma no estaba cargada, y los presentes dejaron en libertad al individuo considerándolo borracho o loco. Apenas se hubo alejado, D… se apartó de la ventana, donde me le había reunido inmediatamente después de apoderarme de la carta. Momentos después me despedí de él. Por cierto que el pretendido lunático había sido pagado por mí».
       —¿Pero qué intención tenía usted —pregunté— al reemplazar la carta por un facsímil? ¿No hubiera sido preferible apoderarse abiertamente de ella en su primera visita, y abandonar la casa?
       —D… es un hombre resuelto a todo y lleno de coraje —repuso Dupin—. En su casa no faltan servidores devotos a su causa. Si me hubiera atrevido a lo que usted sugiere, jamás habría salido de allí con vida. El buen pueblo de París no hubiese oído hablar nunca más de mí. Pero, además, llevaba una segunda intención. Bien conoce usted mis preferencias políticas. En este asunto he actuado como partidario de la dama en cuestión. Durante dieciocho meses, el ministro la tuvo a su merced. Ahora es ella quien lo tiene a él, pues, ignorante de que la carta no se halla ya en su posesión, D… continuará presionando como si la tuviera. Esto lo llevará inevitablemente a la ruina política. Su caída, además, será tan precipitada como ridícula. Está muy bien hablar del facilis descensus Averni; pero, en materia de ascensiones, cabe decir lo que la Catalani decía del canto, o sea, que es mucho más fácil subir que bajar. En el presente caso no tengo simpatía —o, por lo menos, compasión— hacia el que baja. D… es el monstrum horrendum, el hombre de genio carente de principios. Confieso, sin embargo, que me gustaría conocer sus pensamientos cuando, al recibir el desafío de aquélla a quien el prefecto llama «cierta persona», se vea forzado a abrir la carta que le dejé en el tarjetero.
       —¿Cómo? ¿Escribió usted algo en ella?
       —¡Vamos, no me pareció bien dejar el interior en blanco!
       Hubiera sido insultante. Cierta vez, en Viena, D… me jugó una mala pasada, y sin perder el buen humor le dije que no la olvidaría. De modo que, como no dudo de que sentirá cierta curiosidad por saber quién se ha mostrado más ingenioso que él, pensé que era una lástima no dejarle un indicio. Como conoce muy bien mi letra, me limité a copiar en mitad de la página estas palabras:

…Un dessein si funeste,

S’il n’est digne d’Atrée, est digne de Thyeste.

       »Las hallará usted en el Atrée de Crébillon».

50 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta historia la sentí algo simple en cuanto a propósito
Ya que siento cómo si el autor la hizo sólo para alabar al personaje de Dupin por su inteligencia y dejar a los demás personajes como unos tontos.

El protagonista de la historia básicamente no hace nada, el autor lo limita a ser un mero espectador de Dupin y sus grandes habilidades.
No hace nada trascendental en toda la obra, ni siquiera posee un mínimo desarrollo como personaje peor aún no tiene ni personalidad.
Al principio parecía que iba a ser algo así como Dupin pero termina haciendo nada.
Con esto no pido que lo hubiera hecho todo él, solo hubiera disfrutado de un poco más de participación
Al policía el autor lo deja como un estúpido que no era capaz de pensar en otros métodos de búsqueda.
Después esta el ministro D..., el cual es francamente interesante por su personalidad y la forma tan descarada de esconder la carta
Por último esta Dupin, que básicamente nos restregó en la cara que es el mejor cuando se saca la carta de un cajón, aún así la explicación al cómo la encontró está bien planteada.

EVER DAVID YAÑEZ 11B

JEAN SEBASTIAN MARTINEZ DURAN dijo...

al principio se nos da la impresion de que el protagonista va a ser el que de un desenlace a la historia sin embargo este no tuvo nada que ver en esta, fue una ignorante batalla de ingenios aunque uno muy superior a otro hasta en la manera de presumir sobrer sus metodos, el policia visto como un experto en sus habilidades aunque tambien es un estupido por no ver mas alla de ellas, me fastidio un poco la forma tan complicada que uso dupin para explicar el desenlace aunque necesaria para darse personalidad.

Hacid Martinez dijo...

Este relato de Edgar Allan Poe se resalta uno de las mas ingeniosas formas de ganar ante un rival y es conociendo su intelecto. Dupin pasa a ser el personaje principal ya que dentro de sus relatos se encarga de explicar la habilidosa manera de engañar a D.. y darle un felicidad tonta a los policías, básicamente los premia por no llegar al nivel intelectual de el. De pronto el rollo de las matemáticas y el arte poético hace que la lectura se haga pesada y que pierda un poco de sentido pero no deja de ir orientado hacia el mismo rumbo. Este relato nos hace dar cuenta que la mejor jugada que podemos tener es saber el nivel intelectual de nuestro rival.

Hacid Martinez Florez 11°A

karolay dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
karolay dijo...
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karolay dijo...

¿Qué se puede decir de éste cuento?
Tuvo un inicio, que debo admitir fue interesante, se plantean a los personajes de forma natural, nada forzado.
Después llega la parte del misterio de la carta, la forma en la que se plantea el conflicto que se define como: sabemos quien la tiene pero no sabemos dónde está, está bien, porque le da un toque diferente a la cuento.
Todo bien, el problema para de la historia viene cuando Dupin simplemente dice, ¿Saben quién es el verdadero protagonista de la historia?, Y se saca la carta, para después proseguir a reírse en la cara del lector, con un explicación sobrecargada de cosas innecesarias, se metió con un montón de temas para que al final su explicación se resuma en esto; la tengo porque soy más listo que el ministro y ya.
Haciéndose en particular, un final poco esperado, y desanimando a cualquiera que la lea.
KAROLAY GABRIELA ZORACÁ HERNÁNDEZ 11A

Anónimo dijo...

Este relato de Edgar Allan Poe es diferente a los otros que he leído principalmente por el hecho de no ser contada de una forma horripilante aunque fascinante. Este relato ha sido uno de mis favoritos ya que el aborda una temática detectivesca, en la cual vemos como el detective dupin, el sr prefecto y el narrador ponen a maquinar su cabeza con el propósito de obtener una sola cosa la carta, para esto comienzan a analizar donde y en que lugar podría estar escondida la carta pero este método no es el adecuado, en este relato podemos apreciar que existen distintas maneras de pensar y de inteligencia. Nos abre la mente hacia otras posibilidades, no solo el mismo método genérico de investigación, no hay que pensar como un oficial de policía hay que hacerlo como un criminal y no como uno cualquiera si no como el criminal al que estamos persiguiendo, solo así podremos dar con la carta. Ya que cada persona es un mundo diferente.
MARÍA JOSÉ QUINTERO BETANCOURT
11A

Anónimo dijo...

En este relato se ve como el protagonista es un espectador a el ingenio de Dupin. Dupin le explica a nuestro protagonista que la mejor manera de vencer es por medio del intelecto y los explica por medios de ejemplos como el de "par o impar" nos da una explicación de que fue lo que hizo para poder ganar esta batalla contra D.., y muestra como al derrota un completo tonto.

ANDRES FELIPE MONCADA RAGUA 11-B

Anónimo dijo...

Una vez mas, Edgar Allan Poe, nos deleita con una obra muy bien elaborada, en la cual, como es de costumbre, nos da a conocer la inteligencia y audacia que caracteriza a sus personajes princiapales, en este caso, prima el intelecto de Dupín.

A Dupín y el protagonista, se le solicita ayuda, por parte de un policía, que tiene un caso aparentemente fácil, pero al momento de buscar la solución su intelecto no le da para anticiparce al antagonista, el ministro D, quien se habría robado una carta, que le proporcionaba cierta ventaja politica. Cuando Dupín habia escuhado todo el procedimento que el policía habia realizado para buscar la dichosa carta, y al saber que el ministro era un hobre tanto matemático como lírico, sabia como proceder, combinando la experiencia que ha tenido, y la inteligenci que lo destaca. Después, encuentra la carta, no sin antes haber armado un plan, y termina por negociar la con el policía por cincuentamil francos.

Nos deja una enseñanza, y es que no hay mejor forma de derrotar a tu rival, que conociendo el nivel de su intelecto.

ANDRÉS FELIPE MENDIVELSO BOTELLO
11B

GVANESSA dijo...

Este relato de Edgar Allan Poe en mi parecer fue algo interesante al comienzo porque nos generaba mucha curiosidad saber qué fue lo que paso con la carta robada y por qué decían que era sencillo el caso, pero al mismo tiempo no era tan sencillo, incluso fue algo impactante el final porque Dupin muestra un gran ingenio que incluso llega a opacar a los demás que estaban involucrados en el caso, en especial a los policías y pues termina siendo el protagonista de todo debido a su inteligencia, su astucia y sus habilidades.
Lo que no me gusto del relato y me parce curioso es que la policía después tanto que reviso todos los rincones de la casa porque se suponía que ahí se encontraba la carta, no la hayan visto sobre una mesa en un tarjetero, pero de todos modos el relato fue bastante interesante
GABRIELA VANESSA TORRADO PEÑARANDA
11.A


KEVIN DAVID OMAÑA ROLON dijo...

En la historia de Edgar Allan Poe "Cartas robadas", el tema es que C. Auguste Dupin intentara recuperar las cartas robadas a una persona importante por el Ministro D.
Poe creó un tema interesante a partir del título de la historia: "Cartas robadas", pero en la narración, se reveló el aspecto que llamó la atención del lector como lo son el hecho de que al hablar delas implicaciones del robo de la misma al dueño, los recursos usados infructuosamente para recuperar la carta, la recuperación de la carta por Dupin y la explicación de éste de cómo logró recuperarla. Basado en la simpatía o el asco, los factores emocionales ayudan a atraer la atención. Por lo tanto, el tema está lleno de emociones, causando enojo o simpatía, y provocando juicios de valor. Poe nos presentó a Dupin, un personaje noble, que recuperó la carta, mientras que el malvado D... la robó y extorsionó al dueño de la carta.

Wilmer Ramirez dijo...

La carta robada es la obra que menos me ha gustado, si hay aspectos que son impresionantes como: la gran inteligencia del personaje Dupin siendo esté un gran estratega, un gran conocedor del comportamiento y la forma de pensar humana.
Siento que el texto giraba bajo el tema de venganza y rivalidad entre el ministro y Dupin digo esto debido a lo que se cuenta al final de que hace tiempo el ministro le había hecho una jugada a Dupin y él le replicó que no olvidará ese momento y algún día se lo devolvería.
Otro dato característico es que el narrador de este texto siendo protagonista no participa tanto en el desarrollo de la obra como en las anteriores que hemos leído.
No me gustó dónde se encontraba la carta ya que hacen que el prefecto G quedé como un incompetente que hace como si ese personaje sobrará ya que solo sirvió como ave mensajera del robo.
La parte cuando se explica del razonamiento poético y del matemático hace que la historia pierda trama y se vuelva aburrida, tediosa, en ese sentido se extendieron demasiado para tener como conclusión que el ministro D había escondido la carta en un lugar obvio, me hubiera gustado que está explicación fuera más sencilla y simple para así no perder el desarrollo del cuento que en lo personal fue superado por la explicación.
Entonces desde mi punto de vista no es de las mejores obras pero igualmente es buena a pesar de ese momento que se vuelve un poco tediosa ya que en el final la historia revive con la inteligencia de Dupin demostrando así que Edgar Allan Poe es un gran escritor
WILMER HUMBERTO RAMIREZ VILLAMIZAR 11°B

Anónimo dijo...

Este cuento me pareció muy interesante y muy detallado, detallaba mucho cada cosa, con pelos y señales,me pareció muy interesante la astucia que tenía el muchacho y Dupin, "la identificación del intelecto del razonador con el de su oponente depende de la precisión con que se mida la inteligencia de este último", eso fue algo muy clave al momento de buscar la carta y así logró recuperar la carta, pagarle a alguien para que hiciera ese alboroto callejero y cambiar la carta a una similar exteriormente, pero con un gran indicio dentro de ella.
Leidy Carolina Rodriguez Orozco 11A

Juana Sequeda dijo...

La carta robada de Edgar Allan Poe
Una de las otras historias de Poe, dónde en este caso nos lleva a la imaginación y el análisis ya que uno de los personajes es un perfecto estratega para hacer las cosas es decir de Dupin. Pues durante el relato vemos cómo una carta de suprema importancia hace que el perfecto G tenga que buscar por todos lados el responsable de esta perdida.
El perfecto G hace su mayor esfuerzo y una profunda investigación, lo que no sabía era que el indicio por dónde había empezado a buscar que era la mansión del ministro De no le daría las suficientes respuestas para hallarla, pero no tomó en cuenta que este era un poeta y que a los poetas los tomaban como locos y esto había Sido ignorando este dato con detalle por el detective Dupin.Le dio una larga y explicita explicación sobre como había invadido la mansión del ministro D y de como logro registrar cada mínimo espacio y muebles del lugar, pensando como solo un matemático lo haría. Dupin, intrigado por el caso, cuestionaba sobre el riesgo que ha sido haber revisado la mansión, cosa que el prefecto G le respondió que la recompensa ofrecida por La carta robada valdría la pena.
Es así que el perfecto G decide volver a la mansión a buscar de nuevo, ya que esa recompensa le nublaba la mente haciendo que este no viera los tipos de riesgo que le podría tomar.
Muchas veces creemos que las cosas no están en su lugar , pero la realidad es que descartamos la idea de buscar detenidamente por los sitios en los que uno menos se lo esperaba, y de esto se trata la historia ya que el intelecto de Dupin recalca al perfecto G que busque de una manera extraordinaria y lo incentiva diciéndole que tendrá una recompensa, volviendo a la realidad la recompensa de nosotros esencontrar las cosas y saber que siempre estuvieron.
Está historia es muy sorprendente por la manera de especificar cada movimiento de los personajes a la hora de buscar.
JUANA VALENTINA SEQUEDA BUSTOS
11°B

valentina serrano dijo...

LA CARTA ROBADA
Es un cuento interesante pero según mi opción muy diferente de los que hemos leído anteriormente ya que no posee ese ambiente misterioso ni terrorifico que poseen los anteriores pero sin embargo está bien.
Me asombro que el protagonista no interviniera en nada, la verdad esperaba que al final él fuera el ladron de dichosa carta o al menos la mente de áquel robo pero pues no tuvo acción alguna, a pesar de eso Duplin le dio el toque esperado al ser él quien la tuviera ñ, ya que al final lo saco de una caja desmostrando su magnífico ingenio.
Sin decir más POE no me defrauda con sus cuentos, al contrario me gusta cada vez más.
DANA VALENTINA SERRANO CORREDOR 11A

SELENE QUIÑONES dijo...

LA CARTA ROBADA:

En éste relato es donde se hace palpable la genialidad y el ingenio de Poe, además de su capacidad estupenda de escritura e imaginación, vemos como Poe puede crear por sí solo un personaje llamativo en un cuento policial, donde se deja a un lado su sello de horror y se centra en lo detectivesco.

El nudo de la historia es cuando los mismos investigadores ya tienen toda la información para resolver el caso, tienen al criminal e incluso tiene cierta seguridad que la carta está en su misma casa. Éstos prosiguen a su búsqueda, una tras otra, el revisar la casa de D… hasta los lugares más recónditos. Pero después de tantos intentos fallidos de conseguir la carta, búsquedas perdidas, y no encontrar rastro alguno de la carta hace que conforme pasa el tiempo los detectives pierdan la esperanza de encontrarla y ni teniendo esos datos puedan ellos resolver el caso. Es aquí cuando llega Dupin donde usa su gran capacidad deductiva y de análisis para resolver todos los enigmas que se le presenten, la forma en que se describe el análisis hecho por él es impecable, “cuando la astucia del malhechor posee un carácter distinto de la suya, aquél los derrota, como es natural.” Esa es la pieza clave de todo el planteamiento para poder resolver el caso, pensar como mi oponente y llegar a tener cierta congruencia con su pensamiento, es ahí donde no hay mucha probabilidad de error y así finalmente encontrar la carta.

El análisis realizado por Poe en el cuento es de admirar como ya dije, su ingenio quedó plasmado en este relato como en casi todas sus obras.

SELENE QUIÑONES BARBOSA 11B

Anónimo dijo...

Este cuento es de tipo ficción, como lo dice el título ´´la carta robada´´; la carta pertenece a una mujer , en donde el ministro D se aprovecha de esto para chantajearla, el narrador que es el amigo de Dupin disfruta sentarse con él y escuchar cómo resuelve los casos; Auguste Dupin que es el detective privado francés que se destaca en examinar casos y resolverlos principalmente desde su propia casa, gana el salario de un año del prefecto por obtener la carta faltante; el prefecto es el jefe del departamento de policía francés que es explica el caso a Dupin y su amigo y luego le paga a Dupin por resolverlo; el ministro es el criminal que robó la carta a la mujer de la realeza y la escondió a la vista en su casa.

Esta lectura se encuentra demasiado tediosa gracias a que sus explicaciones sobre como recuperó la carta eran metafísicas y hablaban de algebra, haciendo esta explicación un poco innecesaria.

JENIFFER VANEZA QUINTERO SUAREZ
11°A

Yuleisy YSRD dijo...

LA CARTA ROBADA

Es una historia interesante desde el principio ya que nos deja pensativos acerca de estos 3 hombres en su charla sobre cierto robo muy polémico y siendo lo hurtado algo poderoso ante el ladrón dejando en duda quien fue su autor y luego deduciendo que fue el señor D. Con un giro de hecho se apreciaba la gran manera de pensar del señor Dupin, que, al inicio creíamos como alguien apático ante lo sucedido pero con un ligero interés por ser el nuevo dueño de la carta robada, de esta manera jugó con el pensamiento del señor G y en su forma de trabajo manipulándolo ligeramente para creer que lo que hizo en su búsqueda por hallar la carta en la casa del señor D fue simplemente una pérdida de tiempo cuando en realidad todo ese tiempo estaba ante los ojos de los oficiales.

En el final de la historia se propone el punto de vista del señor Dupin dejándonos muy en claro su visión de la mente humana, es muy moldeable ante los principios establecidos considerando que realmente el conocimiento es dudable y no certero al hacer comparación con los matemáticas. El señor Dupin solo fue una vez a la casa del señor D y encontró la carta robada sin embargo el oficial G quien examino con precisión cada parte de la casa no halla lo que buscada dando esto pie a el planteamiento de reflexión de Dupin sobre el señor G, y, como su profesionalismo y afección por la razón no fueron más que un engaño ante sus ojos.

Muchas veces creemos que lo que tenemos frente a nuestros ojos es, porque sea comprobado que es así pero no dudamos de esto y no mantenemos un profundo silencio ante las teorías presentes en la cotidianidad, más bien preferimos actuar como el jugador tonto o el señor G, que sin pensar dos veces cumplen sus principios y no se fijan en todo el plano del mapa, creyendo que las cosas saldrán tal y como se esperan aunque no siempre sea así; este tipo de personas se mantienen en la superficie de la razón y no intentan hundirse en el humo sofocante de la reflexión hacia otra persona pues no es lo esperado. Ser el razonador en vez del tonto, solo así identificaremos el propio intelecto.

YULEISY STEPHANNY RAMIREZ DIAZ 11B

Anónimo dijo...

Este cuento de Edgar Allá Poe es distinto a los demás porque no es horripilante, su principio nos induce a ver qué el personaje principal va a tener un fantástico desarrollo en el descenlace del cuento, pero no obtiene tanto, cabe destacar la gran destreza de Dupin que logra opacar a todos, quedo insatisfecha por la parte de que los policías revisan cada parte del cuarto y no encontraron nada y saber que la carta estuvo frente de ellos todo el tiempo. La historia nos hace ser parte de ella, llevándonos por una montaña de emociones por la duda, misterio de la carta para que su final sea tan simple. ANYELI JARAMILLO QUINTERO-11B

alejandroro2407 dijo...

Me ha parecido una historia sencilla en su complejidad, me agradaron mucho las explicaciones a detalle de las formas en que el prefecto había buscado la carta. Debo decir que aquella manera de Dupin de explicar por qué el prefecto no había podido hallar la carta, me parece aplicable en muchos campos de la vida real, eso se inclina a la cuestión de analizar el intelecto del oponente, como en la vida, en mi opinión, hay que analizar todas las perspectivas posibles antes de tomar una decisión, ya que sesgarse a la simple idea de lo que creemos correcto puede no ser el camino correcto para encontrar lo que buscamos. También puede ser aplicado al juzgar a las personas por su apariencia, pensar excesivamente las cosas, no tener en cuenta otras opiniones, y demás casos en los que se haga necesaria una deducción. Como tal, me ha parecido una lectura disfrutable y con claves abiertamente ocultas para lograr mi cometido si algún día ocupo robar una carta.
JULIO ALEJANDRO ROMERO BUSTOS

Marlon Bolivar dijo...

Podemos iniciar esta historia con un breve comentario de lo que me pareció estuvo mal (mi punto de vista) , que fue hacer parecer a la demás gente con un coeficiente intelectual bajo solo para que el personaje Dupin fuera aquel ser con una capacidad intelectual mucho mayor.

Esta historia nos muestra como ganar a un rival solo conociendo su intelecto, caso que es realmente fantástico, que la podemos ver cuándo Dupin engaña al Señor D, haciendo que los policías se alegrasen de ello por no ser inteligentes.

En fin con esta historia llegamos a la conclusión que no solo solo vasta ser inteligente para ganar, para ganar debemos de conocer a nuestro rival, para a si al ya conocer su nivel intelectual ganar y parecer más inteligentes.


MARLON JULIAN BOLIVAR SOTO 11A

ANGIE GABRIELA SUAREZ GOMEZ - 11B dijo...

“La carta robada” perteneciente a el género detectivesco y policiaco, es una historia escrita por Edgar Allan Poe publicada en 1844, originalmente en inglés.

La historia transcurre en Paris en los años de 1800, cuando un prefecto de la policía recurre al detective Auguste Dupin y su amigo; los cuales, se dice, aportaron un arquetipo de duo detectivesco que influyeron en importantes obras como Sherlock Holmes; el prefecto venía a estos dos con el fin de obtener ayuda y así encontrar una carta que en un principio complicadamente explica fue robada.
Nuevamente podemos notar una de las características de Poe en sus cortos cuentos, la precisión en los detalles, como cuando relata los métodos con que el prefecto registraba el lugar.
Esta historia en particular es diferente a las que Poe solía escribir, por ejemplo en comparación con las recopiladas en “narraciones extraordinarias” En la carta robada no se relata ningún hecho macabro, no se habla de una perversa mentalidad ni de un final inesperado; en vez de eso el autor hace énfasis en la capacidad de Dupin de adoptar la postura del ladrón y pensar no desde su propia mente sino desde la mentalidad del ladrón, cosa que finalmente le permite lograr lo que ningún otro.
En mi opinión, aunque sencillo relato, Poe logra añadir un toque diferente, en cuanto a la trama que usualmente tenían sus obras.

Anónimo dijo...

LA CARTA ROBADA
En este relato nos encontramos con diferentes tematicas como lo es la filosifÍa,la matematicas y el anális,basandose en la busqueda de la carta robada en presencia de todos, siendo el perferto el encargado de hallar la carta.Este, no hacía bien la busqueda,ya que se centraba en lo que podia ver mas no en lo que podía se podía percibir con respecto al pensanmiento de D. Dupin le recomienda que rectifique la busqueda en la casa de D.
Podemos apreciar que a pesar de estar buscando lo perfecto no apreciamos los pequeños detalles(importantes) que estan a nuestro alrededor
YESSICA PAOLA MARTINEZ TOSCANO 11B

Anónimo dijo...

La Carta Robada

En este relato podemos ver como toda la historia gira en torno a una carta que ha sido robada de las habitaciones reales, la misma contiene información que afectará a una persona, el supuesto ladrón es el ministro D a quien la víctima lo vio realizar el crimen.

La misión de encontrarla le es encargada a un prefecto de la policía de París, quien al intentar investigar, no conseguía nada, decidió acudir con el detective Dupin para que lo ayude, pero este se niega y le da consejos de cómo revisar la casa del ministro D.

El prefecto al ver que no logra encontrar la carta, le pide a Dupin que lo ayude ofreciéndole a cambio una recompensa´, este acepta pues la carta estaba en su poder, pues la había conseguido.

Dupin luego de haber analizado al delicuente en una visita que le realiza, descubre el escondiste de la carta. Regresó al día siguiente y aprovechó un disturbio que hubo para reemplar la carta real con un facsímil, pues consideraba que los servidores al darse cuenta de que estaba en su poder, él hubiera muerto.

Por último Dupin le cuenta al prefecto como fue capaz de deducir todo aquello, mostrándole que los detalles son esenciales.

Génesis Liseth García Sandoval 11A

Esteban Arenas dijo...

LA CARTA ROBADA/ Edgar Allan Poe

Esta historia no se puede presentar como un suceso de terror; ultimo cuento protagonizado por el detective Dupin. Esta confabulación consiste en un documento que es hurtado desde el despacho del rey, en el cual si cayera en malas manos sería algo perjudicial, por esta razón, se manda a la policía a dictaminar este misterio, pero al ver que no pueden resolver este caso le piden ayuda al detective Dupin, ya que el tiene conocimiento sobre quien la ha robado; pero no sabe donde la ha ocultado el osado ladrón.

Siempre me han parecido muy chéveres las anécdotas del escritor Edgar Allan Poe, además, el poeta siempre aprovecha para hacernos razonar a la propia forma del ser humano, como en este cuento nos da a entender la importancia de titubear cualquier cosa que vemos, ya que lo más fácil o sencillo puede ser la odisea de toda esta complejidad.



JHOAN ESTEBAN ARENAS MONGUI 11°A

Angie valentina dijo...

LA CARTA ROBADA

En este nuevo relato de poe podemos ver muchas cosas y analizar otras cuentas.
Tenemos clara la trama del y cual seria el objetivo del autor.
En este caso el autor nos queria mostrar como el personaje duplin es una persona con una inteligencia y capacidad de raciocinio muy avanzado. En esta historia pude darme cuenta de que las cosas siempre se van a poder ver desde diferentes perspectivas pero siempre habrá una que nos de la respuesta de todo.
Me quede asombrada con la capacidad de analisis del personaje en cuestión y como este puede llegar a encontrar la carta mucho mas rapido que todo un equipo policial completo.
Tambien me da a entender que muchas veces la respuesta a los problemas esta muy facil de ver y de encontrar, pero al caer en el mismo hueco de que "todo tiene que ser bien buscado manipulado ya que nada es facil" nos estancamos y no logramos nada, apesar de que aveces hay personas que nos guian u orientan pero frecuentemente somos ciegos y tercos frente a todas estas situaciones.

En conclusión me pareció un buen relato con una buena reflexión, un relato que nos pone a pensar y a razonar muchas cosas de nuestro dia a dia.

ANGIE VALENTINA ROCHEL VARGAS
11 A

RONALD SEPULVEDA dijo...

Es una historia muy interesante, ya que relata momentos de suspenso y así mismo de investigación.
El principal objetivo de esta historia, es encontrar una carta que ha sido robada, creando así un chantaje a la reina de Francia.
Cada uno de los personajes de la historia desarrolla diferentes papeles, ya que cada uno va maquinando cosas, investigando, etc. Pero al final llegan al mismo punto, es decir que se crea un mismo desarrollo para todos.
El personaje principal de esta obra es Dupin, un hombre con clase y dispuesto hacer lo que sea para poner su nombre en alto, él siempre estaba acompañado por su amigo, el cual jamas dicen su nombre, pero él fue uno de los testigos de todos los acontecimientos

RONALD ALEXIS SEPULVEDA ORTEGA 11°A

Anónimo dijo...

CREO QUE VAMOS DE MAL EN PEOR
Conociendo la exelente narrativa de edgar alan poe me parece que esta obra no esta yo soy un fanatico absurdo de las obras de misterio pero esta en particular ME ABURRIO comenzo muy bien presenta a nuestro protagonista y a duplin pero luego de que comienza el desarrollo OCURRE UNA DE LAS PERORES COSAS QUE PUEDE HACER UN ARTISTA que es desperdiciar a sus personajes por que duranmte todo el cuento se encargo de alabar la inteligencia de duplin y dejar al protagonista y a g como unos simples espectadores desperdiciando completamente algo que le pudo dar a la historia mucho contenido a la historia pero trsitemente es desperdiciado lo que nos lleva a un final muy malo que el unico mensaje que me deja es que duplin es un supuesto genio..

JUAN MARCO POSTIGLIONI PEÑALOZA 11 A

Anónimo dijo...

LA CARTA ROBADA

Esta fue una historia muy atrayente debido a la manera tan explícita en la que fue narrada y que en lo personal esto fue lo que me motivó a seguir leyendo, para conocer el final y saber por fin, después de tantos detalles que le daban que eran los que le daban misterio a la situación,la forma en la que Dupin que era un hombre inteligente y observador,ayudado de estas cualidades pudo duscubrir el lugar en el que estaba la carta, que era tan obvio y tan inesperado que los policías no pensaron nunca en buscar allí.
Este cuento nos puede dejar como enseñanza la serenidad que hay que tener al resolver los problemas, no dejarse llevar por el estrés o la ansiedad y permanecer en calma para poder pensar y actuar de manera inteligente.

Karen Natalia Ortiz Lemus
11A

Anónimo dijo...

a pesar de que la obra llega a ser algo tediosa, no se puede negar la gran habilidad de escritura que tiene Poe al tomar un caso en apariencia sencillo y sacarle el máximo jugo posible, incluso se podría decir que Dupin es un auténtico genio debido que no tiene una manera sencilla de pensar, ya que no se deja llevar por un pensamiento sistemático si no que va más allá, y eso lo sabe el precepto G y por ende acude a su ayuda, además el hecho de que la carta la tuviera el ministro D, le da algo más de jugosidad al asunto, debido a que esta fue la mejor oportunidad para la venganza por parte de Dupin.
Dianny Marinet Mesa Duarte 11A

Anónimo dijo...

ESTA HISTORIA TIENE UNA ESENCIA DE ENGAÑO Y SOBORNO, CON EL TOQUE POLICIAL, DONDE UNA VEZ MAS DUPIN SACA A FLOTE SUS BUENAS CUALIDADES, ESTA VEZ TIENE QUE RESOLVER UN CASO QUE LE HA ENCOMENDADO EL PREFECTO DE PARIS DE LA POLICIA, G… SE TRATA DE UNA CARTA, PERTENECIENTE A UNA MUJER Y QUE PRESUNTAMENTE HA SIDO ROBADA POR EL MINISTRO D PARA CHANTAJEAR A LA MUJER, DUPIN LOGRA ENCONTRAR LA CARTA EN EL HOTEL DONDE SE ENCUENTRA EL MINISTRO Y ACEPTA EL GRAN INGENIO DE ESTE, PUES ES SIMILAR A ÈL, PERO NO LO MISMO, PUES ÈL SI TIENE PRINCIPIOS, EL LUGAR DONDE ESCONDIO LA CARTA RESULTA IMPENSABLE PARA ALGUNOS PUES EL MINISTRO D HIZO LO INIMAGINABLE PARA ALGUIEN COMUN, LA CARTA ESTUVO SIEMPRE AL DESCUBIERTO CON ALGO DE DISIMULO. ES UNA OBRA MUY BUENA, ES LA QUE MÀS ME GUSTO, PUES ESTUVO MARCADO SIEMPRE POR LA INCERTIDUMBRE DE CONOCER Y SABER, PONE A FLOTE EL USO DE LA RAZON TANTO DE DUPIN COMO DEL LECTOR, PUES NO SE EXPLICA COMO PUDO HABER OCULTADO LA CARTA HABIENDO BUSCANDO EN CASI TODO EL LUGAR,UNA VEZ MÀS ESTE PERSONAJE MUY BUENO, MUY TRABAJADO Y CON SORPRESAS.
KERLY JAIMES LIZARAZO 11B

Anónimo dijo...

La carta robada, este cuento nos habla de la búsqueda de una carta muy importante que contiene información que puede dañar la reputación de una mujer, así es como empieza la búsqueda de dicha carta encargada por el Prefecto G, en donde él empieza su búsqueda hacía el Ministro D quién es el sospechoso de haber robado la carta, sin embargo por más esfuerzo que pone el Prefecto G no logra encontrarla, y es ahí donde recurre a Dupin, quien fácilmente gracias a su inteligencia logra encontrar la dichosa carta, sin embargo se logra notar al final aquella rivalidad de Dupin y el Ministro D y el cómo al parecer se conocían bastante.
El problema de el Prefecto no fue realmente falta de inteligencia sino el haber juzgado de más, ya que al saber que el Ministro D además de ser un matemático también era un poeta, lo califico de tonto anulando así el rasgo que lo llevaría a resolver el crimen, cosa que no pasó con Dupin, al conocerlo tan bien sabía cuál era la forma de hallar dicha carta y cumplir su objetivo incluso dejando cierta burla al Ministro D.
Con este cuento, podemos ver cómo a veces simplemente por juzgar de más perdemos de vista lo que es realmente importante, por llenar nuestra mente de prejuicios y catalogar a las personas perdemos de vista lo que es realmente esencial.
Sin más qué decir, aunque no ha sido mi cuento favorito, no puedo negar el hecho de que Poe nos demuestra el gran escritor que es y siempre que logremos adentrarnos vamos a poder entender cómo tomar sus cuentos en nuestra vida cotidiana.
-Ilenee Estefanía Rubiano Jaimes, 11B

Anónimo dijo...

LA CARTA ROBADA “EDGAR ALLAN POE”
MARIA VALENTINA AVENDAÑO ROJAS 11°A
Edgar Allan Poe en esta historia nos narra cómo es la búsqueda de una carta y saber que esta dichosa carta al caer en manos equivocadas puede perjudicar a la persona que describe el contenido. La carta después de un largo tiempo es una gran incógnita al no ser hallada, se evidencia el verdadero valor al poner le precio. En esta historia se evidencia las diferentes capacidades intelectuales de las personas y como cada de una de ellas ve su entorno.
La carta robada es una historia a la cual no estamos acostumbrados a leer de Poe, pues trata más sobre un caso policiaco. Edgar Allan Poe da una vuelta desde su punto de vista al narrar este tipo de historias ya que lo conocemos al estar más familiarizado con lo terrorífico. En mi opinión creo que es una historia llamativa ya que Poe se sale más de zona de confort al tratar de narrar este tipo de historias y poner en discusión el intelecto de las personas.
MARIA VALENTINA AVENDAÑO ROJAS 11°A

Anónimo dijo...

La carta robada, no es una historia de terror ni mucho menos, habla de un documento que es sustraido del despacho del rey, si mal no recuerdo, manda a la policia a buscarla a la casa del hombre que se cree la robó, pero a pesar de que hacen una busqueda increiblemente minuisiosa no aparece, y resulta estar a las narices de todos.Es la última de las tres historias protagonizadas por el detective ausguste dupin. La trama consiste en que se ha perdido una carta que puede perjudicar a su dueño, a quien iba dirigida, si cae en malas manos. El prefecto de la policía parisiense, al ver que no puede resolver el misterio, decide pedir ayuda a Dupin, pues sabe quién la ha robado pero no dónde la ha escondido el audaz ladrón.

NICOLEX VALENTINA CASTRO SEPULVEDA 11A

andres morales dijo...

La carta robada un cuento de misterio el cual muestra como el plan más simple puede ser el más eficiente esto lo podemos observar cuando el policía con el plan más elaborado intenta buscar la carta la cual se sabía quien la había robado, pero no donde estaba, este al fin y al cabo termino dando una recompensa al que la encontrara por él, en este caso vemos como el detective con un simple plan puede encontrar la carta la cual se encuentra en un lugar casi obvio, y este se queda con la carta original para dejarle una de broma al ladrón por sus anteriores desacuerdo hace un tiempo, esto nos da a conocer que en muchos casos lo simple es lo más efectivo y que los misterios puede estar frente a nuestras narices, pero si no analizamos bien y vemos desde una perspectiva distinta no haremos nada. Así aplicamos a nuestra vida cotidiana a la hora de solucionar nuestros problemas, buscar una solución simple y eficiente, para lo cual debemos tener paciencia y astucia.

cesar andres morales mendez- 11a

Camilo Correa dijo...

Me pareció una historia bastante simple y a la vez ingeniosa al estar en esa pelea de ingenios, en el que Poe nos refleja como podemos ganarle a un oponente conociendo sus debilidades por medio del intelecto, al principio espere bastante del cuento ya que empezó con un ambiente perfecto pero después se volvió algo muy distractor y tal vez eso afecta bastante al lector, y en cuanto al intelecto podemos ver como Dupin, lo demostró engañando al señor D...
en conclusión la inteligencia radica en que debemos ver mas allá de la nariz, y como el intelecto vence, y así podemos ganar una batalla contra lo que se nos atraviese.

CAMILO ARMANDO CORREA CÁRDENAS 11A

Anónimo dijo...

En esta obra literaria hay dos narradores, el primero es como un testigo que se encarga de observar todo lo acontecido y narrar el caso ya que viene siendo un personaje y solo simplemente tiene una gran amistad con el protagonista. Esta trama está desarrollada en distintas temáticas menores que hacen de esta historia un gran orden cronológico y así dando a conocer un índice temporal del mismo, a través de que se le va dando curso a esta obra literaria el autor se encarga de llevarnos a un mundo de suspenso y de enigma total que poco a poco toma forma a medida que se va descubriendo el caso.
Destaca mucho a Dupín, el protagonista que tiene una gran habilidad como detective y se encarga de presumir todo lo que realiza con total éxito, así también lo consiguió al encontrar La carta robada haciendo de las suyas, con total desempeño y buscando en lugares que el sabía que la policía no iba a buscar ganándose la recompensa establecida por el jefe de policía y logrando su objetivo.
HEIDY ALEJANDRA RAMIREZ TORRES 11B

HEADPHONES3 dijo...

Una vez más Poe nos demuestra la calidad de sus escritos.
Una carta con una información importante que podría dañar la reputación de un ministro ha sido robada, y este menciona una recompensa a quien encuentre la carta, y es donde sale mi personaje favorito, el detective Dupin, que con su astucia e inteligencia logra ganarse esta recompensa de una manera nada llamativa ni alarmante, ya qué logra descubrir el lugar donde se encuentra la carta gracias a su conclusión, "debes pensar como la persona que robó y oculto la carta", alguien no va a esconder algo en el lugar donde las personas buscarían, y es por esto que logra encontrar la carta y reemplazarla por una falsa. A veces considero que el detective Dupin es semejante a el autor del libro, porque tanto desempeño de inteligencia no puede ser inventado, consideró que el autor es bastante relajado para pensar de más y lograr tan buenos escritos, a pesar de que a mi parecer estuvo algo largo el cuento poco a poco logró que me mantuviera pegada a la narración.

Gissel Vargas 11B

Anónimo dijo...

Entre más tenemos algo a la vista, más lo ignoramos.

Este relato es muy entretenido y sorprendente de ver cómo Dupin resuelve el misterio. Poe nos deja como moraleja que muchas veces la solución está en frente de nuestras narices, pero inconscientemente ignoramos debido a que nos obsesionamos por la comprensión y complejidad de algo que olvidamos que el resultado puede estar en lo más obvio.

GABRIELA ALEJANDRA ARIAS GARCÍA 11A

Jhohan Portillo dijo...

Nuevamente una obra de género policial, contando con premisas al derecho de Dupin, es una historia bien ambientada y con cierta caracteristas prrdentes en su orden cronológico, se sitúan bajo el robo de una carta y puede que nos veamos enfrascados en la narración de 2 personajes, Dupin y su amigo. No soy tan fiel seguidor a las extorsiones, y no hago razón para lo que quiso hacer el ministro, pero sin embargo, la historia se desenvuelve bien paso a paso y torna aún más expectativa al instante de pagar una suma monetaria extra al detective para resolverlo lo antes posible, y fue muy fácil para Dupin, siendo que el detective y el ministro tenían ciertas similitudes en cuanto al ámbito de la poesía, y aún después de todo ello, Dupin decide enfatizar y burlarse de su rival, para dar una buena cereza de pastel al finalizar la obra.


Jhohan Portillo 11A

Anónimo dijo...

Este relato se compone de muchos elementos organizados cronológicamente que ocasionan la atracción al lector. El argumento hace que la obra se conecte en perfecto orden y que las acciones tengan una causa y consecuencia.
Al principio el titulo te da la sensación de que será un buen relato y cuando empiezas a leer, quedas atrapado desde el primer párrafo.

Al final deja un mensaje significativo que se basa en que hay veces en las que nos complicamos mucho la vida buscando a fondo una solución y termina siendo más simple y sencillo de que pensabamos


LEIDY GELVES 11B

Anónimo dijo...

En el cuento, Allan Poe busca el placer de la razón. Existen cuatro formas de razón dando lugar a historias intercaladas aunque muy breves, de modo que no se rompe la unidad que caracteriza los relatos del autor. La razón está encarnada en los distintos personajes destacando Dupin, el cual hace creer al lector que "lee la mente" de los restantes personajes, adelantándose a los pasos que dan con la explicación de la teoría de juegos que Dupin le da a su compañero. Esta teoría, la cual permite una toma de decisiones, pertenece a un área de las matemáticas aplicadas–paradójicamente, criticadas por este personaje- permite la toma de decisiones, poniendo como ejemplo a su compañero el juego de "par o impar"

El prefecto representa una actuación antagónica respecto a la de Dupin y por consiguiente del ministro, utilizando tan solo un método científico empírico sin ponerse en el lugar o en la mente del ladrón. En definitiva, Allan Poe hace una crítica a través de Dupin, quien explica de forma minuciosa su forma de razonar, que se adecua a la mente del ministro. Es una crítica al positivismo decimonónico en el que se intenta unificar todo y seguir un mismo método
Gisell Álvarez Páez 11A

Anónimo dijo...

He de admitir que en este relato me he impresionado bastante, de nuevo Edgar Allan Poe nos impresiona con sus personajes misterosos pero gran trabajados, la astucia y la forma de ver las cosas de Dupin es algo que me ha parecido genial, destacando en su análisis el hecho de que muchas veces pasamos de las cosas más simples por siempre creer que la respuesta está en la complejidad, nos invita a reflexionar un poco sobre la forma en la que solucionamos nuestros problemas, que a veces aunque la solución esté en frente de nosotros, no nos damos cuenta, ahogandonos en un vaso de agua.
MELANY RUBY GELVEZ CRUZ 11A

Anónimo dijo...

La carta robada es una pequeña historia que narra la perdida de una carta en la que se puede ver perjudicada una persona, su dueño. Piden así la ayuda a un detective llamado Dupin, encerrando esta historia en ese estilo de criminal y detectivesco que iba a empezar a ser popular en los años siguientes. El relato desde el principio hace que uno como lector quedemos atrapados en él y querer poder saber es el ladrón que está detrás de todo, con una gran cronología y muy bien estructurado, escrito de manera ágil y dinámica, con un mensaje significativo detrás de dejar de hacernos las cosas más complejas y replantearnos lo que somos ahora y como se puede solucionar de la mejor manera.
Sin duda una historia recomendable.


MARIA PAULA PIMIENTA BAUTISTA 11B

Lonmar Eduardo Martinez Palacio dijo...

En este cuento, si bien la intención principal del autor se ha logrado pero a medida que se desarrolla la historia el hilo se va perdiendo y la historia entra en un argumento sin sentido, a mi parecer es debido a que no se sacia la necesidad del lector de un poco de acción lo que hace que el lector descuide un tanto el argumento inicial por ser este estático y no dinamizarse a medida en que la historia se va desenvolviendo, si bien la idea del antagonismo es perfecta debe dinamizarse un poco mas para evitar que aquella perdida del hilo por parte del lector

Anónimo dijo...

En esta obra literaria se puede percibir 2 narradores, el primero es un testigo que se encarga de observar todo lo que pasa, y así mismo lo va narrando, creando un personaje que tiene una amistad estrecha con el protagonista, (este personaje no tiene nombre en el cuento). Ahora hablaremos del personaje principal, este desempeña un gran papel ya que es el que conduce lo más importante de esta obra, así mismo el lector va siguiendo los sucesos para encontrar la carta robada.
Al leer este cuento he podido dilucidar qué tiene muchos temas interesantes como un análisis detallado sobre los acontecimientos, un crimen perfecto, unos policías con poco conocimiento sobre investigación y lo que más se destaca, una excelente trama.
En este cuento se destaca el personaje Dupin, este protagonistas tiene gran habilidad como detective y se encarga de presumir todo lo que logra con total éxito, así como también consiguió encontrar la carta robada saliéndose con la suya, haciendo notar su agilidad e intuición buscando en lugares que los policías no iban a hallar, de esta forma logró ganarse la recompensa y logrando su objetivo.
Podría decir que en esta obra se muestra una serie de argumentos basados en algunos sucesos que pueden pasar en la vida. Dando ejemplo a la escena de los policías, cuando buscan la carta desesperadamente por toda la casa pero sin poder encontrarla teniendo al frente el principal sospechoso no encuentran evidencia.
Pasamos a el detective que resuelve y da fin a todo de la mejor manera, asombrando a sus colegas. Finalmente el protagonista inesperadamente y con una gran habilidad cambia la carta robada y sale victorioso para encontrarse con el prefecto y así reclamar su recompensa.
Sofía Gómez 11B

juan pablo blanco dijo...

En el cuento La carta robada de Edgar Allan Poe nos relatan un momento de la vida, principalmente de tres hombres, uno que cumple una labor mayor y los otros dos como sus "ayudantes", en este cuento se presenta un suceso realmente extraño, la perdida de un objeto que resulta realmente difícil de encontrar, pero lo que hace magnífico y marca la diferencia en este cuento es que ese objeto esta en el lugar menos esperado,a pesar de que se utilizan métodos totalmente exactos para buscar rincón a rincón, la manera en que es encontrado en objeto es increíble, la simpleza es tanta, que es sorprendente cómo Dupin resuelve el misterio; asi, queda claro que realizar actos y cumplir metas depende de mucha astucia y duda, debemos dudar hasta de lo mas lógico para encontrar lo mas aproximado a la verdad,aunque las deducciones para resolver el asunto me parecieron atinadas, aunque tuve que hacer un acto de fe en el cuento para creerme ciertos errores de la policía francesa en la búsqueda de la carta (¿como es posible que registren palmo a palmo una vivienda y no vean que la carta está sobre una mesa, en un tarjetero?). Pero igual fue un relato intenso, en el que el autor desplega todo su ingenio y lo pone al servicio de una obra magnífica de suspenso, resuelto magistralmente tanto por su sencillez narrativa como por su final.

Este cuento, nos lleva a utilizar nuestra mente de una forma analítica, audaz y matemática, una vez mas el escritor Edgar Allan Poe nos sorprende incluyendo los cálculos de una mente maestra.
Tiene un final divertido y con leve ironía. Sin duda, un relato excelente de Poe,y me enseñó la norma de oro cuando quera esconder algo y que nadie lo encuentre.

Juan Pablo Blanco 11B

EDERSON P. CACERES dijo...

El cuento es muy interesante y el toque de misterio lo hace más interesante, si el lector comienza a leer el cuento con solo leer un cuarto bastara para que se sienta obliga a terminarlo, solo esto es suficiente para recalcar que tan bueno y entretenido fue el cuento.
Lo primero que pensé al leer el nombre “Dupin” fue en el personaje Arsenio Lupin, es un ladrón de guante blanco que aparece en las novelas de detectives del escritor francés Maurice Leblanc.
Es muy interesante como trata de dejarnos la moraleja de que no pensemos solamente de una manera, debemos ser flexibles e innovadores de pensamiento y a la hora de razonar; ser rígidos a la hora de pensar solo hará que quedemos “atollados” a la hora de hacer un razonamiento sencillo por pensar que es muy simple para ser así.
Durante la narración se resaltan antivalores como la codicia
El lugar en que ocurren los hechos narrados es parís, en los años 1800
EDERSON PABUENA CACERES 11°A

Nikolas Corrales dijo...

Este no posee nombre en esta historia, solo le suministra la información a Duplín para que este narre la historia de como se recupero la carta. El personaje principal de La carta robada desempaña un gran papel que requiere ser el hilo conductor para suministrar todo lo mas importante sobre esta obra, para así dar al lector un mejor entendimiento de la misma y entienda la serie de acontecimientos que sucedieron para poder encontrar esa carta robada y ser la persona que tuvo la motivación para ayudarse en este caso. Hay bastante variedad de acontecimientos universales para que el lector despeje su mente de todo a su alrededor y se dedique a emprender en La carta robada y así se valla colocando en distintos ambientes que este cuento nos trae. Destaca mucho a Dupín, el protagonista que tiene una gran habilidad como detective y se encarga de presumir todo lo que realiza con total éxito, así también lo consiguió al encontrar La carta robada haciendo de las suyas, con total desempeño y buscando en lugares que el sabía que la policía no iba a buscar ganándose la recompensa establecida por el prefecto y logrando su objetivo.

Reynaldo Barón Pulgarin dijo...

Este cuento que escribió Edgar Allan Poe, es el que más agrado tengo, ya que habla de las historias detectivescas con el ficticio C. Auguste Dupin, siendo, La Carta Robada, el tercer cuento en donde aparece C. Auguste Dupin. Yo hace más de un año me había leído las otras dos historias del personaje mencionado anteriormente, y para ser sincero, le tengo un profondo interés a las historias de este tipo.

Lo que me agrada de esta historia, es que el autor va directo a la acción , en donde C. Auguste Dupin habla de los casos cerrados con el narrador, y al poco tiempo son interrumpidos por la llegada del prefecto de París de la Policía, G. Y como es de esperar, el policia llega porque tiene un caso de Dupin.

De los seis cuentos de Edgar Allan Poe, este cuento es el que más me engancho, ya que contiene la continuación de las historias detectivescas C. Auguste. Además, esta historia es mejor que la obra "El misterio de Marie Roget", pero no llega al nivel de epicidad que la obra de "Los crimenes de la calle Morgue". Para mi, sin duda alguna, los cuentos de Edgar Allan Poe, me hacen perder en un mundo imaginario mientras leo sus cuentos, logrando así, presenciar el caso como si lo estuviera haciendo yo.

Reynaldo Barón - 11°A

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