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miércoles, 13 de mayo de 2020

CUENTO N°5: LOS CRÍMENES EN LA CALLE MORGUE

¿Qué canción las sirenas cantaron, o qué nombre tomó Aquiles cuando se escondió entre las mujeres? Aunque éstos sean problemas arduos, no se hallan fuera del alcance de toda conjetura.
                                                                                                                                                                          Sir Thomas Brown, El entierro en la urna.
 



Las condiciones mentales que suelen juzgarse como analíticas son, en sí mismas, muy difíciles de analizar. Las apreciamos únicamente por sus efectos. Conocemos de ellas, entre otras cosas, que son siempre para quien las posee en alto grado fuente de grandes goces. Así como hay hombres que se entusiasman con sus aptitudes físicas, el analizador se deleita con la actividad intelectual que se ejerce al "desentrañar" , y obtiene placer hasta de las más triviales ocupaciones que ponen en juego su talento. Se fascina con los enigmas, los acertijos, los jeroglíficos, y muestra, en las soluciones de cada uno, un grado de "agudeza" que al vulgo le parece penetración sobrenatural. Sus resultados, logrados por su solo espíritu y por la esencia de su método, adquieren todo el aspecto de una intuición.

La facultad de resolución es acaso potenciada por los estudios matemáticos, y es especialmente esa importantísima rama de éstos la que, impropiamente y sólo teniendo en cuenta sus operaciones previas, ha sido llamada como por excelencia: análisis. Sin embargo, calcular no es en sí analizar. Un jugador de ajedrez, por ejemplo, hace lo uno sin esforzarse en lo otro. De esto se desprende que el juego de ajedrez, en sus efectos sobre la mente, está mal comprendido.

No, yo no estoy escribiendo aquí un tratado, sino prolongando una narración bastante singular, con observaciones hechas a la ligera. Pero aprovecharé esta ocasión para afirmar que las más altas facultades de la inteligencia reflexiva trabajan más decididamente y, con más provecho, en el modesto juego de "damas" , que en la primorosa superficialidad del ajedrez. En éste, donde las piezas tienen diversos y rebuscados movimientos, con diferentes y variables valores, lo que sólo es complicado se toma erróneamente por profundo. La atención trabaja aquí poderosamente: si flaquea un instante se comete una negligencia cuyo resultado es retroceso o derrota. Como los movimientos no sólo son muchos, sino intrincados, las probabilidades de descuidarse se multiplican y en nueve casos de diez el que triunfa es el jugador con más capacidad de concentración, y no el más perspicaz. En las "damas", por el contrario, los movimientos son "únicos" y con poquísima variación, y como, por consiguiente, la atención queda relativamente desocupada, las ventajas obtenidas por cada una de las partes resultan de una perspicacia superior.

Para ser menos abstracto, supongamos un juego de damas donde las piezas quedan reducidas a cuatro reinas, y en el que no pueden tenerse distracciones. Es evidente que en este caso, estando los adversarios en completa igualdad de condiciones, la victoria sólo es decidida por un movimiento "calculado", que resulta de un esfuerzo de la inteligencia. Privado de los recursos ordinarios, el analizador penetra en el espíritu de su contrincante, se identifica con él, y, con no poca frecuencia, descubre de una ojeada los únicos procedimientos, a veces absurdamente sencillos, por los cuales puede inducirlo a error, o arrastrarlo a calcular equivocadamente.

El "whist" (juego de naipes) ha sido señalado siempre por su influencia en lo que se llama facultad analítica, y se ha visto a hombres con alto grado de inteligencia que han hallado en él, a primera vista, un deleite inexplicable, olvidando al ajedrez por superficial. Y no hay duda de que no existe otro juego que ejercite tanto la capacidad de análisis. El mejor jugador de ajedrez, puede llegar a ser, con el tiempo, poco más que el "mejor jugador de ajedrez" . En tanto que la pericia del "whist" implica talento para el éxito en todas las empresas en que la inteligencia lucha con la inteligencia.

Al hablar de pericia, me refiero a la perfección en un debate que incluye una comprensión de todas las fuentes de donde pueda derivarse una ventaja legítima. Estas fuentes son multiformes, y residen en recónditos lugares del pensamiento, completamente inaccesibles para el entendimiento vulgar. Observar atentamente es recordar distintamente, y en cuanto a esto, el jugador de ajedrez lo hará muy bien en el "whist", ya que las reglas de Hoyle, basadas a su vez en el puro mecanismo del juego, son suficientemente comprensibles. Así, el poseer una buena memoria, y proceder según esas reglas, son puntos comúnmente considerados como el total cumplimiento de un buen jugador. Pero es en problemas que están fuera de los límites de las reglas donde se demuestra la agudeza del que analiza. Efectúa en silencio múltiples observaciones. Tal vez lo hacen también sus adversarios, pero la diferencia en lo extenso de la información obtenida no residirá tanto en la ilación como en la calidad de lo observado. Nuestro jugador no se circunscribe al juego en modo alguno, y deberá rechazar ciertas deducciones que se originan en cosas exteriores a éste. Examina la fisonomía de su compañero, y la compara con la de cada uno de los demás contrincantes. Considera el modo de distribuirse las cartas a cada mano, contando triunfo por triunfo y tanto por tanto, escrutando las ojeadas que dan, a cada uno de ellos, sus contendores. Nota cada variación en los rostros, a medida que el juego avanza, recogiendo gran cantidad de ideas a través de la divergencia en las expresiones, ya sean de sorpresa, de triunfo o desagrado, y por la manera de recoger una baza, juzga si la persona que la toma puede hacer otra después. Reconoce lo que se juega simuladamente por el gesto con que se echa la carta sobre la mesa. Una palabra inadvertida, la caída accidental de una carta, o el ademán de volverla casualmente, con ansiedad o descuido, para evitar que puedan verla: la duda, el entusiasmo o el temor, todo ello depara a su percepción indicaciones precisas. Una vez jugados los dos o tres primeros turnos, se halla en condiciones de tirar sus cartas con absoluta precisión, como si el resto de los jugadores tuvieran vueltas hacia él las caras de las suyas.

La facultad analítica no debe confundirse con mera ingeniosidad: no, ya que el analizador es necesariamente ingenioso, en cambio el hombre ingenioso a menudo es incapaz de análisis. La capacidad de combinación con que se manifiesta generalmente el ingenio, y a la cual los frenólogos, erróneamente en mi opinión, han asignado un órgano aparte, suponiendo que es una cualidad primordial, se ha visto con frecuencia en individuos que, por otra parte, bordeaban la idiotez. Esto ha llamado la atención en escritores especializados en dichos temas. En efecto, entre la ingeniosidad y el talento analítico existe una diferencia mucho mayor que entre el fantasear y la imaginación, aunque de caracteres estrictamente análogos. En realidad puede comprobarse que el ingenioso es siempre fantástico, y el "verdadero" imaginativo no deja de ser nunca analítico.

La narración que sigue podrá servir, de cierta manera, al lector para ilustrarlo en una interpretación acerca de las enunciaciones que acabamos de anticipar.

Hallándome en París, durante la primavera y parte del verano de 18.., conocí a un señor llamado C. Auguste Dupin. Pertenecía este joven caballero a una excelente familia; es más, a una ilustre familia. Pero, por una serie de malhadados acontecimientos, había quedado reducido a tal pobreza, que sucumbió en ella la energía de su carácter, y renunció a sus ambiciones mundanas, así como a luchar por la restauración de su fortuna. Con el consentimiento de sus acreedores, pudo quedar todavía en posesión de un remanente de su patrimonio, y con la renta de éste logró arreglárselas, mediante una rigurosa economía, para procurarse lo más necesario para vivir. Los libros eran su único lujo, y en París los libros se obtienen fácilmente.

Nuestro primer encuentro acaeció en una oscura biblioteca de Montmartre, donde la coincidencia de andar ambos buscando un raro y notable volumen nos puso en estrecha intimidad. Nos vimos a menudo, y yo me interesé profundamente por su historia familiar, que él me contó minuciosamente, con el candor con que un francés da rienda suelta a sus confidencias cuando habla de sí mismo. Además me admiraba la amplitud de sus lecturas, y, sobre todo, mi alma se encendía con el vehemente ardor, y la viva frescura de su imaginación.

Debido a las investigaciones de que yo me ocupaba entonces en París, comprendía que la amistad de un hombre como aquel sería un tesoro inapreciable, y con esta idea me confié francamente en él. Por fin, convenimos que viviríamos juntos durante mi permanencia en la ciudad, y como mi situación económica era menos precaria que la suya, me fue permitido participar en los gastos del alquiler, y de los muebles que se adaptaron al carácter algo fantástico y melancólico de nuestro común temperamento. La casa, vetusta y abandonada hacía ya mucho tiempo por ciertas supersticiones que no quisimos averiguar, se bamboleaba como si fuera a hundirse en un desolado rincón del Faubourg Saint–Germain.

Si la rutina de nuestra vida en aquel sitio hubiera sido conocida por la gente, nos habrían tomado por locos. Nuestra reclusión era completa. No admitíamos visitantes. En realidad, el lugar de nuestro retiro fue cuidadosamente mantenido en secreto para mis antiguos camaradas, y hacía varios años que Dupin había dejado de conocer a alguien, o de ser conocido en París. Allí existíamos sólo el uno y el otro.

Una rareza de mi amigo ¿cómo podría calificarla de otro modo?, consistía en estar enamorado de la noche por ella misma, y con esta extravagancia, como con todas las demás que él tenía, condescendía tranquilamente. Me entregaba a sus singulares manías sin alterarme. La noche no podía habitar siempre con nosotros, pero podíamos falsificar su presencia. Al primer albor de la mañana, cerrábamos todos los postigos de la vieja casa, y encendíamos un par de velas, fuertemente perfumadas, que por eso mismo no daban más que un resplandor sumamente pálido y débil. Al amparo de aquella luz, ocupábamos nuestras almas en sueños, leyendo, escribiendo, o conversando, hasta que el reloj nos anunciaba el advenimiento de la verdadera oscuridad. Entonces salíamos a pasear por las calles, vagabundeando hasta muy tarde, buscando entre las estrafalarias luces y sombras de la populosa ciudad, la prodigiosa excitación mental que la serena meditación no lograba darnos.

En tales ocasiones, yo no podía menos que admirar el talento particularmente analítico de Dupin. Además él se deleitaba en ejercitarlo, y no vacilaba en confesar el placer que ello le causaba. Se jactaba conmigo, de que, para él, muchísimos hombres llevaban ventanas en sus pechos, y reforzaba tales afirmaciones con pruebas, directas y sorprendentes, de su íntimo conocimiento de mi persona. Sus maneras, en esos momentos, eran glaciales y abstraídas; sus ojos quedaban sin expresión; en tanto que su voz, ricamente atenorada, se elevaba hasta un tono atiplado, que hubiera sonado a petulancia, a no ser por la circunspecta claridad de su dicción. Observándolo en aquellas disposiciones de ánimo, yo reflexionaría acerca de la antigua filosofía del "alma doble", y me divertía imaginando un "doble Dupin": el "creador" y el "analizador".

No vaya a suponerse, por lo que acabo de decir, que estoy narrando algún misterio, o escribiendo una novela. Lo que he escrito acerca de mi amigo, no es más que el contenido de una inteligencia exaltada. Pero de la clase de sus observaciones, en esa época, un ejemplo dará mejor idea.

Una noche vagábamos por un calle larga y viejísima en las cercanías del Palais Royal. Como cada uno de nosotros, al parecer, iba enfrascado en sus propios pensamientos, hacía por lo menos quince minutos que no habíamos pronunciado ni una sílaba. De pronto, Dupin rompió el silencio:

—Mirándolo bien, ese muchacho es demasiado pequeño, y estaría mejor en el Teatro de Variedades...

—De eso no cabe duda —repliqué yo, sin reflexionar en lo que decía, y sin observar, en el primer instante, de qué modo extraordinario mi interlocutor coincidía con mis meditaciones. Un instante después me recobré, y mi asombro fue profundo—. Dupin —dije, gravemente—, esto excede a mi comprensión... Estoy perplejo, y apenas puedo dar crédito a lo que oí. ¿Cómo es posible que usted haya podido saber lo que yo estaba pensando?

Diciendo esto me interrumpí, para asegurarme de que realmente él sabía en quién pensaba.

—En Chantilly —contestó—. ¿Por qué se ha interrumpido? Usted pensaba que su diminuta figura lo inhabilita para la tragedia.

Ése era, precisamente, el tema de mis reflexiones. Chantilly es un exzapatero remendón de la calle Saint Denis, que se fascina con el teatro, y ha audicionado para el papel de Jerjes en la tragedia de Crebillón, pero sus esfuerzos no le han hecho ganar más que las burlas de la gente.

—Dígame, por Dios —exclamé—, ¿por qué método, si lo hay, ha logrado profundizar así en mi espíritu?

En verdad yo me hallaba mucho más sorprendido de lo que hubiera querido confesar.

—Ha sido el vendedor de frutas —respondió mi amigo—. Él lo indujo a usted a esa conclusión de que Chantilly no tiene la estatura necesaria para hacer un Jerjes ni ninguno parecido.

—¿El vendedor de frutas? ¡Me confunde usted, Dupin! Yo no conozco a ninguno...

—Sí, ese hombre con el que tropezamos hará unos quince minutos.

Entonces recordé que, en efecto, un vendedor de frutas, que llevaba en la cabeza una gran canasta de manzanas, estuvo a punto de derribarme cuando pasábamos de la calle C... al callejón donde estábamos ahora. Pero no alcanzaba a comprender qué tenía que ver aquello con Chantilly.

En Dupin no cabía ni la menor partícula de charlatanería.

—Voy a explicárselo —dijo—, y para que pueda recordarlo todo claramente, primero vamos a repasar en sentido inverso el curso de sus meditaciones; desde este momento, hasta el del "choque" con el vendedor de frutas. Los principales eslabones de la cadena se suceden "así" al revés: Chantilly, Orión, doctor Nichols, Epicuro, Estereotomía, las piedras de la calle, el vendedor de frutas...

Pocas son las personas que, en algún momento de su vida, no se hayan entretenido recorriendo, en sentido inverso, las etapas por las cuales han alcanzado determinadas conclusiones de su inteligencia. Es una ocupación interesante, y el que por primera vez la prueba, se queda pasmado ante la aparente distancia ilimitada, y la incoherencia que dan la sensación de mediar entre el punto de partida y la meta. Puede suponerse cuál sería mi asombro al escuchar lo que decía mi amigo. Pero no pudimos reconocer que decía la verdad. Dupin continuó de este modo:

—Si bien recuerdo, habíamos estado hablando sobre caballos en el momento en que salíamos de la calle C... Era el último tema que discutíamos. Cuando entramos en esta calle, un vendedor de frutas, con una canasta en la cabeza, pasó rápidamente, y lo empujó a usted contra un montón de adoquines en un sitio donde la calzada está en reparación. Usted puso el pie en uno de los adoquines sueltos, resbaló, se torció ligeramente un tobillo, y pareció malhumorado. Refunfuñó algunas palabras, se volvió para mirar el montón de adoquines, y luego siguió andando en silencio. No presté mucha atención a lo que usted hacía, pero la observación se ha convertido para mí, desde hace tiempo, en una especie de necesidad. Usted caminó, mirando el suelo, atendiendo con expresión de enojo a los hoyos del empedrado. Por lo que yo deducía, pensando aún en las piedras, hasta que llegamos al Pasaje Lamartine que ha sido pavimentado con tarugos sobrepuestos y remachados. Al entrar allí, su expresión se iluminó, y al mirar el movimiento de sus labios, supe que pronunciaba la palabra "estereotomía", término que tan afectadamente se aplica a esa clase de pavimento. Yo sé que usted no puede pronunciar para sí esta palabra sin pensar en los átomos, y por lo tanto en las teorías de Epicuro. Y considerando que, cuando discutíamos acerca de ese tema, le hice notar de qué singular manera las vagas conjeturas de aquel griego han hallado confirmación en la reciente cosmogonía nebular, comprendí que levantaría sus ojos hacia la gran nebulosa de Orión. En efecto, ha mirado hacia arriba, y entonces he tenido la certeza de haber seguido correctamente las etapas de su pensamiento. Ahora bien, en la diatriba que se publicó ayer en el "Musée" , aludiendo al pobre Chantilly, el crítico hizo algunas ofensivas alusiones al cambio de nombre del remendón al calzarse coturnos, y citó un verso latino del que nosotros hemos hablado a menudo: "Perdidit antiquum littera prima sonum" (la antigua palabra perdió su primera letra). Yo le había dicho que esto se refería a la palabra Orión, que primero fue Urión, y, por ciertas acaloradas discusiones que sostuvimos por esa interpretación mía, he tenido la seguridad de que no la había olvidado. Por lo tanto era lógico que no dejaría de asociar Orión con Chantilly. Que asociaba lo he comprendido por la clase de sonrisa que ha pasado por sus labios. Usted recordó aquella "inmolación" del pobre zapatero. Hasta ese momento caminaba inclinando el cuerpo, y repentinamente lo vi erguirse. Este gesto me ha dado la certeza de que usted meditaba en la diminuta figura de Chantilly. Y entonces fue cuando interrumpí sus pensamientos, para observar que, en efecto, por ser un sujeto demasiado bajo de estatura, Chantilly estaría mejor en el Teatro de Variedades.

No mucho tiempo después de esta conversación, estábamos revisando una edición de la tarde de la "Gazette des Tribunaux", cuando llamaron nuestra atención los siguientes párrafos:

"EXTRAÑOS ASESINATOS. Esta madrugada, alrededor de las tres, los habitantes del Quartier Saint–Roch fueron despertados por una serie de espantosos gritos, que salían del piso cuarto de una casa en calle Morgue, la cual estaba habitada únicamente por madame L'Espanaye y su hija Camille L'Espanaye. Al cabo de infructuosos intentos para poder entrar en la casa, de modo normal, hubo que forzar la puerta de entrada con una palanca de hierro, y entraron ocho o diez vecinos, acompañados de dos gendarmes. En aquel momento cesaron los gritos. Pero al llegar esas personas al rellano de la escalera, oyeron dos o más voces que parecían disputar airadamente, y procedían de la parte superior de la casa. Cuando subieron hasta el segundo piso, los rumores cesaron y todo permaneció en absoluto silencio. Las personas mencionadas recorrieron precipitadamente las habitaciones, y al entrar, por fin, en una vasta sala trasera del cuarto piso, cuya puerta también tuvieron que forzar por estar cerrada con llave por dentro, se hallaron ante un espectáculo que los sobrecogió de asombro y horror.

"La habitación estaba en completo desorden, y los muebles, rotos y esparcidos en diversas direcciones. No quedaba más lecho que el armazón de una cama: todo lo demás de ésta había sido arrancado y lanzado por el piso. Sobre una silla se encontró una navaja de afeitar manchada de sangre, y en la chimenea, dos o tres largas guedejas de cabellos humanos canosos, igualmente empapados de sangre, que parecían haber sido desprendidos de raíz. En el suelo se hallaron cuatro napoleones, un pendiente de topacio, tres grandes cucharas de plata, tres cucharillas de "metal d'Alger" y dos talegas que contenían aproximadamente cuatro mil francos en oro. Los cajones de una cómoda que se hallaba en un rincón estaban abiertos y, al parecer, saqueados, aunque todavía quedaban algunos objetos. Debajo de la cama descubrieron un cofrecito de hierro, abierto, con la llave aún puesta en la cerradura. No contenía más que unas cartas antiguas y otros papeles de poca importancia.

"De madame L'Espanaye no se encontraba ningún rastro. Pero al advertir en el hogar una cantidad desusada de hollín, se examinó la chimenea, y... ¡da espanto decirlo! se extrajo de allí el cuerpo de su hija, cabeza abajo; había sido introducido en dicha posición por la estrecha abertura, hasta una altura considerable. Este cuerpo estaba todavía caliente, y mostraba numerosas excoriaciones, ocasionadas sin duda por la violencia con que fue embutido en aquel lugar, y el esfuerzo para extraerlo. En el rostro tenía innumerables arañazos, y, en la garganta, cárdenas magulladuras, y profundas heridas causadas por uñas, como si la muerta hubiera sido estrangulada.

"Después de un completo reconocimiento de todos los lugares de la casa, sin lograr nuevos descubrimientos, los presentes se dirigieron a un patiecillo enlosado, en la parte posterior del edificio. Aquí fue hallado el cadáver de la anciana, madame L'Espanaye, con la garganta rebanada de tal modo que, al intentar alzar el cuerpo, la cabeza se desprendió. El cuerpo se veía horriblemente mutilado, y conserva apenas su apariencia humana.

"Hasta ahora, que sepamos, no se ha logrado el menor indicio para aclarar este escalofriante misterio."

El diario del día siguiente daba estos pormenores adicionales:

"LA TRAGEDIA DE LA CALLE MORGUE. Gran número de personas han sido interrogadas acerca de este espantoso y extraordinario asunto, sin que se consiga nada que arroje alguna luz. A continuación ofrecemos todas las declaraciones más importantes que se han obtenido.

"Paulina Dubourg, lavandera, declara haber tratado a las víctimas durante tres años, por haber lavado para ellas todo ese tiempo. Dice que la anciana y su hija vivían en buenos términos, muy cariñosas la una para la otra. Pagaban puntualmente. No sabe mucho acerca de su manera de vivir o los medios para hacerlo. Cree que la señora profetizaba la buena ventura para ganar la subsistencia, y se comentaba que mantenía dinero oculto. Jamás halló a otras personas en la casa, cuando la llamaban para recoger la ropa o cuando iba a devolverla. No tenían muchos muebles, salvo en el cuarto piso.

"Pierre Moreau, dueño de una tabaquería, declara que habitualmente le vendía pequeñas cantidades de tabaco y de rapé a madame L'Espanaye: durante unos cuatro años. Él nació en su vecindad y siempre ha vivido allí. La señora y su hija hacía más de seis años que habitaban en la casa donde fueron encontrados sus cadáveres. Anteriormente estuvo ocupada por un joyero, que a su vez alquilaba las habitaciones inferiores a varias personas. La casa era de propiedad de madame L'Espanaye, quien, descontenta por los abusos de su inquilino, decidió desalojar a éste, y se trasladó a vivir allí. En adelante se negó a alquilar ninguna parte de la casa. A la hija, el testigo dice haberla visto no más de cinco o seis veces en total. Las dos mujeres hacían una vida excesivamente retirada. Se decía que tenían dinero, y escuchó, entre los vecinos, que madame L'Espanaye veía la suerte, pero él no lo creía. No recuerda haber visto trasponer la puerta a ninguna persona, excepto a un mensajero una o dos veces, y ocho o diez a un médico.

"Muchos otros vecinos declaran lo mismo, y no se sabe de nadie que frecuentara la casa. Se ignora si la señora y su hija tenían familiares vivos. Los postigos de los balcones de la fachada raramente se abrían. Los de la parte de atrás siempre se mantuvieron cerrados, excepto las ventanas de la gran sala trasera del cuarto piso. La casa es un edificio bien tenido y no muy viejo.

"Isidore Musté, gendarme. Declara que fue llamado cerca de las tres de la madrugada, y halló a unas veinte o treinta personas, junto a la puerta principal, batallando por entrar. Él pudo forzar dicha puerta con una bayoneta, y no con una barra de hierro. No tuvo mayor dificultad en abrirla porque carecía de cerrojo o pasador en su parte de arriba y era de dos hojas. Los gritos fueron continuos hasta que la puerta fue abierta, y luego cesaron súbitamente. Parecían ser los alaridos de una persona, o personas, en estado de gran angustia; eran muy fuertes y prolongados, no cortos y rápidos. El testigo subió escaleras arriba, y llegando al primer rellano, oyó dos voces que gritaban y disputaban violentamente. Una de ellas era áspera, y la otra muy aguda, una voz muy extraña. Pudo distinguir algunas palabras de la primera, que era la de un francés. Positivamente no era voz de mujer. Las palabras eran "sacre" y "diable" . La voz aguda pertenecía a un extranjero. No puede asegurar si era de hombre o de mujer, y tampoco logró percibir lo que decía, pero cree que hablaba en español. El estado de la casa y de los cadáveres fue descrito por el testigo tal como lo describimos nosotros ayer.

"Henri Duval, de oficio platero. Da testimonio de que él formó parte del grupo que entró en la casa. Corrobora, en general, las declaraciones de Musté. En cuanto se abrieron paso forzando la puerta, volvieron a cerrarla para contener a la muchedumbre que se había agolpado, a pesar de ser tan tarde. El testigo piensa que la voz aguda era la de un italiano. De lo que está convencido es que no era la de un francés. No podría asegurar que la voz era de un hombre; bien podía ser la de una mujer. No conoce la lengua italiana, así es que no logró distinguir las palabras, pero por la "entonación" le parece que ese idioma es italiano. Conocía a la señora L'Espanaye. Había conversado con ella y con su hija frecuentemente, y sostiene que la voz aguda no pertenecía a ninguna de las dos víctimas.

"Odenheimer, encargado de una fonda. Este testigo se ofreció voluntariamente a declarar. Como no habla francés, necesitó de un intérprete. Es natural de Amsterdam. Pasaba por delante de la casa en el instante de los gritos. Se detuvo unos minutos, probablemente diez. Los gritos eran fuertes y prolongados, causaban espanto y angustia. Corrobora el testimonio anterior en todos sus detalles, excepto uno: la voz aguda era la de un francés. Aunque no pudo entender las palabras, las describe como rápidas, desiguales, dichas al parecer con una mezcla de ira y miedo. La voz no le pareció tan alta como áspera. En realidad no puede afirmar que fuera una voz verdaderamente de timbre agudo. La voz grave decía repetidamente "sacré, diable", y una vez reconoció las palabras "mon Dieu".

"Jules Mignaud. Banquero de la casa Mignaud et Fils, calle Deloraine. Es el mayor de los Mignaud. Manifiesta que la señora L'Espanaye poseía cierto capital, y había abierto una cuenta en su Banco ocho años atrás. Depositó con frecuencia pequeñas cantidades. No retiró nada hasta tres días antes de su muerte. Entonces sacó personalmente la suma de cuatro mil francos. Dicha cantidad le fue entregada en oro, y se encargó a un dependiente que se la llevara a su casa.

"Adolphe le Bon, dependiente del Banco Mignaud et Fils. Declara que, hacia el mediodía, tres días antes de que ocurrieran los hechos, acompañó a madame L'Espanaye hasta su domicilio, llevando los cuatro mil francos guardados en dos talegas. Cuando se abrió la puerta, se presentó mademoiselle L'Espanaye, quien cogió una de las talegas, mientras la anciana lo aligeraba de la otra. Él se limitó a saludar y a marcharse. No vio a ninguna persona en la calle en esos momentos. La calle es muy solitaria.

"William Bird, sastre. Atestigua que fue uno de los que entró en la casa. Es inglés y ha vivido en París dos años. Fue de los primeros que subieron las escaleras. Percibió las voces que disputaban. La voz gruesa era la de un francés. Pudo captar algunas palabras, aunque ahora no puede recordarlas todas. Oyó "sacré" y "mon Dieu" . Durante un momento se produjo un rumor, como si pelearan varias personas, un ruido de riña y forcejeo. La voz aguda resonaba más que la grave. Está seguro de que no era la de un inglés. Le pareció más bien la de un alemán. Sostiene que podría haber sido una voz de mujer. Él no entiende el idioma alemán.

"Cuatro de los testigos mencionados, al ser interrogados nuevamente, declararon que la puerta de la habitación en que hallaron el cuerpo de la señorita L'Espanaye estaba cerrada por dentro cuando llegaron al lugar. Todo se encontraba en absoluto silencio; ni gemidos, ni ruidos de ninguna clase. Al forzar la puerta no se vio a nadie. Las ventanas, tanto de la parte posterior como de la fachada, se hallaban aseguradas por dentro con sus cerrojos. Una puerta de comunicación entre las dos salas estaba igualmente cerrada pero no con llave. La puerta que conducía de la habitación delantera al pasillo, tenía llave por dentro. Una salita del cuarto piso se veía con la puerta entornada. En esta salita se amontonaban camas viejas, cofres, y otros objetos en desuso. Éstos fueron cuidadosamente examinados. No quedó ni una pulgada, de ningún sitio de la casa, que no fuera registrado minuciosamente. Se mandó introducir deshollinadores por la chimenea, por arriba y abajo. La casa consta de cuatro pisos con buhardillas. Una puertecita de escotilla en el techo estaba firmemente clavada, demostrando no haber sido utilizada en muchos años. En cuanto al tiempo que transcurrió, entre que se oyeron las voces que disputaban y forzar la puerta, difieren las opiniones. Algunos lo reducen a tres minutos y otros lo alargan a cinco. Costó mucho abrir dicha puerta.

"Alfonso Garcio, empresario de pompas fúnebres. Declara que reside en la calle Morgue, y es natural de España. Formó parte del grupo que penetró en la casa, pero no subió las escaleras. Es muy nervioso, y temió los efectos de las emociones. Escuchó las voces que disputaban. La voz grave era la de un francés. No pudo distinguir lo que decía. La voz aguda pertenecía a un inglés, de eso está seguro. Aunque no entiende la lengua inglesa, reconoce el acento.

"Alberto Montani, confitero. Fue uno de los que primero subió la escalera. Oyó las voces en referencia. La voz grave era de un francés. Distinguió varias palabras. Ese individuo reconvenía al otro. No consiguió entender lo que decía la voz aguda. Hablaba rápida y entrecortadamente; piensa que correspondía a un ruso, pese a que él es italiano y jamás ha conversado con un ruso.

"Otros testigos, interrogados nuevamente, certifican que las chimeneas de todas las habitaciones del cuarto piso son demasiado estrechas para permitir el paso de un ser humano. Cuando se habló de deshollinadores, la referencia era a las escobillas cilíndricas que utilizan los que limpian chimeneas. Estas escobillas fueron agitadas arriba y abajo por todos los cañones de la casa. En la parte trasera del edificio no hay ninguna salida por donde alguien haya podido bajar mientras el grupo subía las escaleras. El cuerpo de mademoiselle L'Espanaye estaba embutido con tanta fuerza y violencia en la chimenea, que para sacarlo fue necesaria la cooperación de cinco de los presentes.

"Paul Dumas, médico. Declara que, hacia el amanecer, fue llamado para examinar los cadáveres. Yacían ambos sobre el armazón de la cama, en la habitación donde fue encontrada la señorita L'Espanaye. El cuerpo de la joven estaba muy lastimado y lleno de excoriaciones. Esto se explica por haber sido empujado hacia arriba en la chimenea. Presentaba desgarrones profundos debajo de la barbilla, junto con una serie de manchas lívidas, que, evidentemente, eran las impresiones de unos dedos. El rostro se encontraba descolorido, y los globos de los ojos fuera de sus órbitas. La lengua había sido mordida y parcialmente seccionada. Sobre el estómago existían las huellas de lo que, al parecer y antes de profundizar la investigación, había sido causado por la presión brutal de una rodilla. El médico Dumas sostiene que la señorita fue estrangulada. El cuerpo de la madre estaba horriblemente mutilado. Los huesos del brazo y de la pierna derecha se habían quebrado. La tibia izquierda fue convertida en astillas, lo mismo que las costillas del mismo lado. El cuerpo íntegro se mostraba maltratado y descolorido. No es posible aún explicar cómo fueron causadas aquellas heridas. El arma pudo ser un pesado garrote de madera, o una gruesa barra de hierro; alguna herramienta ancha, contundente y roma, debió producir semejantes resultados, al ser esgrimida por un hombre tremendamente forzudo. Ninguna mujer habría sido capaz de asestar aquellos golpes, con arma alguna. La cabeza de la difunta, cuando la reconoció el testigo, se hallaba enteramente separada del cuerpo, y también muy destrozada. Evidentemente la garganta había sido cortada con un instrumento muy afilado, posiblemente con una navaja de afeitar.

"Alexandre Etienne, cirujano. Fue llamado junto con Dumas para examinar los cadáveres. Corroboró la declaración y las opiniones de Paul Dumas.

"No se han obtenido pormenores más importantes, aunque se ha interrogado a muchas personas. Un crimen tan misterioso, y tan intrincado, jamás se había cometido en París. La policía no tiene ningún rastro; rara circunstancia en asuntos de tal naturaleza. En realidad, no existe ni la sombra de la menor pista."

La edición de la tarde del mismo periódico, afirma que reina todavía mucha excitación en el Quartier Saint–Roch, y que las circunstancias del crimen han sido detalladamente investigadas de nuevo, e interrogados otra vez los testigos; todo sin resultado. No obstante, una noticia de última hora anunció que Adolphe Le Bon se halla detenido y encarcelado, aunque no acusado de ninguno de los hechos ya expuestos.

Mi amigo Dupin parecía especialmente interesado en el curso de aquel asunto. O yo lo deducía de su conducta, porque él no emitía ningún comentario.

Sólo después de que fue anunciada la encarcelación de Le Bon, me preguntó qué opinaba acerca de esos asesinatos.

Le manifesté que concordaba con todo París, al considerar que aquello era un misterio insoluble. No vislumbraba fórmula alguna para dar con el asesino.

—No podemos pensar en la manera de hallarlo a través de esos interrogatorios tan superficiales —dijo Dupin—. La Policía de París, tan alabada por su perspicacia, es apenas astuta. En sus diligencias no disponen de otro método sino del que sugieren las circunstancias. Hacen gran ostentación de buenas disposiciones, pero con frecuencia se adaptan tan mal a los fines que se han propuesto, que induce a invocar a monsieur Jourdain cuando exige su bata "para oír mejor la música". Es cierto que los resultados que obtienen no dejan de ser a veces sorprendentes; sin embargo, en su mayoría, son alcanzados por mera insistencia, y cuando este método resulta ineficaz, todos sus planes fallan. Vidocq, por ejemplo, era un magnífico "adivinador" y hombre muy perseverante, pero como no tenía educada la inteligencia a menudo se desencaminaba, por la misma intensidad de sus investigaciones. Menoscababa su visión por mirar el objeto tan de cerca. Era capaz de observar una o dos circunstancias con inusitada claridad, pero al hacerlo, invariablemente perdía el enfoque total del problema. Puede decirse que ése es el defecto de ser demasiado profundo. Las variedades y orígenes de este error, tienen un buen ejemplo en la contemplación de los cuerpos celestes. Mirar una estrella por ojeadas, examinándola de soslayo, volviendo hacia ella las partes exteriores de la retina que son más sensibles a las débiles impresiones de la luz que las interiores, equivale a contemplar la estrella distintamente, y obtener la mejor apreciación de su brillo; un brillo que se va opacando a medida que volvemos de lleno nuestra mirada hacia ella. En realidad caen en los ojos mayor número de rayos en el último caso, pero en el primero se consigue una receptibilidad más fina. Examinando con una profundidad indebida, podemos enredar y debilitar el pensamiento, y hacer que hasta Venus se desvanezca en el cielo por culpa de una mirada escrutadora demasiado sostenida, concentrada o directa. En cuanto a esos asesinatos, vamos a iniciar algunas investigaciones por nuestra cuenta, antes de formarnos una opinión con respecto a ellos. Esta indagación nos procurará un buen pasatiempo. Visitaremos el lugar del suceso. Conozco al Prefecto de Policía, y no me será difícil obtener el permiso necesario.

Conseguimos ese permiso y fuimos enseguida a la calle Morgue. Es una de esas callejuelas que cruzan por entre la calle Richelieu y la de Saint–Roch. Eran las últimas horas de la tarde cuando llegamos allí. No nos costó dar con la casa, ya que aún había muchas personas observando las ventanas cerradas, con una vana curiosidad. Era un edificio como tantos en París, con una puerta principal, y a un costado una caseta de cristal con una ventanilla de bastidor corredizo para la portera. Antes de entrar subimos calle arriba, doblamos por un callejón, y luego, doblando otra vez, llegamos a la parte posterior del edificio, mientras Dupin examinaba todos los alrededores y la casa, con una minuciosidad cuyos fines no podía comprender.

Después nos volvimos por donde habíamos venido, hasta la fachada del edificio. Llamamos, mostramos nuestros permisos, y los agentes de guardia nos dejaron pasar sin objeciones. Nos dirigimos a la habitación donde habían encontrado el cuerpo de mademoiselle L'Espanaye, y en la que aún yacían los cadáveres de las dos mujeres. El desorden en esta sala se hallaba intacto, y Dupin lo fue escrudiñando todo, sin olvidar los cuerpos de las víctimas. En seguida pasamos a las otras habitaciones y al patio. Un gendarme nos acompañó a los diferentes lugares. Aquella investigación nos ocupó hasta el anochecer.

He dicho que las rarezas de mi amigo eran diversas. Así, rehusó hablar del asesinato hasta el siguiente mediodía. Entonces, súbitamente, me preguntó si había observado algo particular en el escenario del crimen.

La manera cómo recalcó la palabra "particular" me hizo estremecer sin saber por qué.

—No, nada de particular —contesté—. Por lo menos no más de lo que ambos leímos en el diario...

—Me temo que "La Gazette" no ha penetrado en el horror inusitado del asunto —replicó él—. Yo pienso que si ese misterio parece insoluble es por la misma razón por la que debería ser muy fácil de resolver; me refiero al carácter desmesurado de cuanto lo rodea. La policía está confundida por la aparente falta de motivación, y no por las posibles causas de la atrocidad del asesinato; está confundida ante la imposibilidad de conciliar esas voces que se oyeron arriba, y no haber encontrado allí más que el cuerpo de mademoiselle L'Espanaye; por no vislumbrar la forma de que alguien haya abandonado el cuarto piso, sin que le viesen las personas que subían por las escaleras. El impresionante desorden de la habitación, el cadáver introducido con la cabeza abajo en la chimenea, la espantosa mutilación del cuerpo de la anciana, y otras consideraciones ya mencionadas, han bastado para que se paralicen sus facultades, haciendo fracasar por completo la tan pregonada perspicacia de los agentes del gobierno. Han caído en el común y gran error de confundir lo imprevisto con lo abstruso. Pero, precisamente, por apartarse de lo común es por dónde la razón tendría que hallar su camino para investigar la verdad. En indagaciones como la que ahora estamos efectuando, no tenemos sólo que preguntar qué ha ocurrido, sino qué ha ocurrido que no haya pasado jamás hasta ahora. La facilidad con que yo he llegado a la solución de este enigma, va en razón directa con su aparente insolubilidad a los ojos de la policía.

Con mucho asombro clavé la mirada en los ojos de mi interlocutor.

—Ahora espero —continuó diciendo, mientras observaba la puerta de nuestra habitación—, estoy esperando a una persona que, aun cuando no haya sido quien perpetró esta carnicería, bien podría estar complicada, en cierta medida, con el hecho. De la peor parte de estos crímenes, es posible que resulte inocente. Espero no equivocarme en esta suposición, porque en ella fundo mi esperanza de descifrar la verdad. Aguardo a un hombre aquí, en esta habitación, de un momento a otro; también es posible que no venga, aunque lo más probable es que lo haga. Si viene hay que retenerlo. Tenemos pistolas, y ambos sabemos para que sirven.

Cogí una pistola, sin entender bien lo que hacía, ni creer lo que escuchaba, mientras Dupin seguía conversando, en soliloquio. Ya he hablado de sus maneras abstraídas en semejantes momentos. Sus palabras se dirigían a mí, aunque su voz, no muy alta, ofrecía la entonación comúnmente empleada al hablar con alguien que se halla muy distante. Sus ojos, inexpresivos, miraban a la pared.

—Está completamente demostrado que en esa reyerta que escucharon los que subían por la escalera, las voces no correspondían a las de las mujeres asesinadas —dijo—. Esto descarta cualquiera duda acerca de si la anciana pudo dar muerte a su hija y suicidarse después. Hablo de este punto sólo por obediencia a un método, ya que las fuerzas de madame L'Espanaye eran totalmente insuficientes para arrastrar chimenea arriba el cadáver de la joven. Y por las heridas de su propio cuerpo, queda básicamente excluida la idea de suicidio. Por lo tanto, está claro que los asesinatos fueron cometidos por terceras personas, y que son las voces de esas personas las que se oyeron discutir.

Lo observé sin encontrar objeción alguna.

—Permítame ahora —prosiguió—, hacer hincapié no en lo que se ha declarado acerca de esas voces, sino en lo que hay de particular en dichas declaraciones. ¿Ha observado usted en ellas algo especial?

—Sí, noté que mientras todos los testigos coincidían en que la voz grave era la de un francés, hubo mucho desacuerdo en cuanto a la voz aguda.

—Eso es la evidencia misma —dijo Dupin—, pero no la peculiaridad de dicha evidencia. Usted no ha percibido nada característico, y, sin embargo, "algo" había que percibir. Los testigos, como se ha dicho, estuvieron de acuerdo en cuanto a la voz grave. Pero en lo que se refiere a la voz aguda, la particularidad consiste "no en el desacuerdo", sino en que un italiano, un inglés, un español, un holandés y un francés han intentado describirla, y cada uno la menciona como "la voz de un extranjero" . Cada uno está seguro de que no era la voz de un compatriota suyo, y la compara con la de un individuo proveniente de alguna nación cuyo lenguaje desconoce. El francés supone que era la voz de un español; el holandés sostiene que fue la de un francés, aunque "por desconocer el idioma, el testigo fue interrogado por medio de un intérprete"; el inglés piensa que se trataba de un alemán, pese a que "no entiende alemán"; el español asegura que era un inglés, juzgando únicamente por el acento, porque "no entiende la lengua inglesa"; el italiano opina que fue la voz de un ruso, pero jamás ha conversado con un ruso; un segundo francés difiere del primero, y sostiene que aquella voz era la de un italiano. ¡Qué inusitada ha de ser realmente esa voz, para que puedan darse estos testimonios tan contradictorios! Ciudadanos de las cinco grandes divisiones de Europa, no reconocen nada que les sea familiar en sus inflexiones. Usted dirá que también puede ser la voz de un asiático o de un africano. A pesar de que ni los asiáticos ni los africanos abundan en París, no niego esa posibilidad, pero me interesa llamar su atención sobre tres puntos: aquella voz es descrita por uno de los testigos como "más áspera que aguda", y otros la definen como "rápida y desigual". No hubo palabras, no existieron sonidos que se parecieran a palabras distinguibles, como en el caso de la voz grave. Yo no sé qué impresión he causado en el entendimiento de usted —prosiguió Dupin—, pero creo que las legítimas deducciones hechas sólo con esta parte de los testimonios, o sea la parte referente a las voces grave y aguda, bastan para engendrar una sospecha que puede conducirnos al avance en la investigación del misterio. He dicho "deducciones legítimas", más exactamente, las únicas deducciones adecuadas, en las que inevitablemente se origina mi sospecha como única conclusión. En qué consiste esta sospecha, no lo diré todavía. Sólo deseo que usted comprenda que, para mí, tiene la fuerza suficiente para darle un determinado giro a mis indagaciones en aquella habitación. Trasladémonos en imaginación a esa sala. ¿Qué es lo primero que buscaremos allí? Los medios de evasión utilizados por los asesinos ¿verdad?

Me limité a asentir, y Dupin continuó:

—Ni usted ni yo creemos en acontecimientos sobrenaturales. Madame y mademoiselle L'Espanaye no han sido asesinadas por espíritus. Los que cometieron el crimen son seres materiales, y escaparon por iguales medios. ¿Cómo? Hay una sola manera de razonar sobre este punto, y esa manera debe conducirnos a una solución precisa. Está claro que los asesinos se encontraban en la habitación donde fue hallado el cuerpo de mademoiseile L'Espanaye, o en el cuarto contiguo, cuando el grupo de personas subió por la escalera. De modo que basta con investigar las salidas que tienen estos dos lugares. La policía ha dejado al descubierto los pisos, los techos, y la mampostería de las paredes en todas direcciones. No obstante, no he querido fiarme de sus ojos, y lo he examinado todo con los míos. Por lo tanto puedo afirmar que no existían puertas secretas, y las dos de las habitaciones que dan al pasillo estaban cerradas con llave por dentro. Las chimeneas, aunque de ancho corriente, no podrían dar cabida ni a un gato corpulento. En consecuencia, la imposibilidad de escape por los medios ya indicados es absoluta, y no nos quedan más que las ventanas. Por la de la habitación que da a la fachada principal, nadie hubiera podido huir sin ser visto por la muchedumbre que había en la calle. Ello significa que los asesinos salieron por las ventanas de la habitación trasera. Llevados a esta conclusión de manera inequívoca, no podemos rechazarla tomando en cuenta impedimentos evidentes. Sólo debemos demostrar que cualquiera de estos evidentes "impedimentos", realmente no existe. Bien, hay dos ventanas de bastidor corredizo, que suben y bajan, en la habitación. Una de ellas no está obstruida por el mobiliario, y queda completamente visible. La parte inferior de la otra permanece oculta por la cabecera del pesado armazón de la cama, que está estrechamente pegado a ella. La primera de dichas ventanas se hallaba cerrada y asegurada por dentro, y resistió a los más violentos esfuerzos de los que trataron de levantarla; en la parte izquierda de su bastidor habían barrenado un agujero, y hundido allí un grueso clavo casi hasta la cabeza. Examinando la otra ventana, se descubrió en ella otro clavo similar, y todos los intentos para subir el bastidor fracasaron también. La policía quedó convencida de que la fuga no podía haberse efectuado por ahí, y, por consiguiente, consideró superfluo extraer esos clavos y levantar las ventanas. Mi examen fue algo más prolijo. Razoné de este modo a posteriori: los asesinos han escapado por una de esas ventanas, y es imposible que hayan vuelto a cerrar los bastidores por dentro. Esta consideración, por su evidencia, fue la que atascó las investigaciones de la policía. Pero el hecho era que las ventanas estaban cerradas y bien aseguradas. Se hacía entonces "necesario" que pudieran cerrarse por sí mismas; no había manera de escapar a esta conclusión. Fui hasta la ventana libre de estorbos, extraje el clavo con cierta dificultad, y probé a subir el bastidor. Como me figuraba, resistió a todas mis manipulaciones, y en ese instante sospeché que había un resorte secreto. Una cuidadosa inspección me hizo descubrirlo. Lo presioné y satisfecho con mi hallazgo, me abstuve de levantar el bastidor. Volví a colocar el clavo y lo observé atentamente. Si una persona hubiese pasado por delante de la ventana y la hubiera vuelto a cerrar, el resorte habría funcionado solo, sin embargo no podría haber colocado nuevamente el clavo. El campo de mis investigaciones se estrechaba aun más: los asesinos habían escapado por la otra ventana. Suponiendo que los resortes de ambos bastidores fuesen iguales, lo que era probable, debía existir alguna diferencia entre los clavos, o por lo menos entre la forma de clavarlos. Me trepé al armazón de la cama, y examiné prolijamente, por encima de su cabecera, la segunda ventana. Pasando la mano por la tabla, descubrí y apreté el resorte, que, tal como sospechaba, tenía la misma forma que su vecino. Observé bien su clavo, que era tan grueso como el otro, y aparentemente se hallaba clavado de idéntica manera: hundido casi hasta la cabeza. Si usted supone que me quedé perplejo, no ha comprendido la naturaleza de estas deducciones. He rastreado el secreto hasta su consecuencia final, y esa consecuencia es "el clavo". Dije que tenía la apariencia de su compañero de la otra ventana, pero esto no era tan decisivo si se considera que en aquel punto se acababa toda mi pista. Debe haber un defecto en ese clavo, pensé. Lo toqué, y su cabeza, con casi un cuarto de pulgada de su espiga, se me quedó entre los dedos; el resto de la espiga seguía en el orificio barrenado. Esta espiga era muy antigua, sus bordes se encontraban impregnados de herrumbre, y era fácil comprender que el clavo había sido arreglado de un martillazo que hundió una porción de la cabeza en la superficie del bastidor. Coloqué otra vez aquella parte en el sitio de donde la había separado, y su similitud con un clavo perfecto fue completa; la fisura era invisible. Luego presioné el resorte, levanté suavemente el bastidor una pulgada, y la cabeza de clavo subió junto con éste, quedando la otra parte en su agujero. Bajé el bastidor, cerrando la ventana, y la apariencia del clavo entero fue otra vez perfecta.

Lo contemplé admirado.

—El enigma, hasta aquí —continuó Dupin—, ya estaba resuelto. El asesino se fugó por la ventana que da por sobre la cama. Luego de salir por allí, al bajar esta ventana por sí sola, quedó sujeta por el resorte, y es la sujeción de ese resorte la que ha engañado a la policía: la policía piensa que está inmovilizada por el clavo. El problema siguiente es cómo bajó el asesino. A unos cinco pies y medio de la ventana en cuestión, pasa una cadena de pararrayos. Por esa cadena resultaría absurdo que alguien llegara a la ventana. No obstante, comprobé que los postigos del cuarto piso eran de un tipo particular, llamados "ferrades" por los carpinteros franceses; un estilo raramente usado hoy, y que se ve con frecuencia en las casas antiguas de Lyon y Burdeos. Tiene la forma corriente de una puerta de una sola hoja, y la mitad superior es enrejada, o trabajada a manera de celosía, por lo cual ofrece un excelente agarradero para las manos. En el presente caso, esos postigos tienen un ancho de tres pies y medio. Cuando los vimos desde la parte trasera de la casa, estaban los dos abiertos casi hasta la mitad, formando ángulo recto con la pared. Es muy posible que la policía haya examinado la parte trasera del edificio, y si lo ha hecho, al mirar aquellos "ferrades" no ha reparado en su gran anchura: no le ha dado la debida importancia. En realidad, cuando se convencieron de que la fuga no podía efectuarse por ese lado, no le concedieron sino un examen superficial. Para mí, en cambio, era muy claro que el postigo de la ventana, en la cabecera de la cama, si se abría totalmente, llegaría a unos dos pies de la cadena del pararrayos. También era evidente que con un valor y una agilidad extraordinarias, era factible entrar en esa habitación, por esa ventana, utilizando la cadena. Al alcanzar esa distancia de dos pies y medio, suponiendo que el postigo estuviese completamente abierto, un ladrón podía conseguir un asidero muy firme en la celosía. Soltando, luego, su sostén en la cadena, con los pies bien apoyados en la pared, y saltando atrevidamente habría impelido al postigo, haciendo que se cerrara, y también, suponiendo que hubiera encontrado la ventana abierta, hubiese ido a parar al interior de la habitación. Tenga presente que he hablado de una agilidad extraordinaria, indispensable para el éxito de una empresa tan arriesgada y dificultosa. Si usamos el lenguaje de la ley, usted me dirá que más bien debería depreciar la agilidad requerida en el caso, que insistir en valorarla, pero eso no corresponde al oficio de la razón. Mi finalidad consiste únicamente en hallar la verdad, y mi propósito inmediato es inducirlo a usted a que haga un parangón entre esa sobrenatural agilidad, y la voz peculiarísima, aguda, áspera, desigual, acerca de cuya nacionalidad no hay dos personas de acuerdo, y en cuya pronunciación no es posible descubrir silabeo alguno.

Al escuchar aquellas palabras, comencé a formarme una vaga idea de lo que pensaba Dupin. Me parecía estar al borde del entendimiento, sin que pudiera entender todavía. Mi amigo continuó su razonamiento:

—Usted habrá comprendido —dijo—, que he llevado el problema del modo de salida al de entrada, y sugiero que ambas fueron efectuadas de igual manera y por un mismo sitio. Volvamos ahora al interior de la habitación. Se ha dicho que los cajones de la cómoda fueron saqueados aunque han quedado algunas prendas de vestir. La conclusión es absurda. ¿Cómo sabemos que los objetos hallados no eran todo lo que los cajones contenían? La señora y la señorita L'Espanaye hacían una vida muy apartada, y salían raramente; tenían pocos motivos para muchos cambios de ropas. Y si algún ladrón hubiera robado algo ¿por qué no robar lo mejor? ¿Por qué no llevárselo todo? En pocas palabras: ¿un ladrón habría dejado cuatro mil francos en oro, para cargar con un atado de ropa blanca? El oro fue abandonado. La cantidad mencionada por monsieur Mignaud, el banquero, fue hallada en las dos talegas, sobre el piso. Por lo tanto, sería conveniente descartar la desatinada idea, engendrada por los cerebros de la policía, de un motivo relacionado con ese dinero. Pero, debido a las circunstancias del caso, si aceptamos que el oro no ha sido la finalidad del crimen, también debemos aceptar que quien lo cometió fue tan vacilante y tan estúpido que no sólo olvidó el oro sino el objetivo del delito. Fijémonos ahora en otros detalles que nos muestran el vigor maravilloso del asesino. En la chimenea había unas espesas guedejas de canosos cabellos humanos. Habían sido arrancados con sus raíces. ¿Usted sabe qué fuerza es necesaria para arrancar de la cabeza sólo veinte o treinta cabellos juntos? Ha visto aquellas guedejas tan bien como yo... ¡horrendo espectáculo! Sus raíces estaban grumosas de fragmentos de carne del cuero cabelludo, prueba de la fuerza prodigiosa que ha sido menester para arrancar tal vez un millón de cabellos al mismo tiempo. La garganta de la anciana no sólo estaba cortada, sino que la cabeza fue separada del cuerpo, y el instrumento para ello fue sólo una navaja de afeitar. ¡De las heridas en el cuerpo de madame L'Espanaye no vale la pena ni hablar! Monsieur Dumas y su digno auxiliar monsieur Etienne, han declarado que fueron causadas por un instrumento contundente, y en esto han acertado; el instrumento fue, sin duda alguna, el pavimento de piedra del patio, sobre el que la víctima cayó desde la ventana. Este hecho, por sencillo que ahora parezca, escapó a la policía, por la misma causa que su comprensión quedó herméticamente sellada para la posibilidad de que las ventanas hubiesen podido ser abiertas. Si por añadidura a estas cosas, ha reflexionado usted adecuadamente acerca del extraño desorden de la habitación, ya hemos podido llegar a la etapa de combinar las siguientes ideas: agilidad pasmosa, una fuerza sobrehumana, una ferocidad brutal, una carnicería sin motivo, una "grotesquería" dentro de lo horrible, absolutamente ajena a la naturaleza de un ser humano, y una voz extranjera por su acento para los oídos de hombres de varias naciones, y desprovista de todo silabeo distinguible o inteligible. ¿Qué resulta de todo esto? ¿Qué impresión le causa en su imaginación?

Sentí escalofrío cuando Dupin me hizo aquellas preguntas.

—Un loco dije—. Ese crimen lo ha cometido algún demente furioso que se ha escapado de una Casa de Orates vecina.

—En algunos aspectos, su idea no es desacertada —me respondió—. Pero las voces de los enajenados, hasta en sus más feroces paroxismos, no llegan a parecerse a la voz oída desde las escaleras. Los locos pertenecen a determinados países, y su lenguaje, aunque sea incoherente en sus palabras, tiene siempre la coherencia de su silabeo. Además, el cabello de un loco no se asemeja al que yo tengo en la mano. He desenredado este mechón que retenían los dedos rígidamente crispados de madame L'Espanaye. Dígame qué puede deducir de "esto".

—¡Dupin! —exclamé—. ¡Ese cabello no es humano!

—Yo no he dicho que lo sea —me contestó—. Pero antes de que decidamos acerca de este punto, le ruego que examine el pequeño esbozo que he dibujado en este papel. Es un facsímil sacado de lo que una parte de los testigos describe como "cárdenas magulladuras y profundas heridas causadas por uñas" en el cuello de mademoiselle L'Espanaye, y los señores Dumas y Etienne, como "serie de manchas lívidas, impresiones evidentes de unos dedos". Usted comprenderá —continuó mi amigo, desplegando el papel sobre la mesa—, que este dibujo muestra una presión firme y poderosa. No hay aquí "deslizamiento" visible. Cada dedo ha mantenido, posiblemente hasta la muerte de la víctima, la ferocidad con que se hundió en el primer instante. Pruebe usted ahora a colocar todos sus dedos a la vez en las respectivas impresiones.

En vano lo intenté.

—El papel se halla extendido sobre una superficie plana, y la garganta es cilíndrica —argumentó Dupin—. Aquí tenemos un trozo de leña, cuya circunferencia es aproximadamente la de la garganta. Enrolle el dibujo en él, y prueba otra vez el experimento.

Así lo hice, y la dificultad fue aún más evidente.

—Tampoco éstas —dije—, son huellas de dedos humanos.

—Ahora lea —prosiguió Dupin—, este pasaje de Cuvier.

Era una descripción anatómica, minuciosa y general, del gran orangután fulvo de las islas de la India Oriental. La estatura gigantesca, la fuerza y la actividad prodigiosa, la salvaje ferocidad y las tendencias imitadoras de estos mamíferos, son harto conocidas en todo el mundo. Inmediatamente comprendí los horrores de aquellos asesinatos.

—La descripción de los dedos está completamente de acuerdo con este dibujo —aseguré cuando acabé de leer—. No hay otro orangután, sino el de la especie aquí mencionada, que pueda haber marcado heridas como las que usted ha dibujado. Ese mechón de pelo también es idéntico al del animal descrito por Cuvier. Pero aún no veo modo de comprender las circunstancias en que se produjo este espantoso asunto. Además, se oyeron disputar dos voces, y una de ellas era indiscutiblemente la de un francés.

—Es cierto, y usted recordará una expresión atribuida casi unánimemente, por los testigos, a esa voz. La expresión "mon Dieu" la cual, en aquellos instantes, fue definida por el testigo Montani, como expresión de reconvención. En esa voz, yo he fundado mis esperanzas de una completa solución del enigma. Hay un francés conocedor del asesinato. Y es posible, mucho más que probable, que él sea inocente de toda participación en los hechos sangrientos que han ocurrido. El orangután puede habérsele escapado, y él ha seguido el rastro hasta aquella habitación. Pero en medio de las agitadas circunstancias que se produjeron, puede que no lo haya logrado recapturar. El animal anda todavía suelto.

—¿Cree eso? —indagué.

—En realidad no me propongo continuar con estas conjeturas, porque las luces de reflexión en que se fundan alcanzan apenas la suficiente profundidad para ser apreciables para mi propia inteligencia, y no pretendo hacerlas inteligibles para la comprensión de otra persona. Si el francés en cuestión es, como yo supongo, inocente de estas atrocidades, este anuncio, que yo dejé en las oficinas de "Le Monde", que como usted sabe es un periódico dedicado a los asuntos marítimos, nos lo traerá a nuestro domicilio.

Me presentó el periódico, y leí los siguiente:

"CAPTURA: En el Bois de Boulogne se ha encontrado un enorme orangután de la especie de Borneo. Su propietario, quien se sabe que es un marinero, perteneciente a un navío maltés, podrá recuperar al animal, dando satisfactoria identificación de él, y pagando algunos pequeños gastos ocasionados por su captura y manutención. Dirigirse al Nº..., calle .... Faubourg Saint–Germain. Tercero."

—Yo no lo conozco —añadió Dupin—. No estoy seguro de su existencia. Pero aquí tengo el pedacito de un lazo que, por su forma y su aspecto grasiento, ha sido usado para anudar los cabellos en forma de esas coletas a las que son tan aficionados los marineros. Este lazo es uno de los que muy pocas personas saben anudar, y es una peculiaridad de los malteses. Recogí esta cinta al pie de la cadena del pararrayos, y no podía pertenecer a ninguna de las dos víctimas. En todo caso, si me he equivocado en mis deducciones, al pensar que el francés es un marino perteneciente a un navío maltés, no habré causado ningún daño a nadie con este anuncio. Y si he acertado, habremos ganado un punto muy importante. Aunque inocente, en autos del crimen, ese hombre vacilará en responder o no al anuncio, y entre si debe o no debe reclamar al orangután. Razonará de este modo: "Soy inocente, soy pobre, y mi orangután vale mucho dinero; un verdadero caudal para alguien que se halla en mi situación. ¿Por qué debo perderlo por vanas aprensiones? Fue encontrado en el Bois de Boulogne, a gran distancia de la casa de la calle Morgue... ¿Y cómo podría suponerse que un animal haya cometido semejante acción? La policía está despistada; no ha podido ofrecer el menor indicio. Hasta en el caso de que sospechen del orangután, sería imposible demostrar que yo sé del crimen, ni enredarme en culpabilidad alguna. Y además, me "conocen" . Quién publicó el aviso me señala como poseedor del animal. Ignoro hasta dónde se extiende este conocimiento, pero... si evito reclamar una propiedad de tanto valor, que se sabe que es mía, despertaré sospechas. Contestaré el anuncio, es lo mejor. Recuperaré mi orangután y lo mantendré encerrado hasta que se disipe este desagradable asunto".

En aquel momento oímos unos pasos en la escalera.

—Prepárese usted —dijo Dupin—. Tome sus pistolas, pero no haga uso de ellas, ni la muestre, hasta que yo le haga una señal.

Habíamos dejado abierta la puerta principal de la casa, y el visitante había entrado sin llamar. Sin embargo, ahora parecía vacilar. Oímos que bajaba. Dupin fue rápidamente a la puerta, y lo escuchamos subir otra vez. Ahora ya no se volvía atrás, sino que subía decididamente. Llamó a la puerta de nuestra habitación.

—Adelante —respondió Dupin, con voz alegre y satisfecha.

El hombre que entró era, sin lugar a dudas, un marinero. Alto, fornido, musculoso, con cierta expresión de arrogancia no del todo antipática. Su rostro, muy atezado, tenía más de la mitad oculta tras las patillas y el bigote. Traía un grueso garrote de roble, y no parecía llevar otras armas. Saludó inclinándose desmañadamente, y nos dijo un "buenos días" con acento francés, que, pese a un dejo suizo, daba a conocer su origen parisiense.

—Siéntese, amigo —invitó Dupin—. Supongo que viene a reclamar su orangután. Le doy mi palabra de que se lo envidio. ¡Hermoso animal, y de mucho precio! ¿Qué edad le atribuye?

El marinero dio un largo suspiro, como quién se quita un gran peso de encima, y luego contestó con voz segura.

—No podrá tener más de cuatro o cinco años. ¿Lo tiene usted aquí?

—¡Oh, no! Éste no es lugar para guardarlo. Está en una cuadra que alquilamos en la calle Dubourg. Podrá recuperarlo mañana temprano. ¿Viene preparado para demostrar su propiedad?

—Sin duda alguna, señor.

—Sentiré mucho desprenderme de él —agregó Dupin.

—Yo no pretendo que se haya tomado tanto trabajo sin que tenga alguna recompensa —dijo el hombre—. Eso ni pensarlo. Y estoy dispuesto a pagar una gratificación por el hallazgo del animal; por supuesto, algo razonable.

—Bien, eso es muy correcto —respondió mi amigo—. Vamos a ver... ¿qué voy a pedir yo? ¡Ah, ya lo sé! Mi recompensa será ésta: quiero que usted me diga todo lo que sabe acerca de esos asesinatos de la calle Morgue.

Dupin pronunció estas últimas palabras en voz muy baja y con mucha tranquilidad. Con la misma tranquilidad fue hacia la puerta, la cerró y se guardó la llave en el bolsillo. Luego sacó la pistola y, sin mostrar la menor agitación, la dejó sobre la mesa.

El rostro del marinero se encendió, sofocado. Se puso de pie y empuñó su garrote. Pero acto seguido, se dejó caer en la silla, temblando violentamente, y con expresión de moribundo. No dijo ni una palabra. Lo compadecí de todo corazón.

—Amigo mío —murmuró Dupin, en tono amable—, se alarma usted innecesariamente, se lo digo de veras. No nos proponemos causarle daño alguno. Le doy mi palabra de honor, como caballero, y como francés, de que no intentamos perjudicarlo. Yo sé muy bien que usted es inocente de las atrocidades de la calle Morgue. No obstante, no puedo negar que, en cierto modo, se halla complicado en ellas. Por lo que acabo de decirle, podrá comprender que he tenido medios de información acerca de este asunto. Ahora el caso se presenta de este modo: usted no ha hecho nada que pudiera evitar; nada, ciertamente, que lo haga culpable. No le pueden acusar de que haya robado, pudiendo hacerlo impunemente, y no tiene ninguna cosa que ocultar. Por otra parte, está usted obligado, por todos los principios de honor, a confesar cuanto sepa. Hay un hombre inocente encarcelado bajo la acusación de esos crímenes, a cuyo autor puede usted desenmascarar.

El marinero había recobrado mucho de su presencia de ánimo, pese a que ya no existía la arrogancia en él.

—¡Qué Dios me salve! —exclamó—. Yo quiero contarle todo lo que sé, aunque no espero que me crea ni la mitad; estaría loco si lo esperase. ¡Pero soy inocente, y hablaré con total franqueza, aun cuando arriesgue la vida!

Lo que declaró fue, en resumen, esto: recientemente había regresado de un viaje al archipiélago índico. Un grupo, del cual formaba parte, desembarcó en Borneo y pasó al interior a realizar una excursión de recreo. Entre él y un compañero capturaron al orangután. Aquel compañero murió, y el animal pasó a ser de su exclusiva propiedad.

Después de no pocos trabajos, ocasionados por la ferocidad del cautivo durante el viaje de regreso, logró encerrarlo en su propio domicilio en París, donde, para no atraer la curiosidad de los vecinos, lo mantuvo cuidadosamente recluido, hasta que pudo restablecerlo de una herida que se había hecho en un pie, con una astilla, a bordo del navío. Su resolución era venderlo.

Sin embargo, al regresar a su casa después de una parranda con otros marineros, justamente en la madrugada del día del crimen, halló al orangután en su alcoba, en la que había penetrado desde el cuarto contiguo donde estaba encerrado. Con una navaja de afeitar en la mano, se hallaba sentado delante de un espejo, tratando de afeitarse, sin duda había espiado a su amo en esta operación. Aterrorizado al ver un arma tan peligros en poder de un animal tan feroz, el marinero se quedó sin saber qué hacer durante unos momentos. Pese a todo, había logrado apaciguar al orangután, aun en sus arranques más feroces, por medio de un látigo, y a éste recurrió también en esa oportunidad. Al ver el látigo, el orangután huyó fuera de la habitación, se precipitó escaleras abajo, y luego saltó por una ventana hacia la calle.

Su dueño lo persiguió desesperado. El mono, que llevaba aún la navaja de afeitar en la mano, se volvía de cuando en cuando para mirar y hacer muecas a su perseguidor. De este modo continuó la persecución durante un largo trecho. Las calles estaban en profundo silencio porque eran casi las tres de la madrugada. Al descender por una callejuela situada detrás de la calle Morgue, llamó la atención del animal una luz que brillaba en la ventana abierta de la habitación de madame L'Espanaye, en el cuarto piso del edificio. Se precipitó hacia allá, vio la cadena del pararrayos, trepó con inconcebible agilidad por ella, se agarró al postigo que estaba abierto de par en par, y balanceándose, suspendido de aquella manera, saltó directamente sobre la cabecera de la cama. Todo esto duró apenas un minuto. El orangután, al entrar en la habitación, empujó con las patas el postigo que volvió a quedar abierto.

Mientras tanto, el marinero estaba contento y perplejo a la vez. Tenía mucha esperanza de capturar al bruto, que difícilmente podría escapar de la trampa en que se había metido. Sin embargo, por otra parte, no le faltaban grandes motivos de temor por lo que el animal pudiera hacer dentro de esa casa. Esta última reflexión movió al hombre a seguir persiguiendo al orangután. Una cadena de pararrayos se sube sin dificultad, especialmente para un marinero, y así lo hizo. Cuando llegó a la altura de la ventana, que se encontraba bastante apartada hacia su izquierda, debió hacer un alto. Todo lo que podía lograr era aproximarse para dar una ojeada al interior de la habitación. Pero al hacerlo, le faltó poco para caer al vacío, empujado por el horror. Fue entonces cuando se oyeron aquellos estremecedores gritos que despertaron de su sueño a los vecinos de la calle Morgue.

La señora L'Espanaye y su hija, vestidas con ropa de dormir, habían estado, según parece, ordenando unos documentos en el cofrecito de hierro que habían llevado hasta el centro de la habitación, y tenían abierto; su contenido se hallaba en el suelo, junto a ellas. Indudablemente, las víctimas estaban sentadas de espaldas a la ventana, y, por el tiempo que transcurrió entre el ingreso del animal y los gritos, parece que no lo vieron en seguida. El golpeteo del postigo debió ser atribuido al viento. Cuando el marinero miró hacia el interior, el gigantesco animal agarró a madame L'Espanaye por los cabellos, y blandió la navaja de afeitar junto a su cara, imitando los gestos de un barbero. La hija se desmayó, y quedó tendida en el piso, inmóvil. Los forcejeos y alaridos de la anciana, en medio de los cuales le fue arrancado el cabello, tuvieron el efecto de cambiar los propósitos pacíficos del orangután, por la cólera. Con un gesto violento de su musculoso brazo, casi le separó la cabeza del cuerpo, y, al ver la sangre, su ira se inflamó hasta el frenesí. Rechinándole los dientes, y despidiendo fuego por los ojos, se lanzó entonces sobre el cuerpo de la joven, y hundió las afiladas garras en su garganta, manteniendo la presión hasta que ella expiró. Sus miradas extraviadas y salvajes se dirigieron en aquel momento a la cabecera de la cama, sobre la cual, al otro lado de la ventana, el rostro de su amo, rígido por el horror, se distinguía apenas en la oscuridad. Instantáneamente, recordando el temido látigo, la furia del animal se convirtió en miedo. Comprendiendo que merecía ser castigado, pareció deseoso de ocultar sus sangrientas acciones, y comenzó a saltar por la sala, derribando y destrozando los muebles a su paso, y arrancando la cama de su armazón. Para terminar, cogió el cuerpo de la señorita L'Espanaye, y lo introdujo por la chimenea, tal como fue hallado. Luego el de la anciana madre, el que inmediatamente arrojó de cabeza por la ventana. Cuando el mono se acercó allí, llevando su mutilada carga, el marinero retrocedió despavorido. Resbalando por la cadena del pararrayos, más que agarrándose, llegó abajo y se alejó precipitadamente hacia su casa, temiendo las consecuencias de aquella carnicería, y abandonando, en su terror, todo cuidado por lo que pudiera ocurrirle al mono. Las palabras escuchadas por el grupo en la escalera, eran las exclamaciones de espanto del francés, mezcladas a la jerigonza del orangután.

Ya casi no me queda nada que añadir. El animal tuvo que escapar de la habitación por la cadena del pararrayos, poco antes del amanecer. Maquinalmente debió cerrar la ventana al pasar por ella.

Tiempo después fue capturado por su propio dueño, quien obtuvo por él una buena cantidad de dinero en el "Jardin des Plantes". Le Bon, el dependiente bancario inculpado, fue dejado en libertad rápidamente, después que nosotros contamos en el despacho del prefecto de policía todo lo sucedido. Aquel funcionario, aunque muy bien dispuesto para con mi amigo, no pudo disimular su pesar al ver el giro que había tomado el caso, y se permitió un par de frases sarcásticas acerca de la falta de corrección de las personas que se entrometían en sus funciones.

—Déjelo que hable —me dijo luego, Dupin—. Así aliviará su conciencia. Por mi parte, estoy satisfecho de haberlo vencido en su propio terreno. Sin embargo, el hecho de que le haya fallado la solución de este misterio no es algo tan raro como él supone. En verdad, nuestro amigo el prefecto es demasiado agudo para poder pensar con profundidad. Su ciencia carece de base; es toda cabeza y no cuerpo, como las pinturas que representan a la diosa Laverna. Más exactamente, toda cabeza y espaldas como un bacalao. Pero es buena persona, y me agrada sobre todo por un truco de su astucia, al cual le debe el haber alcanzado su fama de hombre de talento. Me refiero a su manera de "nier ce qui est, et d'expliquer ce qui n'est pas" (negar lo que es, y explicar lo que no es).

53 comentarios:

Hacid Martinez dijo...

La facultad analítica no debe confundirse con mera ingeniosidad:
no, ya que el analizador es necesariamente ingenioso,
en cambio el hombre ingenioso a menudo es incapaz de análisis.
En este cuento la narrativa de Poe va dirigida hacia la capacidad que tenemos
los hombres de deducir las particularidades que suceden a nuestro alrededor.
En el inicio de su cuento, da una breve descripción sobre lo que es el
intelecto humanístico y el mero ingenio humano, diferenciando rigurosamente
las características que las hacen diversificar a pesar de sus similitudes.
Da a exponer sus ideas sobre el tema en variados juegos cotidianos, en donde el
análisis y el ingenio hacen un interesante versus. Ahora bien, la manera de combinar
su tesis con su relato es increíble, ya que solo una análisis perfilado, sustancioso
seria capaz de solucionar el tan macabro hecho de su narración, agregando la manera
cruda y real como suceden los hechos y dando pautas para que el mismo lector desarrolle
su análisis mas que su ingenio, para darle punto final al caso, tal como lo hizo Dupin.
Puede sonar algo alocado, pero la parte que llamo mas mi atención, fue cuando Poe narra
y hace vivir en carne propia la manera en como encuentran los cadáveres, añadiendo la parte
fundamental de todo homicidio, el dictamen forense. Inclinandonos un poco hacia el un realismo
oscuro y hasta funesto, la historia que hace letras Poe, puede llegar a ser referente de lo
salvajes que podemos llegar a ser los humanos, sabemos bien que el asesino era un animal,¿pero acaso
no seria también un animal, si lo hubiera perpetrado un hombre?¿donde quedaría lo racional
que la sociedad y el ingenio llega a denominarnos?, todo nos lleva a pensar somos bestias
racionales y que lo único que nos diferencia de los animales, es lo racional que podamos llegar a ser.

Hacid Martinez 11A

KEVIN DAVID OMAÑA ROLON 11B dijo...

LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE es un texto del género policíaco y de terror y lo más importante es que es el primer relato policíaco y asimismo el primer misterio de habitación cerrada escrito por el autor. El desafío para los lectores es resolver un problema aparentemente irresoluble y en un área muy específica y limitada. El tema de la historia es la crueldad ciega y sus oponentes dialécticos, el razonamiento o la oscuridad y la luz en un nivel metafórico.
La historia que se cuenta en este texto gira en torno a un brutal asesinato de La señora Espanaye y su hija Mademoiselle Camilla fueron asesinadas en un departamento en rue Morgue, una calle popular en París. Inicialmente, la investigación policial parecía haber fallado, incluso cuando la lavandera, un estanquero, un banquero, un gendarme y un médico daban su testimonio, las cuales intentaron aportar a la investigación algunas pistas e indicios para ayudar aclarar este brutal asesinato que no tardó mucho en ser noticia en toda Francia.
Sin embargo, una vez que un detective aficionado, el Sr. C. August Dupin, comenzó a buscar pistas y datos relacionados para resolver el misterio, la situación frustrante empezó a cambiar y más para Adolphe Lebon el cual estaba encerrado porque es la última persona en ver a la víctima viva. El detective duplin con su gran ingenio demuestra sus habilidades, con una impecable explicación el cual demuestra que el señor Lebon es inocente y fue acusado injustamente y que este asesinato debió ser hecho por alguien que no es humano.
Algo que me gusto de este relato es el mensaje que nos transmite a través de Duplin y su amigo en la investigación y que los lectores debemos extraer, es que todos los asuntos pueden tener solución siempre que se les aplique el tiempo necesario empleando la reflexión y la lógica debidas. La atmósfera creada en la novela es una atmósfera de tensión y realismo lógico frente a asesinatos brutales intratables, la cual ayuda al lector para tener una inmersión y junto con el detective ir resolviendo el misterio de este asesinato

Anónimo dijo...

En este cuento podemos evidenciar el gusto de Edgar Allan Poe por las facultades intelectuales, este inicia con una introducción hacia las capacidades intelectuales y la diferencia entre algunas palabras de este mismo ámbito, todo esto para hacernos ver estas capacidades como algo sobre natural al menos de la forma en que lo promueve en el texto.
Él llama “prolongamiento” a los primeros párrafos de la obra pues piensa que es necesario para el breve relato, está muy centrado en su opinión propia, nos quiere trasmitir lo que él cree y usa argumentos, ejemplos y comparaciones todo para según él alargar más el breve relato que contara, pero en mi opinión solo quería con esas aclaraciones mostrar su forma de pensar y sus aficiones.

En este relato habla de un personaje extravagante y sumamente apreciado por sus cualidades intelectuales. Primero nos dan un breve abrebocas de cómo serán las suposiciones hechas por este increíble personaje, nos contara como “leyó la mente” de su amigo todo gracias al observar con cuidado y recordar hechos antiguos de su convivencia, todo esto muy bien explicado.

En segunda instancia se procede a contar una escena del crimen que sería aparentemente imposible desentrañar al culpable, cuenta hechos de los primeros testigos que encontraron los cuerpos, cuenta testimonios describe la casa y describe las victimas por consiguiente a esto él autor explica como el joven extravagante así lo llamaremos intenta resolver el caso visita la casa del crimen la observa con cuidado y observa pruebas poco a poco va aclarando la escena pero no le comenta todo a su amigo sino hasta que ya tienen al culpable que para sorpresa de nosotros y de su amigo es un orangután que se había escapado a un marinero y que se enojó porque las mujeres asustadas lo golpearon.
KAROLAY GABRIELA ZORACÁ HERNÁNDEZ 11A

Anónimo dijo...

Un cuento policial y de suspenso parte de la trilogía del personaje C. Auguste Dupin, el cuál en su narrativa te hace sumergirte en el caso principal de la obra.
Al inicio de la misma nos dan una breve interpretación del autor hacia la capacidad analítica y su relación con el ingenio y a creatividad, mediante una comparación entre el ajedrez y las Damas, podemos observar que todo esto sirve para introducir al personaje de Dupin y su manera de pensar.
Seguido de esto se inicia la historia en la que conocemos al:
Protagonista el cual es usado cómo vinculo entre el lector y la historia, ya que es una persona normal como la mayoría de lectores puesto que no posee la gran inteligencia que si tiene Dupin, gracias a esta carencia es más fácil identificarse con él, algo que se desaprovecha mucho ya que al igual que en la carta robada nuestro protagonista es completamente relegado a ser un simple espectador, su importancia en la trama de la historia es nula, no hace nada que impacte a los demás personajes, básicamente su única función es hacer ver mejor a Dupin.
Hablando del verdadero protagonista de esta historia Dupin se muestra por así decirlo como un Gary Stu, un personaje idealizado al que todo le sale bien, su inteligencia es increíble y esto no tiene un trasfondo, no conocemos su pasado, solo sabemos que al autor le encanta alabarlo; la primera muestra de su gran inteligencia es dejando en ridículo al protagonista al hacerle saber lo fácil que es leer sus pensamientos y la otra es la manera en cómo resuelve el caso esta se siente menos exagerada pero aún así hay algo que no cuadra y es la estupidez de los policías que no fueron capaces de revisar correctamente un clavo y darse cuenta que las huellas del cuello de la mujer asesinada no eran de un humano aunque claro esto esta hecho para dejar en alto a Dupin porque claro él es el único que hace algo en esta obra.
Hablando del factor misterio; se desarrolla muy bien y una parte muy bien trabajada son los testimonios y el como en ellos no son capaces de llegar a un acuerdo sobre una voz, el secreto de que el asesino sea un animal esta muy bien se empieza a deducir desde que Dupin habla sobre la agilidad del asesino y se puede llegar a una idea más concreta cuando el protagonista dice que el cabello arrancado no es humano, claro todo este factor se pierde un poco cuando la respuesta a la pregunta de quién es el asesino esta en la portada del libro.

En fin es una buena historia, innovadora en su genero pero con no tan buenos personajes.

EVER DAVID YAÑEZ CARRILLO 11B

Camilo Correa dijo...

Bueno en primera instancia el personaje C. auguste Dupin, nos narra como la facultad analítica no debe confundirse con mera ingeniosidad y esta en lo correcto a mi parecer edgard allan Poe nos quiere dar a entender que los hombres tiene la capacidad de deducir por facultad analítica un acontecimiento que este sucediendo en el momento al hacer una analogía entre el juego ajedrez y las Damas, con esta comparación nos introduce a la historia del personaje Dupin y su forma de resolver las cosas
Nos trae una serie de asesinatos poniendo en tema mucha presión y tensión para el lector, nos hace meternos tanto en la historia de C. August Dupin que logramos tener una conexión y hasta querer llegar a tener un ingenio de como el resolvía los casos demostrando sus habilidades para deducir y resolver las cosas, y claro esta ante los asesinatos que Dupin es el único que aporto algo en esta obra dejando en ridículo la autoridad.

En conclusión me pareció una obra bastante fantástica y de como poe plasma la habilidad analítica y nos hace ver que el que deduce no es solo ingenioso, es mera habilidad valga la redundancia, de todo como dije Dupin fue el único que aporto en la obra.

GVANESSA dijo...

Este cuento de Edgar Allan Poe es policial y me pareció muy interesante, todo el cuento gira alrededor del asesinato de dos mujeres madre e hija, que aparecen muertas dentro de su apartamento en parís donde fueron encontradas brutalmente asesinadas y ante la incompetencia de la policía es al fin Auguste Dupin quien resuelve este crimen y lo hace solamente utilizando su capacidad de observación y análisis a la vez, Dupin es el personaje principal de la historia, ya que se interesa profundamente en el desenlace de la trama, además, realiza la investigación necesaria para resolver el crimen evitando que un inocente sea acusado equivocadamente.
Poe introduce en este cuento varios elementos interesantes por una parte esta el misterio que es claramente resolver el asesinato y por otra parte Poe intenta retardar lo mas posible el saber quien lo hizo y como lo hizo durante toda la historia, aparte de esto es increíble cómo actúa en el cuento el detective ya que este no utiliza la fuerza para enfrentarse al criminal, sino que utiliza su inteligencia, también me pareció muy curioso justo el momento cuando empezaron a interrogar y la gente decía que había escuchado voces entre esas podría ser la de un alemán o un italiano o un inglés entre otros, en ese momento fue donde mi curiosidad aumento más porque las personas escucharon cosas diferentes y obviamente no entendían porque esa no era su lengua ,pero lo que si tenían claro era que fue un extranjero, se ocasiono toda una confusión para que al final Dupin descubriera que el de las voces era el marinero (dueño del asesino) y el de los ruidos fue el orangután que se había escapado de su dueño y era el asesino
GABRIELA VANESSA TORRADO PEÑARANDA 11.A

Anónimo dijo...

Este cuento de Edgar Allan Poe nos narra el brutal asesinato hacia una madre y su hija. En este cuento se puede apreciar la forma en que se narran todos los acontecimientos con lujo de detalles con el fin de envolver al lector y hacer que no se aburra. En mi opinión uno de los propósitos de esta narración a parte de entretener al lector es que nos invita a reflexionar sobre nuestro comportamiento y nuestra visión acerca de como vivir la vida, también nos hace darnos cuenta de lo afortunados que somos al estar vivos. Podemos aprender muchas lecciones de esta obra, una de ellas es no lanzar juicios sin valor y esperar a reunir las suficientes pruebas para así hacer una suposición, tenemos primero que pensar muy bien las cosas y analizarlas para así reducir el riesgo de equivocarnos por tomar una decisión apresurada.
MARÍA JOSÉ QUINTERO BETANCOURT
11A

Anónimo dijo...

Una buena obra de misterio con una muy interesante explicación de el intelecto humano que me parecio lo mas destacable de la obra y por mucho lo mas interesante es una obra policial y de misterio con un argumento interesante aunque falla en mantener la atención del lector pero hay cosas buenas donde como sus personajes en los que destaca dupin y nuestro protagonista el primeroes muy analitico se nota que es alguien que se toma la paciencia de pensar antes de actuar y a lo largo de la obra me ha parecido un personaje muy interesante aunque no me tienden a gustar este tipo de personajes genios creo que este ha sido una de esas pocas excepciones en conclusión es una buena obra con una excelente reflexión sobre el intelecto humano aunque no sea la mejor de edgar alan poe sigue siendo una buena historia.


JUAN MARCO POSTIGLIONI PEÑALOZA 11 A

Anónimo dijo...

LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE
Me pareció un relato muy interesante y misterioso, cada vez que lo iba leyendo me parecía más y más interesante ya que trata de un terrible asesinato de una madre y su hija en Paris, August Dupin es quien se encarga de resolver todo este misterio, es un personaje que lo deja a uno sin palabras, la manera en que intenta descubrir el verdadero culpable de esta barbarie , el cómo analiza cada cosa, es impresionante.. muy buena obra del señor Edgar Allan Poe.
Leidy Carolina Rodriguez Orozco 11a

Wilmer Ramirez dijo...

Los crímenes en la calle morgue. Una increíble novela policiaca, nos encontramos nuevamente en una historia donde el ingenioso o mejor dicho el analítico Dupin nos demuestra de su gran capacidad de deducción, observación e ingenio para resolver un delito irresoluble para todos, la verdad no se puede negar que esta obra tiene algunos puntos débiles pero que no perjudican en nada ni hacen que sea menos interesante ya que como lectores esta obra nos atrapa realmente e incluso tratamos de convertirnos en Dupin pensando que haría este protagonista, nos convertimos en detectives pesando en nuestras propias conclusiones para tarde o temprano en mi caso saber que hay muchas cosas que no notamos y tampoco le préstamos atención, dejándonos engañar por un simple perspectiva y no logramos analizar más a fondo, sin entender que realidad de las cosas puede ser muy distinta de lo que pensamos, eso fue lo más importante que aprendí de esta obra siendo necesario en la actualidad ya que siempre apresuramos a sacar conclusiones y no damos una investigación minuciosa de los actos y así lograr llegar a la verdad.
Hay puntos en esta obra como la gran habilidad analítica de dupin capaz de entender y deducir ciertos aspectos que hacen pensar que este personaje es una mente brillante que le da a mi parecer un aspecto de admiración, el final un poco sorpresivo que le da un giro total a obra que parece como si el autor estuviera jugando con el lector todo este tiempo y que la verdad se nota la originalidad llamativa de Edgar Allan Poe, ya que uno piensa en posibles finales de esta tramada pero no se acercan en lo absoluto al final planteado por el autor que nos deja sin habla, me gusta como se hace una referencia a las grandes falencias que la policía tiene para lograr resolver un delito y como muchas veces hay personas inocentes que tienen que sufrir dentro de una cárcel debido a la falta profesionalismo de la policía, esto nos da mucho que reflexionar.
Hablando de la introducción de la novela en mi opinión fue algo innecesario que no le aporto a la obra en lo absoluto sino todo lo contrario fue una explicación tediosa y un poco aburrida que hace que el lector sienta algo de alejamiento, algunos dirán que en esa introducción se hace un explicación de lo que se va a basar la obra y por ende es de gran importancia, pero en mi opinión es un explicación demasiado extensa para dejarnos un conclusión tan obvia, otro punto que falla en mi criterio es el nombre de tantas personajes que la verdad son innecesarios ya que muchos de ellos no se vuelven a utilizar en toda la obra y que pues no afecta la trama pero que de igual manera tampoco le aporta a esta obra.
WILMER HUMBERTO RAMIREZ VILLAMIZAR 11B

Juana Sequeda dijo...

Los crímenes de la calle morgue-Edgar Allan Poe
Otro de los fabulosos cuentos de Poe, el cual se trata de sentar las bases de gran parte del género negro y criminal.
El cuento nos habla al principio de cómo el ingenio de una persona se puede analizar y ser estudiado de una manera tan excepcional, ya que podemos ver cómo el hombre es capaz de relacionar de manera rápida los acontecimientos de su entorno. Este nos habla al principio del intelecto humanístico, pues gracias a esto nos permitirá ver y entender el relato de Poe.
Dentro de este encontramos los diferentes escenarios que se presentan ;es decir , como M.Dupin intenta explicar los hechos tan siniestros,es aquí donde empieza a hacer efecto la introducción, porque vemos el análisis del detective D para poder resolver estos hechos y dar un posible solución.
En mi opinión, la capacidad de análisis del hombre es totalmente una mente maestra, pues no es cuadriculado la hora de averiguar y demostrar algo, sino busca en todos sus alrededores hasta encontrar una verdad absoluta.
JUANA VALENTINA SEQUEDA BUSTOS
11°B

valentina serrano dijo...

LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE es un cuento que como es costumbre de allan poe me deja asombrada

el es uno de los escritores que es capaz de darnos semejante introducción con sus ejemplos y plasmarla en una historia tan atroz y real como esta.
mas allá de todas las cosas me encanta Dupin, es un personaje ingenioso e impresionante, a medida que transcurría el caso pensaba que esta bien todo lo que sucedía, pero llega Dupin con su análisis, y su manera de mirar las cosas que me hicieron caer en cuenta de lo equivocada que estaba, note que me deje influenciar muy fácilmente y no mire mas allá de las cosas, note que las personas deberíamos tomar ese estilo analítico de Dupin. lo único que me aburrió un poco fueron los datos mencionados que son un poco innecesarios dado que no se vuelven a mencionar pero lo demás. Edgar Allan Poe me sigue impresionando.

DANA VALENTINA SERRANO CORREDOR 11 A

Anónimo dijo...

OTRO EXCELENTE CUENTO DE EDGAR ALLAN POE, CON UN TOQUE POLICIACO, MISTERIOSO Y DE SUSPENSO. LA HISTORIA GIRA ENTORNO AL NARRADOR Y UN FRANCES, DUPIN…ESTAS PERSONAS SE CONOCEN EN UNA BIBLIOTECA EN BUSCA DE UN BUEN LIBRO, DUPIN ERA UN HOMBRE DE UNA GRAN IMAGINACION, MUY OBSERVADOR Y ANALITICO, Y TODAS ESTAS CUALIDADES LAS PUSO EN EVIDENCIA CUANDO UNA MAÑANA LEE LA NOTICIA DE UN DOBLE ASESINATO, ESTE DECIDE AVERIGUAR SOBRE EL CASO Y SE DA CUENTA DE QUE LOS POLICIAS AUN NO HAYAN PISTAS, POR LO CUAL JUNTO CON SU COMPAÑERO DECIDEN INVESTIGAR Y NO JUSTAMENTE USANDO SOLO LA ASTUCIA, PONE EN JUEGO SUS OTRAS CUALIDADES QUE LE RESULTAN MUY UTILES PUES DEDUCE QUE EL MECHON ENCONTRADO Y LAS HUELLAS SON DE UN ORANGUTAN Y EFECTO ASI ERA, Y EL ASESINO RESULTO SER ESTE RABIOSO ORANGUTAN.
LA OBRA RESULTO SER MUY BUENA, EXCELENTE, MUCHO A LA IMAGINACION, ALGO TEDIOSA AL INICIO DE ESTA, PERO CON SU TOQUE DETECTIVESCO SALE TRIUFANTE, SIEMPRE CON SU TOQUE PSICOLOGICO, PUES PONE EN MARCHA LA IMAGINACION DEL LECTOR, EL DRAMA DE LO QUE SIGUE, INTERIORIZAMOS SOBRE EL PROTAGONISTA, DUPIN, SU ORIGEN, SUS GUSTOS, LA MANERA EN QUE ACTUABA, UN PERSONAJE BASTANTE TRABAJADO.
COMO TODA BUENA OBRA, TRAE MUCHAS SORPRESAS Y ESTA VEZ FUE CON UN CRIMEN Y ASESINO POCO USUAL.
KERLY JAIMES LIZARAZO 11B

Anónimo dijo...

LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE

Este es un cuento muy interesante y enigmático a la misma vez, puesto que nos relata a detalle los misteriosos hechos que dejan el cruel asesinato de una madre y su hija. Este al igual que todos los demás cuentos de Edagr Allan Poe tienen cierto interés que deja cautivado al lector y lo incitan a conocer la maravillosa deducción que va a dar Dupin, quien fue el que pudo resolver este caso. Siendo observador, inteligente y en especial analítico Pues él pudo llegar a la verdad siendo paciente y prudente, no sacando conclusiones anticipadas como lo hicieron los demás.
Y sin darnos cuenta esto es lo que sucede con nosotros, nos dejamos agobiar por las opiniones de los demás o de lo que esperan de nosotros y no pensamos con claridad, cuando en realidad esto es lo que hace falta para obtener buenos resultados y dar lo mejor de sí mismo.

Karen Natalia Ortiz Lemus
11A

Jhohan Portillo dijo...

Es interesante como al principio de la lectura nos instruyen y nos van acoplando sobre lo que se realizará a continuación, así la manera de explicar minuciosamente cada particularidad sobre lo que es la ingeniosidad y la capacidad analítica y de la misma forma lo que las diferencia la una de la otra, sabiendo esto podemos comprende el personaje Dupin, que es una persona totalmente analitica y todo se posa el en hecho de que mira mas alla de lo que sus ojos le permiten ver, siendo de esta forma un factor fundamental para la resolución del caso, viéndose al principio como una simple afición, pero dando a entender luego que no sencillamente debe ejercer tal profesión para llegar a conclusiones tan exactas de lo que puede suceder en algún caso de asesinado. A fin de cuentas nunca se mostró arrogante, incluso al final está dispuesto a escuchar al oficial, dejarlo expresarse y no para recibir arrogantemente la razon Dupin, si no para que el oficial a cargo del caso pudiera liberar su conocía sobre su perspectiva en aceptar sus errores y emendarlo en agradecimientos por ayudarle a llegar a la verdad.

Jhohan Portillo 11A

SELENE QUIÑONES dijo...

LOS CRIMENES DE LA CALLE MORGUE

Primero que todo el relato nos introduce al pensamiento de análisis y observación, donde nos dan diversos ejemplos de la capacidad de raciocinio e inteligencia, que se van a poner en práctica al leer el cuento, Allan Poe nos ofrece un enigma donde el mismo lector puede hacerse participe para solucionarlo.

El cuento gira en torno a un brutal asesinato de madame L'Espanaye y su hija Camille L'Espanaye, un crimen que aparentemente no tiene solución, donde la policía hace diversas investigaciones que no daban avances, es aquí cuando el personaje principal Monsieur C. Auguste Dupin, un detective con gran capacidad de análisis comienza a buscar algunas pistas junto a su compañero, comienzan a hacer una búsqueda en el lugar de los hechos, poco a poco se dan cuenta que las cosas no son como parecen, con su ingenio y presentimiento Dupin llega a una conclusión impresionante que pareciera que no tuviera sentido, pero es la solución al crimen.

El autor dió una atmosfera de suspenso, intriga e incluso miedo, que son características propias de Poe y sus cuentos detectivescos, haciendo que nosotros como lectores nos sumerjamos en cada incógnita, el concepto analítico que es principal y abarca toda la historia, nos permite llegar a la solución junto al personaje. Es verdaderamente espléndida la capacidad de escritura de Poe para hacernos sentir diversas emociones al leer, y es así como la frase con la que finaliza el relato “negar lo que es, y explicar lo que no es” es la conclusión a todo el cuento, porque la realidad de lo sucedido fue un hecho “improbable” que el analizar más allá de lo superficial llevó a descubrir la verdad.

SELENE QUIÑONES BABROSA 11B

Anónimo dijo...

Poe en su línea, haciéndote creer lo increíble, haciéndote imaginar lo inimaginable, y haciéndote observar lo inexistente, en este relato en primera persona donde lo narra todo como vivido por si mismo, fantástico o real, hace de cada relato una pieza clave de un engranaje donde el terror, la fantasía y la aventura se fusionan en uno. Mis relatos favoritos han sido los asesinatos de la calle Morgue y el Misterio de Marie Roget donde las filosóficas deducciones del detective Dupin convierten las investigaciones en auténticos viajes al más profundo y intuitivo razonamiento humano, el relato que sigue a los anteriores, el escarabajo de oro, de menor relevancia, trata de un lunático y excéntrico cazatesoros que trata a toda costa, junto con su subordinado de color, al cual trata como un perro faldero, y con la ayuda de P...(quien haya leído el libro sabrá de que hablo) emprenden la busca de un tesoro, donde el uso de un peculiar escarabajo será clave para resolver los jeroglíficos que les acercarán a la ansiada recompensa. El caso del señor Valdemar trata de la hipnosis practicada a un hombre al borde de la muerte con la cual se le mantiene milagrosamente con vida mucho más tiempo del esperado, los dos últimos relatos ponen especial énfasis en las aventuras de los tripulantes de un barco con experiencias que rozan lo paranormal.

NICOLEX VALENTINA CASTRO SEPULVEDA

Anónimo dijo...

“Observar atentamente es recordar distintamente”
Se puede decir que dupin en un verdadero analítico ya que se deleita desentrañando las cosas, inclusive si son cosas triviales pero que aun así ponen en juego su talento, como lo hizo al principio realizando una serie de movimientos y con una perspicacia superior descubriendo que es lo que estaba pensando su amigo. Pero dupin no solo es un analítico si no también un verdadero imaginativo, ya que el uso su perspicacia observando todo su alrededor recogiendo gran cantidad de ideas para llegar a la conclusión que el asesino habría sido el orangután del marinero que en cierto modo volvería en busca de este.
Dianny Marinet Mesa Duarte 11A

Anónimo dijo...

El detective es el personaje principal en este cuento, su nombre es C. Auguste Dupin y es un personaje analítico que desea descubrir cómo sucedió el doble homicidio de Madame L’Espanaye y su hija Camille L’Espanaye. Dupin cuenta con un método en el que de manera obsesiva puede seguir flujos de conciencia y actos a partir de pequeños detalles difíciles de observar, o mejor dicho, son fáciles de observar a tal grado que son detalles obvios, pero Dupin aclara que a pesar de que la policía los conoce, no los utiliza por considerarlos irrelevantes. Dupin sabe que no se debe descartar lo imposible. Esta característica dirige la narración hacia una tesis poco verosímil pero que esta argumentada de tal manera que es irrefutable.

Si esta es la obra fundacional del género de detectives es claro que el personaje del detective será una persona con capacidad mental superior. Ahora bien, otros elementos propios del género son la contrahipótesis del detective, la cual tiene que refutar una hipótesis hecha por la policía. Esto hace que este en riesgo la libertad de un presunto culpable mientras que el detective resuelve el caso. Esto agrega suspenso a la narración ya que no se espera que haya ocurrido el asesinato de otra manera.

La hipótesis del detective comienza desde el cuerpo o cuerpos encontrados en la escena del crimen y termina con la resolución, adjudicando el asesinato al verdadero asesino. Por lo general, los detectives siempre tienen acceso a la escena del crimen, esto me parece muy interesante ya que a veces cuando el detective no trabaja con la policía, el personaje suele ser un caso especial. Regresando a la presencia del periodismo, me parece que se crea un diaylogo entre aquello que se publica en los periódicos, el asesino y el detective.
Gisell Álvarez Páez 11a

Anónimo dijo...

LOS CRÍMENES EN LA CALLE MORGUE “EDGAR ALLAN POE”
MARIA VALENTINA AVENDAÑO ROJAS 11°A
Edgar Allan Poe una vez más quiso experimentar con géneros policiacos combinándolo con lo terrorífico que lo caracterizaba, esta narración es una verdadera obra la cual hace que los lectores imaginemos y nos sintamos captados por la historia. Los crímenes en la calle morgue es una narración que se basa en un asesinato en una famosa calle de parís, esto resulta un verdadero enigma ya que luego se transciende con una investigación que llevara a verdaderas preguntas e injusticias.
La forma en como la justicia se encarga de resolver estos problemas es algo que se evidencia en lo presente ya que muchos tratan de llevar o hacer conclusiones de algo sin ser verdadero y esto conlleva a injusticias ya que se culpa aun inocente.
MARIA VALENTINA AVENDAÑO ROJAS 11°A

juan pablo blanco dijo...


Es un libro lleno de misterio, que abrió mis sentidos de análisis y deducción, y que al mismo tiempo me dejó queriendo desentrañar más de los hechos. Mi hizo pensar en los más mínimos detalles y el final...Ufff! Ni me lo esperaba Tan solo les diré que es altamente recomendado y muy buena trama, fue un gran cuento,porque conforme iba leyendo me sentía el protagonista y yo mimso iba armando las pistas para aclarar todo,es un cuento que además de entretener,busca la forma de hacernos pensar, me gustó mucho

Juan Pablo Blanco 11B

Anónimo dijo...

Los crímenes en la calle morgue, una obra policial que gira entorno a el asesinato de dos mujeres, madre e hija, en donde a pesar de que la policía intenta resolver el caso se podría decir que les ha quedado grande, por lo cual, al igual que en la carta robada, va a ser Dupin quien resuelva el enigma de este caso.
Sin duda este cuento nos permite darnos cuenta de la inteligencia de Dupin, pues el autor inicia principalmente hablándonos de él haciendo referencia a el ajedrez, sin duda alguna Dupin nos demuestra al hallar al asesino de aquellas damas que no se debe juzgar a una persona sin ningún argumento verdadero, además luego de que Dupin con su inteligencia y manera de analizar cada detalle hace que sin duda nos llevemos una sorpresa de las cosas, pues por el hecho de juzgar fácilmente a veces dejamos pasar las cosas frente a nuestras narices.
Sin duda este cuento también nos hace darnos cuenta de las injusticias que se presentan en nuestra cotidianidad, ya que como logramos observar se había culpado a alguien completamente inocente por la incompetencia al analizar un caso como se debe y es que muchas veces por dar las cosas por cerradas se conforman con lo primero que les pasa por al frente dejando así a gente inocente encerrada y a criminales en la calle.
Sin duda este ha sido uno de los mejores cuentos de Poe, desde la manera en la que se narra en la que nos hace sumergirnos por completo hasta en la forma que nos pone a reflexionar sobre nuestra vida cotidiana.
-Ilenee Estefanía Rubiano Jaimes, 11B

Anónimo dijo...

Los crímenes en la calle morgue- Edgar Allan Poe. Es maravilloso cada vez que Edgar juega con el genero policíaco acompañado de suspenso y terror, el personaje principal que es C. Agustine Dupin es un analítico por la forma de llevar a cabo la investigación, viendo mas allá de lo que ve la policía, para mi fue macabro el hecho del orangután al sentirse atraído por la luz del piso realizara la muerte de madame L'Espanaye y su hija Camille L'Espanaye como asesina a madame y la sensación de furia al ver la sangre derramada en el piso que decide asesinar a la hija de madame, el orangután de la ira se convierte en miedo por lo sucedido y trata de remediar lo ocurrido metiendo a Camille en la chimenea, desordenando el cuarto y tirando la cabeza de madame por la ventana. El marinero tratando de ir tras de el para que no haga mas desordenes, el no declara (marinero) por miedo a ser condenado a algo que no hizo pero al final confía en Dupin y se finaliza haciéndonos sentir con cada detalle ser parte del caso. Anyeli jaramillo quintero-11B

Angie valentina dijo...
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Angie valentina dijo...

Los crimenes en la calle morgue, cuento fantástico de trama policial y de terror de Edgar allan poe.
Este cuento a pesar de ser algo fantastico nos deja ver y pensar muchas cosas a cerca de la capacidad analitica de cada persona y de como la facultad analítica no debe confundirse con mera ingeniosidad, ya que a mi parecer la persona ingeniosa no siempre analiza bien las situaciones mas se jacta de lo ingenioso que puede llegar a ser.
Esta historia nos pone a pensar y a analizar a los lectores también, a buscar la solución a un enigma que al parecer es totalmente imposible de descifrar como lo fue la muerte de la anciana y la niña.
Esta historia aunque es muy explícita en el sentido del lenguaje y el tema del que se habla deberia ser leida por todos ya que la reflexión que trae esta es impresionante.

Esta obra vendria siendo un relato muy interesante para todo aquel con un gran gusto en el suspenso y la novela detectivesca ya que mediante se lee la historia es imposible no meterse en el personaje e investigar por parte propia, excelente relato de poe.

ANGIE VALENTINA ROCHEL VARGAS
11A

HEADPHONES3 dijo...

La parte analítica de el personaje que resuelve el crimen de la calle morgue me resulta bastante interesante y fascinante, el narrador de la historia muestra bastante asombro cuando habla de los acontecimientos que vivió con Dupin en París y como Dupin lograba categoricamente "leer su mente" aunque este le demostraba que era simplemente un ejercicio de buena observación y de analizarlo, de acuerdo a sus expresiones faciales y los antecedentes por el cual el narrador había pasado, pero todo esto no es verdaderamente puesto a prueba hasta que ven en el periódico del crímen de la calle morgue, el cual expone el asesinato de una madre y su hija, que aterrorizaron el barrio con sus espantosos gritos, la madre desmembrada y la hija muerta en la chimenea, con esta prueba Dupin logra determinar que el asesino no pudo entrar al lugar por la chimenea y tampoco por la puerta de la casa ya que interrogó a los testigos, los cuales todos declararon que no vieron a nadie entrar por la puerta, solo quedaba una opción, la ventana, y si entraba por la ventana tendría que ser un hombre con cualidades físicas extraordinarias algo que para Dupin era relativamente imposible. Claro la policía tambien intentaba deducir quien era el asesino pero terminan secuestrando a inocentes, es entonces cuando Dupin con su deducción analítica logra definir que el asesino no es humano, y en efecto, es un orangután que escapo de un marinero que lo tenía encerrado para venderlo, pero a éste al escaparse tomó un cuchillo que tenía el marinero y al llegar por la ventana de la madre e hija (LE'spanaye) logra sorprender a la madre, a lo qué esta emite un grito de terror que fastidia y desespera al orangután el cual procede a cometer el acto de asesinarla, en cambio a la hija que tambien la toma por sorpresa solo se desmaya pero no se libra de que el orangután la maté. Y Dupin logra que el marinero declaré lo ocurrido ante la policía mientras el mostraba mas pruebas y al final queda demostrado que el asesino es un animal. Entregan el orangután al marinero y felicitan a Dupin y finaliza la historia.

Realmente me resulto placentera esta lectura porque logro atraparme entre tanto misterio, y amé en definitiva al personaje de Dupin.

Gissel Vargas 11B

Yuleisy YSRD dijo...

LOS CRIMENES DE LA CALLE MORGUE
“Lo que es complicado se toma erróneamente profundo.”
El ser humano se enfrenta ante los problemas superficialmente puesto que al intentar hallar una respuesta rápida y efectiva termina encontrándose con la pereza y lo obvio. Según lo que podemos observar del cuento es aquel mensaje que da el autor ante el pensamiento analítico y como en las ocasiones requeridas este es el más importante a relucir sin embargo usarlo todo el tiempo mantiene fuerte la observación y el entendimiento acerca de lo que nos rodea de una manera profunda y racional sin dejar a un lado la imaginación.
La manera en la que acontecen los hechos asombra, puesto que desde el principio se deja la tesis de lo que se basa la historia y luego nos dejan el ejemplo en la narración ocasionando que el lector acoja las características mencionadas del pensamiento analítico y por su cuenta a medida de que se desarrollan los acontecimientos reflexione sobre lo que realmente ocurre sin dejar en ningún momento de analizar la historia.
Esta narración es el ejemplo más claro ante el pensamiento analítico y como atreves de la detallada observación podemos percatarnos de lo que sucede alrededor, desde lo obvio hasta los profundo causando así la mayor intriga y euforia ante lo que procederá según las acciones y el desarrollo de lo que ocurre. “Observar atentamente es recordar distintamente”
YULEISY STEPHANNY RAMIREZ DIAZ 11B

Anónimo dijo...

Una vez más, Edgar Allan Poe, nos deleita otra vez con una obra magnífica la cual, se basa, en la introducción que presenta, que consiste en darle una concepción al análisis, y diferenciarlo de otras facultades, como el cálculo y el ingenio, al mismo tiempo que lo contrata con distintos juegos de mesa, que requieren inteligencia al jugarlos, como el ajedrez, damas y naipes; ya que de aquí se basa todo el resto de la obra.

En mi opinión, ha sido una de las obras mejores descritas que el autor ha podido escribir; en especial, la descripción y suspicacia tan exacta que usa en la parte en que narra como se encuentran muertas la madre y la hija en su propia casa, el desorden que se las acoge, y la imagen que nos transmite acerca de los cuerpos de las dos mujeres como quedaron después de ser asesinadas.

Lo que mas me sorprendió acerca de la obra, fue la demostración de Dupin en cuanto a su inteligencia y análisis, resolviendo el caso que parecía ni tener solución alguna. Él, hizo uso de uno de los temas mencionados en la introducción, el análisis. Con esta habilidad, básicamente, deja en ridículo a la policía, y le hace ver lo mucho que les falta, para poder resolver casos que no dependan de las pistas casuales, o solo el entorno que poseen.

Finalmente, solo queda decir, que lo valioso de esta obra, es la enseñanza que deja, que es la importancia que es mantenernos enfocados, entrenar a nuestra inteligencia y no obviar las circunstancias que se nos presenten.

ANDRES FELIPE MENDIVELSO BOTELLO
11B

alejandroro2407 dijo...
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alejandroro2407 dijo...
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alejandroro2407 dijo...

En el relato de Edgar Allan Poe, se nos da a conocer el ingenio de Dupin que demuestra su ingenio analítico, junto a su amigo, que es quien relata la historia al resolver un homicidio que aparentaba no tener solución ante los ojos de la policía en Francia.

Todo comienza con el tema de la introducción, que con ligeras metáforas que usan a los juegos de mesa, para comparar a el análisis, con otro tipo de habilidades, dejando muy en claro, que el análisis es el resultado del entrenamiento de la inteligencia que Dupin hace con su mente, y que de ella, desprenden otras habilidades.

Durante el transcurso de la obra, Dupin toma el caso sin aparente solución, como un buen pasatiempo, de esta forma, dándonos a conocer la capacidad de intelecto que este hombre posee.

Anónimo dijo...

Éste cuento de Edgar Allan Poe, nos demuestra la capacidad intelectual y lo poderosa que puede llegar a ser la mente humana; en primer lugar, a sus explicaciones básicas mediante juegos y ejemplos, donde nos da a entender que el ejercicio de la mente puede ocasionar un mejor desarrollo intelectual.
En segundo lugar, se puede notar el suceso donde Dupin lee su mente, y explica cómo lo hizo, pues a llevado a cabo una observación muy analítica y crítica sobre su comportamiento, sucesos y palabras que susurro o dijo.
El cuento se llega a poner más interesante al mezclar sus análisis u observaciones en un crímen, que para mí hubiese sido muy díficil de resolver, porque dejan escapar ciertos detalles, que para muchos serían cosas simples, pero son de gran aporte a una investigación y no se le pasan por alto a una persona con una mente brillante como la de Dupin... Es sorprendente como descubre cada suceso utilizando una observación muy detenida sobre las cosas o sucesos que se llevaron a cabo en ese lugar.
A pesar de que cada testigo tenía una versión diferente, había una que no concordaba con ninguna de las reveladas, y era ese extraño ruido(voz) que ninguno llegó a interpretar, debido a que esas personas decían que era un humano, pero verdaderamente ese ruido lo hizo un orangután, que se le había escapado a un marinero y debido a que las mujeres asustadas lo golpearon, se enojó, y las agredió, hasta causar sus muertes.
En conclusión, esta obra revela la importancia analítica y la observación de las mentes humanas; de la capacidad que poseemos para imaginar, y llevar a cabo ciertas suposiciones, que al analizarlas cuidadosamente y llevar un control de los hechos o acontecimientos serán de gran ayuda para poder predecir los hechos que están por venir.

JENIFFER VANEZA QUINTERO SUÁREZ
11°A

Anónimo dijo...

Cordial saludo.

Durante el proceso de la lectura de este marravilloso cuento,podemos notar como toma un papel importan la habilidad de analizar y de igual formar como esta puede ejercer control en nuestra vida.
Dupin un personaje de esta lectura dotado de tal habilidad,este goza y se deleita como desentraña enigmas, de igual forma disfruta poner aprueba su habilidad sin importar que tales enigmas sean triviales a simple vista.
De igual forma podemos notar como esta novela policiaca atrae al lector con el hecho, de un crimen que no ha sido resuelto casi imposible de hacerlo y de esta mamera se induce al desarrollo de la historia con nuestro personaje se encarga de dar la respuesta a fondo de este enigma.
Una de las cosas que mas se puede resaltar en esta obra es el juego de metáforas en la que se denota al principio.

SAMIR YOEL ORTEGA ORTIZ.11°A

Anónimo dijo...

Los crimenes de la calle morgue

El humano al intentar encontrar una respuesta rápida y efectiva se encuentra con problemas como lo son la pereza y lo obvio

Allan Poe nos muestra el ingenio analítico de Dupin junto con su amigo que nos relata la historia al resolver el homicidio que aparentaba no tener solución ante la policía francesa

En la obra Dupin toma el caso que según él no tiene solución, como un buen pasatiempo , demostrándonos nuevamente como el intelecto del hombre es increíblemente grande

Marlon Bolivar 11°A

Jean Sebastian Martinez Duran 11B dijo...

genero de misterio policiaco, podemos ver nuevamente la exorbitante inteligencia de dupin el cual deja en ridiculo todos los demas personajes haciendo que tanto el como los demas sean malos personajes, los policias son pintados como unos estupidos al igual que en la carta robada no ven mas alla de lo que ven, no tienen transfondo como ningun personaje ni dupin, el genero esta bien desarrollado, el asesino se empieza a presumir como un animal desde que dupin destaca la habilidad ademas de que el pelo arrancado no era humano, ademas de mirar un poco la portada del libro el cual a primera instancia parece no tener relacion con la historia siendo el centro de esta siendo esta mi opinion es un muy buen cuento aunque sus componentes principales, los personajes son muy lineales y mal desarrollados, increible como puede desarrollar excelentemente una historia con unos personajes mal desarrollados, entre estos destaca el protagonista el cual si existe o no cumple la misma funcion

Anónimo dijo...

Los crimenes de la calla morgue

en este cuento podemos ver de nuevo el ingenio analítico de Dupin nuestro inspector audaz y inteligente, al inicio nos da una breve interpretación del de la capacidad analítica y su relación con el ingenio y la creatividad mediante el ejemplo el ajedrez y las damas,ademas hace ver a los otros personajes como mediocres o ignorantes con enigmas que ha simple vista serian fáciles de resolver,ademas el no solo se limita a lo simple el va mas alla trata de encontrar otras rutas y por medio de su juego de metáforas va llegando a la meta.

ANDRES FELIPE MONCADA RAGUA 11B

Anónimo dijo...


Crímenes en la Calle Morgue

La historia comienza con el narrador de la misma dándonos su opinión sobre la capacidad analítica, a continuación nos he relatado el brutal asesinato de dos damas, madre e hija pertenecientes a la nobleza francesa, éstas fueron encontradas en su casa, completamente mutiladas y éste horrible crimen no cuenta con pistas que ayuden a encontrar al homicida, ante esto Auguste Dupin y nuestro narrador, se deciden por investigar por su cuenta.

Le es otorgado un permiso para que examine la casa, así que comenzó su investigación, éste realiza un análisis excelente y ve más allá de lo que está a simple vista, con ello logra descubrir quien es el asesino, a pesar de parecer ilógico.

La historia es realmente fantástica, nos permite mirar las cosas desde otro punto de vista, ver más allá de las cosas, ésto me parece sumamente importante, ya que con ésto podríamos resolver de una forma más crítica las situaciones que se presentan a lo largo de nuestras vidas

Génesis Liseth García Sandoval 11A

RONALD SEPULVEDA dijo...

El autor indujo a una atmósfera de suspenso y miedo, como parte de esta historia detectivesca, produciendo que el lector con la descripción de la escena del crimen intente sacar sus propias conclusiones en cuanto a lo sucedido y que cada uno saque o determine el final para esta historia.
La obra literaria gira en torno al brutal asesinato de Madame y su hija Mademoiselle un crimen cometido en calle Morgue, una frecuentada calle, donde las investigaciones policiales fracasan en la búsqueda del asesino, se acusa a un hombre de manera injusta y nos muestran la gran capacidad de un individuo y su ingenio para resolver el caso en base a la deducción.

RONALD ALEXIS SEPULVEDA ORTEGA 11°A

Anónimo dijo...

Se cuenta con la presencia de dos elementos: el asesinato y el detective que encontrará o no la verdad. El detective es el personaje principal en este cuento, su nombre es C. Auguste Dupin y es un personaje analítico que desea descubrir cómo sucedió el doble homicidio de Madame L’Espanaye y su hija Camille L’Espanaye. El autor compara resolver un homicidio con un juego de ajedrez. En la vida real, esto no es posible, pero en la literatura y en la imaginación este juego puede ser de ayuda: En efecto, cabe observar que los ingeniosos poseen siempre mucha fantasía mientras que el hombre verdaderamente imaginativo es siempre un analista. “Asimismo, dentro del género de detectives se observa el uso de notas periodísticas: Además, en la narración se hace presente un tratado sobre el pensamiento analítico. En conclusión, los elementos que observo que se presentan en este cuento son el detective con habilidades superiores, el cuerpo encontrado, la escena del crimen y los testimonios de los testigos que forman parte de este.
HEIDY ALEJANDRA RAMIREZ TORRES 11B

Anónimo dijo...

Este es uno de mis favoritos ya que es el primer cuento en la historia de la novela policíaca.

Poe nos desafía como lectores a ir resolviendo este misterio, dándonos pistas y detalles para llegar a la solución.

El cuento nos da la lección de que no hay que dejarse llevar por primeras impresiones, hay que tener los argumentos suficientes para dar una opinión válida.

GABRIELA ALEJANDRA ARIAS GARCÍA 11A

Anónimo dijo...

Uno de mis géneros favoritos es la novela policíaca, por esta razón admiro a Poe, ya que él fue el primero en crear este tipo de relatos del cual disfruto mucho leer.

GABRIELA ALEJANDRA ARIAS GARCÍA 11A

Anónimo dijo...

En este cuento Los crímenes de la calle Morgue Poe nos presenta al personaje de Auguste Dupin, en quien encontraremos las características de un buen detective,Dupin es un personaje que utiliza su inteligencia y creatividad, así como la concentración para sus investigaciones.

Dentro de este cuento vale la pena destacar como se desarrolla la historia, la manera en que el narrador cuento lo que sucede, como va acoplando todos los eventos y dentro de esos introduce otros que ya habían pasado para envolvernos y hacernos que prestemos la mayor atención posible a cada escenario que nos cuenta.

En conclusión este cuento nos deja una valiosa lección no dejarse llevar por lo que podemos observar, no juzgar a una persona de una equivocación si no tenemos los argumentos suficientes para mantener nuestra opinión.


LEIDY GELVES 11B


Lonmar Eduardo Martinez Palacio dijo...

En esta historia el autor involucra al lector en la obra haciendo que este intente solucionar aquel misterio planteado por el autor, debido a que a través de las declaraciones el autor hace que el lector intente depurarlas para llegar a una conclusión común lo que hace que el lector se identifique con el detective aficionado, independientemente de que lleguemos o no a una conclusión tan siquiera parecida a la del detective se nos demuestra que debemos involucrarnos de una manera mas profunda para solucionar un asunto, y debemos evitar conclusiones apresuradas que podrían desviarnos de nuestro fin ultimo
LONMAR EDUARDO MARTINEZ PALACIO 11B

Anónimo dijo...

Este relato realmente me gusta mucho, puesto que Edgar Allan Poe tiene una narrativa que siempre voy a decir me impresiona bastante, la forma en como todo se empieza a desarrollar y la intriga que genera el relato desde un principio, nos deja clavados con este, intentando por nuestra propia cuenta e inconscientemente intentar unir los puntos, resolver el enigma, pero aún así, este grandioso escritor se las ingenia para sorprendernos cada vez más dándole un final tan inesperado e impresionante,por otra parte cabe mencionar la enseñanza oculta detrás de todo esto haciendo una crítica en como muchas veces nos dejamos llevar por lo que logramos observar a simple vista, siendo autores de constantes injusticias.
MELANY RUBY GELVEZ CRUZ 11A

Anónimo dijo...

Poe ahora nos da un relato escalofriante y sorprendente de género policiaco en donde vemos otra ve a Dupin con su inteligencia y capacidad para la deducción, comenzando con una serie de información dada por el autor explicándonos como una persona puede llevar a cabo su ingenio de manera excepcional; luego cuentan es sí el argumento principal poniéndonos a nosotros a razonar lo que sucede y poner en práctica lo dicho al principio. Como protagonista a Dupin que intenta resolver el nuevo misterio del doble asesinato con su amigo y colega con quien convivía a diario. Se dan cuenta que los policías todavía no tienen pistas en su poder llevándolos a solucionar todo con las grandes habilidades y muy buenas deducciones por parte del detective haciendo que al final se pueda dar con el dichoso asesino que termina siendo el rabioso orangután.
Un cuento muy bien elaborado y enigmático que a veces puede llegar a caer en fantasioso, exagerado y un poco tedioso de leer si no se está acostumbrado a este tipo de narraciones pero sin duda hace que queramos continuar para llegar a ese deseado desenlace sorprendente con mezcla de profundidad y aventura que siempre nos da Poe; se podría decir que fue un precursor de las novelas policíacas y de investigación.

MARIA PAULA PIMIENTA BAUTISTA 11B

Nikolas Corrales dijo...

Este el primero de los casos a los que se tiene que enfrentar el detective aficionado, Augusto Dupin, al macabro asesinato de dos mujeres, Madame L´Espanaye y su hija Camille L´Espanaye, una degollada y la otra estrangulada y colgada boca abajo en la chimenea de la vivienda. Primero conoceremos lo ocurrido a través de la versión que del mismo se publica en la Gazette des Tribunaux tras las investigaciones realizadas por la policía, siendo detenido un sospechoso como culpable del mismo. Pero Dupin decide entrar en acción y el lector seguirá con interés sus pasos hasta la resolución del mismo. Incluso creo que Allan Poe logra, con lo que datos que nos va ofreciendo, que nos impliquemos en las investigaciones e intentemos averiguar quién fue el culpable.

En Los crímenes de la rue Morgue Poe nos presenta al personaje de Auguste Dupin, en quien encontraremos las características de un buen detective, trazado con pocas pinceladas pero las suficientes como para conocer sus orígenes y el porqué de su relación con el narrador, del que no conoceremos el nombre, y que acompañará al protagonista en sus investigaciones. Dupin es un personaje que utiliza su inteligencia y creatividad, así como la perspicacia y concentración para la resolución de sus investigaciones.

EDERSON P. CACERES dijo...

LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE:
La historia gira en torno al brutal asesinato de La señora L'Espanaye y su hija Mademoiselle Camilla L', las cuales fueron asesinadas en su apartamento en la calle Morge, durante el relato se dice que quien la asesino no es humano, cosa que solo sirve para aumentar la tensión e interés en el lector.
Me gustó mucho de la historia el razonamiento lógico hecho por el señor Dupin, lo cual poco a poco trata de llevarnos hacia el verdadero culpable; todo ello trata de dejarnos una moraleja a los lectores y es que con suficiente análisis, razonamiento y lógica se puede resolver cualquier acertijo.
Me gusta mucho de este género (policial) de cuentos que cuando llega el detective protagonista la atmosfera de tención que antes habían tratado de levantar para los lectores comienza a desvanecerse paso a paso.
Considero que el cuento también critica en cierta medida la incapacidad que tienen las personas para analizar y deducir fenómenos cotidianos o eventos particulares que ocurren en el ámbito del día a día.
EDERSON PABUENA CACERES 11°A

Anónimo dijo...

LOS CRÍMENES EN LA CALLE MORGUE/ Edgar Allan Poe

Otro claro ejemplo de la genialidad de Poe, en la que nos incluye en una historia más al detective Auguste Dupin; donde a través de la deducción resuelve un caso complicado. Esta confabulación nos muestra al detective Dupin en la quiebra, por lo tanto él se conserva bastante de la vida de lujos. un día en el periódico lee que se ha cometido un crimen, en un cuarto encerrado y muy peculiar, con pocos detalles y sin ningún motivo, Dupin se cautiva con el caso y decide ponerse a investigar por su propia cuenta. Las deducciones que hace el detective son meramente impresionantes, haciéndote creer lo increíble, observar los inexistente e imaginar lo imaginable. la narración tan ágil y activa de Poe es incuestionable, sin duda una de las mejores obras del genero policíaco, con un desenlace fantástico.

Me deja como enseñanza que aveces el ser humano pasa por alto detalles mínimos, en la cual nos llevaría a razonamientos increíbles y por lo tanto al descubrimiento de cualquier acontecimiento.


JHOAN ESTEBAN ARENAS MONGUI 11°A

ESTIRAMIENTO dijo...

Los asesinatos de la calle morgue es un grandioso libro del romántico Edgar Allan Poe, en dónde las acciones humanas pueden llegar a ser tan salvajes como la de los animales. En este cuento, una extraña aparición de una serie de asesinatos hace que la policía indague un caso en dónde el asesino no está muy claro, además las escenas del crimen está pulcro en la manera forense, además se anota que no fue por robo porque ellas poseían plata y no fue robada, el ingenioso compañero del protagonista llega a la conclusión que debido a la brutalidad de los hechos no pudo ser perpetrado por un hombre y al fin se descubre que así es. En este cuento el ingenio de Poe toca una parte moral y ética de la razón del hombre y lo que le evita ser un animal

YESSICA PAOLA MARTINEZ TOSCANO
11°B

Anónimo dijo...

Los crímenes en la calle Morgue
Sin duda la narración me retó como lectora a intentar explicar un enigma
aparentemente insoluble y planteado en un ámbito muy concreto y
delimitado. Los temas expuestos son esencialmente dos: la brutalidad
ciega y su oponente dialéctico, el raciocinio, o, en un nivel metafórico, las
tinieblas y la luz.
En esta obra, Allan Poe nos describe el horrible asesinato de dos
mujeres, la señora l’Espanaye y su hija, la señorita Camille l’Espanaye,
en un apartamento del barrio de Saint-Rock, en París. Estos crímenes
sobrepasan a los agentes de la “Sûreté”, los cuales, durante la
investigación, se mostrarán desconcertados y perdidos ante la violencia
del crimen y la inverosimilitud de los hechos. Solo el detective Auguste
Dupin, a través del examen de los lugares, de los cadáveres y por toda
una serie de importantes deducciones, conseguirá reconstruir las
circunstancias del crimen e identificar al autor: un orangután armado con una hoja de afeitar que le había robado a su amo, un marinero que trabajaba en un navío maltés.
Sin duda es un cuento escalofriante, la descripción de los cuerpos motilados está demarcada en algunos cuentos de Poe, la brutalidad del crimen y la violencia con la que asesinaron a ambas mujeres es realmente propio de la naturaleza asesina que hay en el reino animal.
"En el amor desinteresado de un animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega directamente al corazón del que con frecuencia ha tenido ocasión de comprobar la amistad mezquina y la frágil fidelidad del Hombre natural" - poe

Sofía Gómez 11B

Reynaldo Barón Pulgarin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Reynaldo Barón Pulgarin dijo...

Si el cuento de la Carta Robada, me parecio impresionante, éste cuento es el doble. Los crímenes de la calle Morgue siendo el primer caso del detective Dupin y el mejor. Hace más de un año, leí este cuento en el colegio, y no sabía que Edgar Allan Poe me presentaría a uno de los protagonistas que más aprecio le tengo. Principalmente, me agrada mucho las historias detectivescas, como las historias de Robert Langdon y del detective Sherlock Holmes.

En este cuento, Edgar nos vuelve a mostrar la maravillosa mezcla del terror y suspenso con el genero policiaco. En esta ocasión, el autor nos introduce a un cruel asesinato de dos mujeres, madre e hija, en un apartamento que queda en una trancurrida calle de París. Las investigaciones que se venían haaciendo, no daban resultado, hasta que toma el caso el detective Dupin, ofreciendo una brillante investigación.

Hay que tener muy en cuenta, que este cuento es bastante representativo, ya que se considera como el incio del cuento de detectives.

Este cuento no se queda atrás con el sentimiento que logró generarme, al ser un cuento que le tengo mucho interés, logré terminarlo y volverlo a leer, porque, como dije anteriormente, los cuentos de Edgar Allan Poe, me hacen crear el mundo imaginario en donde puedo ser el protagonista de las historias qu el ha escrito.

Reynaldo Barón - 11°A

Nasly Villa dijo...

Esta novela policiaca, nos muestra una historia donde el analítico Dupin nos demuestra su gran capacidad para deducir situaciones y para darle solución a un delito imposible de resolver para la mayoría, el autor nos da un enigma donde nosotros los lectores nos sentimos responsables de darle una solución al caso. Nos transformamos en detectives dándole importancia a nuestras propias conclusiones, para luego saber que hay muchas cosas que no notamos y que son importantes, nos dejamos llevar por lo simple, o los detalles más notorios dejando de lado los mínimos que en verdad importan. Sin muchas veces comprender que las pequeñas cosas pueden tener más verdad que las notorias.
La gran capacidad del protagonista me cautivó, ya que en muchas ocasiones notaba cosas que nadie más hubiese visto. El final fue un poco sorpresivo ya que da imagen como si el autor estuviera jugando con el lector todo este tiempo, pues piensa en la cantidad finales de esta novela, pero ninguno logra acercarse al verdadero final. Me llamó la atención en la gran crítica que se hace a la policía, ya que cometen muchos errores para resolver un caso.
Este relato nos lleva a analizar por nosotros mismos y a encontrarle las razones al asesino o sus falencias.
NASLY DANIELA VILLA PEREZ
11-A

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